Graciela Sáenz una joven de 20 años que despierta en la cama de un extraño y años después tiene que volverlo a enfrentar con una realidad que unirá sus mundos.
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Desde el día en que me di cuenta de que tendré dos bebés, más cosas han cambiado un poco. Decidí tomarme un tiempo en casa para mí. Ha sido mucho por asimilar, y aunque hoy es mi mayor felicidad, no niego que hubo días grises en mi historia.
He estado un mes en casa y no, no me he quedado sin hacer nada. Tomé la decisión de trabajar desde casa, y como soy la consentida por el momento antes de que nazcan los bebés, decidí aprovecharlo. Creé una especie de mini pastelería en la planta baja de la casa, y ahí me dedico a decorar los pasteles y sacar los pedidos lo más pronto posible. Este tiempo me ha servido para estar en paz y dejar de pensar que en algún momento me encontraré a ese hombre de nuevo. Su parecido era tanto que intento pensar que no era él, pero muy en el fondo sé que sí.
Mi compañía la mayor parte del tiempo ha sido la Nana y LeBron, ya que todavía no termina con su proyecto en la ciudad. Pues LeBron es arquitecto, y aunque todo el tiempo no está conmigo, su trabajo le da el espacio para pasar la mayor parte de él conmigo. Este mes he tratado de unirlo con Carla. Ella me parece una tan hermosa persona y es un ciego al no ver a la hermosa mujer que está dejando escapar por ir detrás de un amor no correspondido. Se la pasa hablando de la casa que desea construirme. Se ha dedicado a crear planos y digitalizarlos. Intento ignorarlo cada vez que esto sucede, pero no se me escapa cuando lo hace frente a Carla, y veo cómo los ojos de esta se apagan. Para mí, solo es una bonita amistad, casi como mi hermanito mayor, y sé que no será más que eso.
El día de hoy tengo consulta prenatal con Carla, y no pude evitar que toda la pandilla me acompañara nuevamente. La verdad, estos chiquitines no dan más que hacer solo cuando tengo hambre, escuchan la voz de estos personajes, o paso por un lugar donde huele delicioso, claro está a comida. Sus patadas cada vez son más fuertes, lo cual me alegra y tranquiliza. Creo que es porque se están quedando sin espacio, porque cada vez están más enormes, y yo con ellos.
No pude evitar rechazar la invitación de Fiore a la pastelería, pues estaba más cerca que nuestra casa, y la verdad sí tenía hambre, y mucha. Ya que no podemos salir sin antes ingresar a alguna tienda de bebés y comprar algo. La cantidad de cosas que hay en casa no la pueden imaginar. Creo que tendrán que marcharse todos de ella para acomodar todo lo de los bebés, porque es exagerada. Fiore se ha encargado de que tengan ropa hasta la secundaria como mínimo.
Apenas llegué a la pastelería, fue como si hubiera llegado el presidente. Tenía tantos brazos sobre mí que era sofocante, pero a la vez cálido. En toda mi vida nunca me había sentido tanto en casa como ahora. Tenía amigos y una familia que me amaban y apoyaban. Esta familia no era de sangre, pero no necesitaba serlo. Bastaba con el amor que nos teníamos.
Dos horas después, parecía que fuera a rodar, pero no por estar embarazada, sino por la cantidad de pasteles que había comido. Buscaban consentirte cada que podían. Me enseñaban los sabores nuevos y, claro está, no podían faltar los de chocolate y nuez que sin duda eran los favoritos de mis hijos, por como se movían en cada bocado que daba, y los míos también.
Al poco rato de embutirme el último trozo de cupcake de chocolate y nuez, salí corriendo al baño. Entre comida y risas había aguantado mucho las ganas de orinar, y las embarazadas sabemos lo que es eso. Cada lugar que visito, lo primero que tengo que divisar es el baño y buscar sentarme lo más cerca de él.
Lamentablemente para mí, los de la planta baja estaban ocupados, y lo que menos quería era subir escaleras. Pero ya, mi vejiga no aguanta una hora más de líquido. Así que sí, más suerte. Me dirigí a la zona VIP donde todo sucedió aquella vez. Me sorprendió ver que estaba vacío, pero debía ser que tendrían una reserva lo bastante jugosa, y sería más tarde. Así que debía apurarme y salir, ya que no tenía nada que indicara que trabajaba aquí, y no quería que me viera algún cliente y se disgustara.
Para cuando salía del baño, era la mujer más feliz. Había comido hasta cansarme, logré ir al baño, y mi vejiga estaba agradecida con eso. Estaba un poco atareada, ya que yo, siendo tan poco práctica en la vida, había escogido un vestido con amarre de cintas en la parte de atrás. Así que quitarlas era algo fácil, pero en colocarlas para mí era otra cosa. Pero yo, con ganas de verme como una embarazada top, no lo pensé mucho a la hora de escoger el vestido. De verdad es hermoso en color palo de rosa, pero mi alegría se desvaneció más pronto de lo que pensé. Ahí frente a mí, mirándome fijamente al rostro, se encontraba él. El hombre que había ocasionado todo esto en mi vida. Continuaba con la misma mirada fría, su cabello levemente peinado hacia atrás, una barba pronunciada pero bien marcada, su traje negro hecho a la medida, y un perfume que estaba volviendo locas mis fosas nasales. Pero no porque me atrajera, sino porque, de lo fuerte que era, me estaban dando ganas de vomitar.
Ahí estaba la vida que tanto me ama de nuevo con sus juegos.