Scarlett Donovan es la joven típica que siente que debe ser perfecta, siempre guardando la etiqueta y comportándose a la altura de las expectativas. Su prometido Gianluca Vitale, hijo de una familia influyente en la sociedad Pero que se ve opacado por el desempeño de su tío Massimo. Pero la vida de Scarlett cambiará de un momento a otro cuando descubra el engaño de su prometido y mejor amiga, lo cual la terminara devastando, Pero también la despertara de ese sueño donde la vida es perfecta y la llevará a la vida real. ¿Que hará Scarlett para vengarse? Massimo también ha sufrido una decepción amorosa y odia a las mujeres debido a esto. ¿Que pasará?
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Capitulo 11
Scarlett, en su oficina, estaba sepultada en montones de documentos, pero nada que pudiera utilizar para salvar a su clienta de la cárcel. Una de las posibilidades era hablar con el dueño para llegar a un acuerdo mutuo sin tener que terminar el pleito en la corte, pero Scarlett no quería ir con Massimo para darse por vencida. Sin embargo, ella debía darle todas las opciones a su clienta. Por esto, ante ella estaba Clara, quien la veía con expectación.
—Señora Clara, el caso es complicado. Sin embargo, estoy haciendo hasta lo imposible para que salgamos victoriosas —Scarlett suspiró—. Pero también es mi deber como profesional darle todas las opciones, por lo que le diré que solo tiene dos: terminar con el juicio y esperar encontrar pruebas suficientes para ganar el caso o pedirle al abogado de la parte acusatoria y llegar a un acuerdo mutuo.
Scarlett esperaba que la mujer dijera que no, pero sus esperanzas murieron al ver lo desesperada que estaba.
—No soy culpable, pero también soy consciente de que es imposible ganar este caso. Haga lo que tenga que hacer, y si no aceptan, pues terminemos con el juzgado —dijo la mujer con un poco de desesperanza.
—Bien, le diré a mi secretaria para generar una cita con el abogado Massimo —respondió Scarlett.
—Massimo Vitale es el mejor abogado de la ciudad. Sé que lo tiene bastante complicado —dijo la mujer con una sonrisa triste.
—Massimo sí es un buen abogado, pero no el mejor; eso fue mientras yo no estaba en Milán —le dijo Scarlett con autosuficiencia.
La mujer sonrió, segura de que la joven era muy buena abogada y confiada.
—Haga lo posible por ganar.
La mujer se marchó, dejando a Scarlett un poco pensativa. Luego tomó su teléfono y marcó.
—Yina, marca al señor Vitale y dile que organice una reunión de mutuo acuerdo para nuestros clientes —luego colgó.
Volvió nuevamente a su trabajo, necesitaba averiguar cómo ganar si el acuerdo no salía. Cinco minutos después, su secretaria ingresó con timidez.
—Señorita Donovan —llamó con cuidado.
—Habla, Yina —le dijo sin voltear a verla.
—Bueno, verá, yo le llamé al señor Massimo. Me contestó su secretaria, pero luego fue él quien habló conmigo —dijo la joven mientras movía su lápiz de un lado a otro.
—Yina, ve al grano.
La chica asintió.
—Listo, pues él dijo que si usted deseaba una reunión, debía presentarse en su oficina y pedírselo personalmente —soltó la joven de una vez.
Scarlett levantó la mirada.
—¿Qué?
—Que el señor...
—Eso ya lo escuché. En realidad, esa pregunta no era para ti... —la joven soltó todo el aire mientras sonreía. Si Massimo quería jugar, entonces jugarían juntos.
—Dile que no iré.
—Dijo que si se negaba, le recordara que debe hacer todo lo posible para que su clienta tenga todas las opciones disponibles.
Scarlett dejó la hoja en el escritorio, pensó un momento y decidió que lo mejor era ir, aunque esperaba no encontrarse con aquella escoria de Gianluca. Esa empresa no le traía sino solo malos recuerdos, pero ella estaba dispuesta a superarlos todos.
—Bien, puedes retirarte. Ya me encargaré yo personalmente.
La joven secretaria dio media vuelta para marcharse, pero a mitad de camino se volvió.
—Señorita Scarlett, usted es más fuerte que él. Dele donde más le duele y gane este caso —le dijo mientras levantaba su mano derecha en un puño.
Scarlett sonrió.
—Por supuesto que lo haré.
La puerta se cerró y Scarlett tomó su abrigo.
El aire fresco la golpeó directo en la cara. Sacó las llaves del coche y arrancó.
Fuera del edificio Vitale, Scarlett tomaba aire, cogió su maletín y bajó del coche ante la atenta mirada de algunas personas.
Scarlett llevaba una falda ejecutiva negra, una blusa color crema, junto a su chaqueta de color negro y sus botas altas del mismo color.
Al ingresar al lugar, algunos empleados la quedaban mirando, pero por sus rostros Scarlett sabía que no la reconocían, no como la exprometida de Gianluca. La joven subió al ascensor, donde había unas mujeres charlando y criticando a todas las mujeres. Scarlett oprimió el último botón del piso donde se encontraba presidencia, por lo que las chicas solo se miraron y cuchichearon, como si Scarlett no las escuchara.
—Va a presidencia.
—Sí, el presidente la sacará a patadas. Él nunca ha aceptado mujeres en su oficina, siempre las saca a los pocos minutos —decía la otra.
—¿Recuerdas a la que sacó por los brazos mientras le gritaba?
—Claro que lo recuerdo, ese hombre no tiene corazón.
—Dicen que, a pesar de tener aventuras con tantas mujeres, a ninguna besa en la boca.
—Sí, también escuché que lo hace porque eso ya suena algo romántico, y él no quiere nada romántico.
Las puertas se abrieron y las dos mujeres salieron mientras continuaban con su charla.
—No fueron nada sutiles —susurró Scarlett mientras cerraba las puertas del ascensor.
Al llegar, siguió hacia la única oficina de aquel piso, pero una mujer de inmediato le dijo algo con desdén.
—El presidente no recibe visitas y menos de mujeres —le dijo mientras continuaba en su teléfono.
—Yo no soy cualquier mujer —respondió Scarlett.
—Lo mismo que dicen todas.
—¿Sabes qué es lo que más odio aparte de los motociclistas cuando se pasan el semáforo en rojo? —la mujer solo la miró con fastidio—. Que me comparen con el resto del mundo. Ellas y yo no somos iguales. Ahora, si me disculpas, debo ir con el presidente Vitale.
—Pues va a tener que aguantarse, porque el señor Vitale no recibe visitas, menos a usted —la mujer salió impidiéndole el paso a Scarlett.
—Tu jefe se enojará si no me dejas pasar, y yo perderé la cabeza si no te quitas de inmediato —le dijo Scarlett, quien estaba agotando la poca paciencia que tenía.
—Mire, lo mejor es que se vaya antes de que pase vergüenza con Massimo —dijo la mujer.
Scarlett notó de qué se trataba esto, una secretaria enamorada de su jefe, por lo que sonrió. Massimo sería solo de ella y de nadie más. Esa posesividad la sorprendió un poco, pero no le prestó atención; quizás se debía a su propósito de enamorar a Massimo.
—¿Tengo cara de ser una de sus amantes? —le preguntó con burla Scarlett—. Por supuesto que no es así, yo no soy una más del montón.
Le dijo la joven, pero aquella secretaria no pensaba dejarla pasar. Scarlett, harta, solo se dirigió hacia la oficina, sin importarle que la joven la trataba de mantener afuera, aferrada a su brazo. Scarlett la arrastró hasta la puerta, pero no podía abrir ya que la mujer estaba en toda la mitad. De repente, la puerta se abrió y un enojado Massimo se asomó.
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