— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes igual a los míos me hacen sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
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No voy a regresar.
Luke.
Por supuesto que iba investigar, no por qué ella lo quisiera, lo haría para tener pruebas de su crímen, para amenazarla en el futuro.
— ¿Me llamo señor?
— Necesito que te ocupes de algo.
— ¿Qué?
— Investiga lo que pasó la mañana que Lidia quiso envenenar a Layla. Quiero saber que hizo en días anteriores, con quién hablo, con quién salió. Si hay cámaras de seguridad también quiero las grabaciones. Hazme un expediente sin saltarte un sólo detalle.
— Si señor. — Vamos a ver qué tan inocente eres cuñadita. Seguí bebiendo mi copa de vino. Mañana puedo preocuparme por hacerla regresar. Quiera o no va a regresar, mi hijo la necesita.
— Papi, ¿dónde está mami? — Abrí los ojos cuándo escuché la voz de Byron, el mañana que creí lejano llegó más rápido de lo previsto.
— Ella se fue a la universidad.
— ¿Y por qué no se despidió de mi?
— Tenía una clase muy temprano.
— ¿Desayuno?
— Supongo que si. No te preocupes. — El dolor de cabeza me estaba matando, no recuerdo la última vez que bebí así, creó que fue cuándo Layla murió.
¿Qué me llevo a tomarme una botella entera? No lo entiendo.
Lidia.
Debí imaginar que mi tranquilidad no duraría mucho tiempo, pronto tuve a Byron y su padre en mi universidad, las cosas serían complicadas ahora que estoy saliendo con Joseph, ¿cómo le voy a explicar que el hijo de mi hermana me llama mamá? Qué vivía en esa casa no cómo empleada, si no cómo madre de mi sobrino.
— Mami, ¿por qué no has ido a casa?
— No voy a regresar.
— ¿Por qué?
— Pregúntale a tu papá.
— El dice que te fuiste por gusto.
— Tiene razón, no me gusta vivir bajo el mismo techo que el.
— ¿No lo quieres?
— Mis sentimientos por el son lo contrario al cariño. — Quise no sonar amargada, pero fue inevitable. — Lo siento Byron, tu papá y yo no nos llevamos bien. Lo más sano es que yo viva en mi casa y el en la suya.
— Pero...
— Te visitaré, y puedes visitarme, por favor entiende. Se un buen niño y entiende. — El asintió.
Menos mal. Yo no quería regresar a esa casa. No quería pasar los días viendo al hombre que odio. Voy a terminar enferma si sigo así.
— Preciosa. — Joseph me abrazó delante de los hombres. Note el disgusto en Byron, pero el tiene que acostumbrarse a verme con otro. Su papá y yo nunca vamos a estar juntos. Ni el ni yo tenemos sentimientos por el otro.
— Byron el es Joseph. Mi... — No podía presentarlo cómo mi novio, todavía no lo era.
— Soy su novio. — Le extendió la mano a Byron. — ¿Tú eres? — Mi sobrino lo vio de pies a cabeza. Su desagradó por Joseph fue muy evidente. — Es un muchacho serio.
— Mami ya me voy. Te visitaré con papá.
— ¿Tienes un hijo? — Joseph me vió sorprendido.
— ¿Eres su novio y no sabes eso? — Luke se burló.
— Te lo explicaré más tarde. — Besé las mejillas de Byron. — El sábado puedes ir a mi departamento, haremos galletas. ¿Qué opinas?
— Si. Si quiero.
— Muy bien. — Tomé la mano de Joseph entre la mía. La sorpresa llegó a su rostro. — Vamos. — Camine de la mano con el mientras todos nos veían como a una pareja de extraterrestres. Ignore la mirada de desconcierto, lo lleve a la cafetería y solté su mano.
— ¿Y bien? — Su semblante me exigía una explicación. Tenía que dársela.
— Byron es mi sobrino. Su madre murió hace unos meses y el me llama mamá por mi parecido con ella. Éramos mellizas.
— ¿Tu y la esposa de Luke?
— ¿La conociste?
— Nos movemos en el mismo círculo. Claro que la conocí. Fue en una fiesta hace un año y medio. Pero jamás me pasó por la cabeza que tú y ella... Es decir tu apellido.
— No te daré contexto de lo que sucedió. Te dije lo que tenías que saber y creó que es suficiente. — No estoy lista para entregar mi confianza y debilidad a nadie. Lo único que quiero en éste momento es empezar algo que no tenga fecha de caducidad.
Quiero enamorarme, pero las alarmas en mi cabeza siguen gritándome que debo ir a pasos de tortuga recién nacida.
Luke.
No puedo explicar lo incómodo que me sentí cuando vi a Lidia con ese tipo.
Realmente no debería importarme lo que ella hace, pero me importa, no quiero que mi hijo salga lastimado.
El sábado pasado se quedó con ella a dormir. Lidia no se tomó la molestia de informarme con tiempo. Lo fui a recoger a las nueve de la noche, estaba completamente dormido en la cama de su tía.
Le reclamé por hacerme ir en vano, igual que siempre, me vio con despreció y cerró la puerta echándome de su mugroso cuchitrin.
— Señor. — Gire mi silla para ver a mi asistente. — El detective James está aquí.
— Hazlo pasar. — Ella se retiró moviendo las caderas de un lado al otro. Su redondo trasero me provocó algo en la entrepierna. Llevo meses sin sexo. Cualquier falda me hace daño. Me acomode en mi lugar y espere al detective. — ¿Qué investigaste?
— No sé si sean buenas noticias, pero son noticias. — Siento que no me va gustar lo que contiene la carpeta.
— Quiero un maldito resumen ahora. — El mantuvo la compostura. A pesar de mi voz demandante.
— Investigue todo desde un mes atrás. La última persona con la que habló la señorita Lidia fue quién enterró a su Nana.
— ¿No hablo con nadie en el entierro?
— Aparte de ella y el enterrador no había nadie. — Vi las imágenes y era verdad. Ella estaba vestida de negro, con un semblante triste y pañuelos en sus manos. — Después de eso volvió a casa y según las sirvientas no salió de su estudio en semanas. Hasta el día del incidente.
— ¿Entonces ya tenía la porquería que le puso a Layla en su bebida? ¿Quién se la vendió?
— La señorita Lidia no puso nada en la bebida.
— ¿Qué?
— Por fortuna su suegro guarda todas las cintas de seguridad. Conseguí la de ese día. — En la cocina se veía a Lidia sirviéndose limonada, Layla llegaba con ella sonriente, le decía algo, Lidia se enojaba y Layla le arrebataba la bebida. — Lo ve, no hay nada. La señorita Lidia no es responsable de lo que se le acusó.
Mi mente lo sabía. Pero mi corazón la seguía culpando. Ella tenía que ser culpable, algo se le pudo haber escapado al detective. No me quedé conforme con eso.
— Investiga quién quiso matar a mi hijo. — Lidia podía tener un cómplice.