Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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¿Qué está mal contigo?
No pude ir a la cafetería. Estaba perdida.
No sabía si era porque mi sentido de orientación era nulo o porque no sé leer un mapa, la cuestión es que terminé llegando a un edificio solitario rodeado de árboles gigantes y flores. Pronto escuché el ligero sonido de un saxofón, no era un sonido dulce ni siquiera armonioso para los oídos, era todo lo contrario.
— ¿A quién están tratando de torturar? ¿Quién me quiere matar? ¡Mis oídos! ¡Mis oídos!
Tras decir aquello giré sobre mis talones intentando escapar de semejante tortura. Pero ni siquiera pude dar un paso antes de que el sonido que parecía las campanas de la muerte se detuviera.
— ¿Quién está ahí? — cuestionó una voz suave y angelical que se sintió como música para mis oídos luego de semejante tortura. Por lo que me quedé un poco más tratando de sanar mis oídos.
— Un gato, miau — bromeé girando sobre mis talones con curiosidad mientras observaba a la persona delante de mis ojos.
— ¡Un ángel! — exclamé con sorpresa — ¿Acaso morí? — me cuestioné mientras me llevaba una mano al corazón.
Si estaba exagerando, pero déjame decirte que la belleza del joven delante de mis ojos merecía todo tipo de exageración.
El chico delante de mis ojos definitivamente debía ser un ángel, sus cabellos eran de un color rubio perla casi blanquecino, su piel era de un color pálido, sus ojos de color celeste muy diferentes a los ojos de Asther, dentro de los ojos de este chico se encontraba el más hermoso cielo que jamás haya visto. Parecía sacado de un Manga Shoujo. Se veía tan irreal como si no perteneciera a este mundo.
Ahora que me daba cuenta parecía ser uno de los chicos, esos únicos y detergentes, esos que eran intocables, como estaba distraída no le presté especial atención a sus apariencias.
— ¿Qué está mal contigo? — cuestionó con las mejillas enrojecidas —. Te escuché dijiste que mi música era una tortura para los oídos. No importa cuánto me alabes no te dejaré en paz. Deberías saber que soy uno de los músicos más reconocidos de este reino, he ganado muchos premios, mi voz ha sido galardonada por tres años consecutivos. ¡Tres años!
Bueno, eso era asombroso, después de todo, no podía criticar su voz, era hermosa y celestial. Pero dudaba que haya ganado algún premio con su método de tocar el saxofón al menos que todos tuvieran los oídos enfermos.
Fruncí los labios mientras pensaba en como arreglar mis anteriores palabras para tapar el hoyo que había cavado con mi gran boca. Después de todo, por las palabras de Esther, este joven de mirada angelical y de actitud dulce no era alguien simple, su identidad era muy especial en este lugar. Pero, realmente no podía adaptarme a ser precavida con mis acciones y palabras por temor a que me manden a la horca al ofender a alguien importante.
Sé que alguna vez desee vivir en la edad media, sin embargo, me doy cuenta de lo difícil que sería estar en esa época para alguien de la actualidad, no hablemos de la etiqueta, solo con no poder expresar mis ideas ya me sentía asfixiada.
— Me disculpo si mis comentarios te hirieron. Creo que fui descortés. Sin embargo, no puedo mentir, no importa lo hermosa, angelical, dulce y linda que sea tu voz, no tienes talento con el saxofón. Apestas en eso.
El chico ángel infló sus mejillas asemejándose a una ardilla por lo que me dieron unas inmensas ganas de tocarlas. Él se veía tan tierno como un cachorrito, sus ojos parecían lastimeros como si en cualquier instante se iba a echar a llorar. Por un breve momento me sentí un mal por haber criticado su música. No sabía, pero él despertaba mi instinto maternal y eso que no tengo hijos, no, espera, mi gato puede contar como mi hijo.
— ¿Descortés? ¿No tengo talento? ¿Quién eres? ¿Acaso tú tienes talento? — cuestionó con las mejillas sonrojadas. — Todos dicen que mi música es hermosa, solo algo abstracta. Debes estar enferma de los oídos.
Al escuchar sus ridículos comentarios, incluso más ridículos que los pensamientos que rondaban mi mente la mayor parte del tiempo, no pude evitar olvidar que el joven delante de mí no era alguien a quien podía ofender.
— ¿Abstracta? ¿Acaso es pintura? ¡Tus oídos son los que deben estar mal! El bello de Beethoven estaría triste por tus comentarios.
— Tú… tú eres tan mala. No me gustas. No me gustas — se quejó.
— Solo estoy diciendo la verdad.
El chico ángel me miró con ojos llorosos, herido por las críticas que salieron de mi boca. Pero no sabía la razón exacta, por la que lo quería seguir molestando, tal vez porque era divertido ver su cara. Las expresiones en su rostro eran tan ricas, como si fuera un libro abierto, ya sea la ira, la alegría, la vergüenza o la tristeza. Todo estaba escrito en su cara. Por lo que no pude evitar preguntarme cómo podía verse tan puro, como si en su vida todo estuviera bien, como si hubiese sido bañado con amor desde el momento en que nació.
Aunque suene ridículo esa fue la sensación que me dio.
— Mi música es buena — murmuró no tan convencido, luego como si estuviera recordando algo, me miró como si en cualquier momento se pudiera echar a llorar, lo que me hizo sentir como si estuviera acosando a un niño — ¡Lo sabía! ¡Todos me mintieron! Ahora entiendo por qué siempre traían tapones en sus oídos. Son tan crueles — explotó mientras dejaba caer su saxofón.
¡Wow! ¿De dónde había salido este joven con corazón de doncella? Si alguna vez hubiera tenido un hermano, me gustaría que sea como él. Dulce y lindo. Sentí que mi vida hubiera sido mucho más divertida teniendo a alguien como él.
— Hay bastante margen de mejora — cuando escucho esto sus ojos que parecían que en cualquier momento iban a derramar lágrimas está vez me miraron con expectación, sin embargo, después de que escuchó mis siguientes palabras su expresión se desinfló por completo. — No te deprimas, quizás en unos cien años puedas tocar alguna pieza en un nivel excepcional. Además tu voz sigue siendo genial.
— Tú… solo estás jugando conmigo. Ya no me molestes más.