Estuve diez años casada con el amor de mí vida, aún sabiendo que el amor de mí vida, amaba a mí hermana.
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Capítulo 11
...Aspen....
Comencé a preparar algunas recetas fáciles para cuando estrenara mí tienda.
Algo sencillo, así como sandwiches; varios tipos de pastas; pasteles; sopa y algunas ensaladas.
No puedo empezar con mucho porque él lugar es pequeño.
Además, tengo que ir despacio para así poder tener algunos clientes regulares.
Mientras preparaba algunas de las comidas en mí casa para practicar, el timbre sonó.
Me sorprendí ya que no esperaba visitas.
Abrí la puerta, encontrándome con unos ojos oceánicos que me observaban con melancólia y una pizca de arrepentimiento.
—¿Eh? –Dije con incredulidad–. ¿Aziel? ¿Qué haces aquí? –Me crucé de brazos, molesta–.
Él rascó su nuca, mirando al suelo.
Respiró hondo y dijo.
—Yo... –Dudó–. Quería venir a visitar a Calen, espero que no te importe. –Me observó–. No contestas mis llamadas, así que no tuve más opción que venir aquí. –Señaló–.
Suspiré sin poder refutar.
Era cierto, de hecho, silencié su número de contacto ya que estaba harta de todas sus preguntas molestas.
—Bien, supongo que puedes entrar. –Me hice aún lado, dándole acceso a mí casa–.
Él ingresó, dirigiéndose a la sala de estar.
—¡Calen! –Grité, llamando a mí hijo–. ¡Ven, amor, papi vino a verte!
No pasó mucho tiempo cuando ambos lo oímos correr hacia nosotros.
—¡Papi! –Nuestro hijo exclamó, arrojándose sobre su padre, quien casi cayó al suelo por la acción de Calen–.
Aún así, no se molestó. Al contrario, rió y acarició el cabello de Calen, quien lo observaba con ojos inocentes.
—¡Hola, campeón! –Sonrió, abrazándolo–.
No importa cuánto odie a Aziel, siempre me fascina ver cualquier interacción que tenga con nuestro hijo.
De repente, levantó la vista y sus ojos se posaron en los míos.
Como si estuviera tratando de encontrar las palabras que nunca antes dijo.
Mí ritmo cardíaco aumentó y la tensión se volvió asfixiante.
Aclaré mí garganta, obligándome a mirar a Calen, quien nos observaba con confusión y curiosidad.
—Amor, mami irá a seguir cocinando. –Le informé– Quédate a jugar con papá, ¿De acuerdo?
Mí pequeño asintió, aferrándose a su padre.
—¡Sí, mami!
Así regresé a la cocina a continuar con mí tarea anterior.
Aunque ya no podía concentrarme en nada.
Todo lo que quería era regresar a la sala, observar al que alguna vez fue mí esposo.
Estaba mal, lo sé.
Soy una idiota, lo tengo claro.
Pero, no es fácil olvidar al hombre que he amado por más de diez años.
Mientras me encontraba pérdida en mis pensamientos, Calen me regresó a la tierra.
—¡Mami! ¡Mami! —Posé mis ojos en mí niño–. ¿Puede papi cenar con nosotros hoy? –Preguntó con entusiasmo e inocencia–.
—¿Eh? Bueno... –Levanté la vista y vi a Aziel apoyado sobre el marco de la puerta, observándonos–. No creo que papi quiera quedarse a cenar, amor. –Hablé suavemente–. Seguramente prefiera ir a casa con su prometida y cenar con ella. –Acaricié la mejilla de Calen–. ¿No es así, Aziel? –Mis ojos se posaron en los de mí ex-marido, él sostuvo mí mirada sin dar marcha atrás–.
Pude notar como en aquél rostro estoico comenzó a aparecer una sonrisa sutil.
—En realidad... Me encantaría quedarme a cenar ésta noche, si no te importa, claro. –Contraatacó–.
¿Acaso había escuchado mal?
El hombre que nunca compartió la mesa conmigo en diez años de matrimonio, ¿De repente quiere quedarse a cenar en mí casa?
¿A qué demonios estaba jugando?
—No me parece correcto que dejes sola a tu novia en casa. –Insistí–.
—No creo que le importé que me quede a comer con mí hijo y su madre. –Se mantuvo firme–.
Podía sentir la irá subiendo por mis mejillas.
Quería gritarle por su repentino cambio de actitud pero, Calen agarró mí mano, dirigiendo mí atención hacia él.
—Por favor mami... Sólo hoy... –Suplicó, con esos ojitos de cachorrito que sólo él sabe hacer–.
Solté un suspiro de derrota y ambos malditos sonrieron sabiendo que habían ganado.
—¡Pero terminas de comer y te largas! –Hablé por lo bajo, sólo para que Aziel escuchara–.
Él rodó los ojos.
—Sí, sí... Eres una mandona, mujer. –Vimos como Calen regresaba a la sala a jugar–
—Sí, y tú un cabrón. Pero supongo que eso ya lo sabés. –Le dí la espalda, regresando a cocinar–. Ya vete con nuestro hijo antes de que te...
Sentí su cuerpo duro detrás del mío, empujándome contra la encimera.
Dejé de respirar.
Podía sentir mis mejillas ardiendo y mí ritmo cardíaco había aumentado notablemente.
—¿Qué demonios hacés? Quítate de encima, Aziel Bradford. –Ordené, pero él no se inmutó–.
Sus manos se posaron en mis caderas, comenzando a trazar suaves círculos por encima de la tela.
Me retorcí, pero me mantuvo en mí lugar.
—No respondes mis llamadas. –Susurró contra mí oído, haciéndome estremecer–.
—Sí, quizás sea porque no quiero hablar contigo, imbécil. –Intenté zafarme de su agarre, pero fue imposible–.
—¿Por qué me hablas así? Mí esposa nunca me ha hablado de ese modo.
Con eso lo perdí, volteé y lo abofeteé, dejando la marca de mí mano sobre su mejilla.
Él quedó incrédulo y retrocedió, tocando el lugar dónde lo golpeé.
Podía sentir la rabia corriendo por mis venas, listas para explotar.
—¡¿Tú esposa?! No me hagas reír. ¡¿Alguna vez me trataste cómo tal?! ¡NO! –Grité–. Todo lo que recibí de ti en diez años fue desprecio, frialdad e indiferencia de tu parte. ¡ASÍ NO SE TRATA A UNA ESPOSA! –Exclamé, sintiendo mis ojos arder por las lágrimas contenidas que amenazaban con salir–.
Él me observó con arrepentimiento.
—Aspen... –Dió un pasó más cerca, acortando la distancia que nos separa–. Lo sé, fuí un imbécil contigo y no tengo palabras para explicar porque lo hice. Sólo puedo decirte, lo lamento tanto... –Su mano se posó en mí mejilla, como aquélla noche hace diez años–.
Me acarició con suavidad y sumo cuidado, como si tuviera miedo de romperme.
Mis lágrimas comenzaron a caer ante aquélla acción pero, aún así, me mantuve firme.
—¿Qué es exactamente lo que lamentas, Aziel? ¿Haberme tratado como basura durante nuestro matrimonio? –Aparté su mano de mí rostro–. ¿O acaso es el hecho de que apenas Dakota regresó, me pediste el divorcio y te comprometiste con ella? –Solté con veneno–.
Pude verlo, el dolor en sus ojos ante el recuerdo de sus acciones.
Pero, no iba a dar marcha atrás.
Porque a mí ya no me sirve un <
Me sirven las acciones.
Y sus acciones sólo han demostrado que nunca me amó.
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no supo valorar lo que tenía a su lado