Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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Capítulo 9La decisión final
Los días en el hospital habían sido una montaña rusa de emociones para Emma. Su madre había salido de la operación con éxito, pero el miedo y la angustia que había sentido durante ese tiempo aún seguían con ella. A pesar del alivio, una nueva sombra oscura la seguía: la deuda emocional que ahora sentía hacia Keren Lombardi.
El sonido de las máquinas de limpieza llenaba el aire en la oficina principal de la empresa. Emma, con el uniforme puesto, trataba de concentrarse en su trabajo. A pesar de todo, necesitaba seguir adelante, por su madre, por su hija, y por ella misma.
Justo cuando estaba terminando de limpiar una de las oficinas, uno de los empleados de seguridad se le acercó.
—Señorita Morales, el señor Lombardi la está esperando en su oficina —dijo el hombre con formalidad—. Quiere verla ahora.
El corazón de Emma comenzó a latir con fuerza. Sabía que este momento llegaría. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarse a Keren, y, lo peor de todo, sabía que él estaba esperando su respuesta.
—Gracias —respondió con una leve inclinación de cabeza, limpiando el sudor de sus manos en su delantal antes de dirigirse hacia la oficina de Keren.
El camino hacia el despacho del CEO parecía interminable. Cada paso se sentía más pesado que el anterior, como si el peso de las decisiones futuras la estuviera aplastando antes de siquiera pronunciar una palabra.
Al llegar a la imponente puerta de madera, respiró hondo y tocó con suavidad.
—Adelante —se escuchó la voz profunda de Keren desde el otro lado.
Emma abrió la puerta y entró con pasos vacilantes. Keren estaba de pie junto a la ventana, con las manos en los bolsillos, mirando la vista panorámica de la ciudad. La luz del sol se reflejaba en los cristales, haciendo que su figura se viera aún más imponente.
—Emma —dijo Keren, sin girarse—. ¿Cómo está tu madre?
La pregunta la tomó por sorpresa. No esperaba que él comenzara con algo tan personal. Respiró hondo y trató de sonar lo más neutral posible.
—Está mejor, gracias —respondió ella—. La operación fue un éxito.
Keren asintió, aún sin mirarla. El silencio en la sala era casi insoportable, como si ambos estuvieran esperando a que el otro hablara primero.
Finalmente, Keren se giró y caminó lentamente hacia su escritorio, sentándose con calma y cruzando las manos frente a él.
—Me alegra escuchar eso —dijo en un tono bajo—. Ahora, vamos al tema que realmente importa.
Emma se tensó. Sabía que llegaría este momento. Las palabras de Keren resonaban en su cabeza desde el día en que pagó la operación de su madre: "Toma una decisión pronto". Ahora no había más tiempo para escapar.
—Supongo que ya sabes por qué te mandé a llamar —continuó él, con su mirada fija en ella—. Quiero saber si has tomado una decisión respecto a mi propuesta.
El corazón de Emma latía con fuerza en su pecho. Había pasado noches sin dormir, pensando en esto, en las consecuencias, en lo que estaba en juego. No quería aceptar, pero tampoco podía ignorar lo que Keren había hecho por su madre. El peso de la deuda emocional era demasiado grande.
—Lo he pensado mucho —comenzó ella, tratando de mantener la voz firme, aunque sus manos temblaban—. Y… acepto tu propuesta.
Keren alzó una ceja, como si no estuviera sorprendido pero sí satisfecho de escuchar la respuesta.
—¿Aceptas? —preguntó, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Estás completamente segura de lo que estás diciendo, Emma?
Ella asintió lentamente.
—Sí —respondió, aunque su estómago se revolvía—. Haré lo que me pides.
Keren la miró fijamente durante unos segundos, evaluando su expresión, su postura, como si tratara de leer cada uno de sus pensamientos. Luego, se recostó en su silla, dejando escapar un suspiro casi imperceptible.
—Sabía que tomarías la decisión correcta —dijo en tono triunfal—. Pero antes de que procedamos, quiero que entiendas algo. Esto no es un juego, Emma. Si aceptas, no hay vuelta atrás. Tendrás que seguir mis términos al pie de la letra.
Emma lo miró, sintiendo que cada palabra de Keren se clavaba en ella como un peso adicional. Sabía que él controlaría cada aspecto de este "acuerdo", y eso la aterrorizaba, pero también sabía que no tenía otra opción. Su madre necesitaba cuidados continuos, su hija dependía de ella, y el trabajo de limpieza apenas era suficiente para mantenerlas a flote.
—Entiendo —dijo finalmente, con la voz apenas audible.
Keren se levantó de su silla y caminó hacia ella, deteniéndose justo frente a Emma, mirándola a los ojos con intensidad.
—Entonces es un trato —dijo, extendiendo su mano hacia ella.
Emma lo miró por un momento, sintiendo el frío metal de las cadenas invisibles que ahora la ataban a él. Dudó, pero finalmente tomó su mano, cerrando el acuerdo con un apretón que sellaba su destino.
El contacto con la piel de Keren fue breve, pero bastó para que ella sintiera la fuerza de su poder. No era solo el dinero, sino el control absoluto que ahora tenía sobre ella.
—Te llamaré para ultimar los detalles —dijo él, liberando su mano y volviendo a caminar hacia su escritorio—. No quiero que te preocupes por nada más que cumplir con tu parte.
Emma asintió en silencio y giró para salir de la oficina. Mientras lo hacía, sentía una mezcla de alivio y angustia. Había hecho lo necesario para asegurar el bienestar de su madre y su hija, pero a un costo altísimo: su libertad.
Antes de que pudiera cruzar la puerta, la voz de Keren la detuvo.
—Emma —la llamó, y ella se giró una vez más—. No te equivoques. Esto no es un favor. Espero que cumplas con todo lo que se te pida.
Emma asintió una vez más y salió de la oficina, dejando atrás no solo el despacho de Keren Lombardi, sino también una parte de sí misma que, quizás, nunca recuperaría.