Lorena siempre ha amado a su esposo, ha sido su único amor desde la época de la escuela; sin embargo, ha descubierto algo terrible.
¿Podrá Lorena soportar todo y volver a empezar?
Gabriel lleva cargando por años una culpa que no logra superar; se muestra frío y distante para que no descubran su debilidad; mientras está inmerso en una carrera política que lo podría llevar a la presidencia.
¿Podrá algún día volver a amar?
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8. Un poco de orden
Lorena queda mirando a Augusto, podía notar que no le caía bien, pero no se iba a dejar amilanar con su pregunta, sabía que ella no iba a cambiar su realidad de la noche a la mañana, su error fue dejar todo por Alberto, pero estaba dispuesta a recuperar el tiempo perdido; y no se iba a dejar amedrentar por ese hombre prejuicioso, para alguien que ha perdido todo lo que amaba, el miedo ya no era una opción.
- "Señor, (mirando directamente a Augusto) ¿por qué usa barba?, ¿desde cuándo lo hace?, perdón, perdón, perdón, es una pregunta muy personal, no tiene porque responder. (Mirando a Patricia y Gabriel) Les aseguro que mi vida personal no afectará mi trabajo, tengo muchas razones para demostrar mi profesionalismo, soy consciente de que el trabajo que realice en este lugar sería mi carta de presentación en mi regreso profesional", comentó Lorena serena aunque incómoda.
Patricia hacía una fiesta dentro de ella, esa mujer era perfecta para el trabajo porque no se dejaba amilanar y era precisa para demostrar su punto, necesitaba alguien así para combatir a Augusto; quien hervía de rabia y usaría esa impertinencia para deshacerse de ella, pero cuando iba a hablar, Gabriel se le adelantó.
- "Me parece perfecta para el trabajo, ¿Puede empezar mañana mismo?", preguntó Gabriel.
- "Puedo empezar hoy", respondió Lorena, sin que ambos se dejaran de mirar, ella no iba a desaprovechar la oportunidad que pasaba ante sus ojos.
- "Pero Gabriel...", dijo Augusto completamente disgustado.
- "Una maravillosa decisión, si en verdad no tiene problemas para empezar debería hacerlo desde hoy necesitamos un poco de orden en este lugar, creo Gabriel que debería firmar el contrato de inmediato, iré por Hugo para que lo traiga, para ver si la señorita Castillo está de acuerdo con las condiciones y podamos llegar a un acuerdo armonioso", manifestó Patricia y se dirigió hacia Lorena estirando su mano, "me encantará que pertenezcas al equipo, una voz que nos haga pisar tierra siempre es importante", agregó, Lorena emocionada le dio un apretón de mano.
- "La señora fue muy impertinente conmigo y a nadie pareció importarle", se quejó Augusto.
- "Y se disculpó en el acto, mientras tú no lo hiciste ante tu impertinente pregunta, hablaremos luego, Augusto, esperaré a Hugo con la señorita Castillo, puedes retirarte.
Patricia que se había quedado en la puerta sonrió, era satisfactorio ver ese rostro de frustración en Augusto, quien salió sin poder evitar dar a notar la rabia que sentía hacia la mujer que ha sabido humillarlo sin ser grosera y para colmo con una sonrisa cortés en el rostro. Fue el tío de Gabriel quien había recomendado a Augusto, y aunque en varios aspectos era bueno en su trabajo, tenía bastantes cuestionamientos en su comportamiento; y estaba haciéndose más evidente ante los ojos de Gabriel.
Cuando Gabriel y Lorena quedaron solos en aquella oficina, sintieron una extraña sensación; el silencio entre ambos provocaba un agujero en el estómago, Lorena no sabía que decir, y suspiró de alivio cuando el móvil de Gabriel sonó, quien al notar quien llamaba supuso que de seguro las mellizas habían hecho otra travesura.
- "Disculpe, tengo que atender", dijo Gabriel yendo hacia una esquina, Lorena solo asintió.
Las voces de dos pequeñas traspasaron la distancia y llegaban claras al oído de Lorena; al parecer las pequeñas se habían peleado una con otra, y habían terminado manchando sus vestidos en el colegio.
- "Papá, Samantha malogró mi vestido favorito", lloraba desde el otro lado la pequeña Alexandra, quien parecía no calmarse.
- "Solo se me cayó, lo siento", manifestó Samantha también llorando.
- "Cariño te voy a comprar otro vestido", dijo Gabriel.
- "Yo no quiero otro yo quiero este", replicó la pequeña.
Nadie en la casa de Gabriel parecía calmar a las pequeñas, habían intentado sacar la mancha, pero parecía imposible.
Lorena sintió una opresión en el pecho ante el llanto de las pequeñas, había querido mantenerse en silencio, pero nadie parecía saber qué hacer para calmar a dos pequeñas que se habían visto sobrepasadas con sus acciones.
- "Deberían remojar el vestido en jabón líquido, leche y agua oxigenada por seis horas, y luego lavarlo con jabón líquido y agua, les aseguro que la mancha saldrá", dijo Lorena sin poder resistirse a intervenir.
Las niñas dejaron de sollozar cuando escucharon la dulce voz de Lorena, y se apresuraron a preguntar a su padre quien era, les explicó que era su nueva secretaria. Las niñas se apresuraron a querer saber cómo lucía y sin más la videollamada empezó a ser de cuatro, las pequeñas empezaron a preguntar por su nombre, porque esa señora vista a través de la pantalla del móvil, parecía una mamá de los cuentos de hadas, no las niñeras que parecían querer que hicieran todo como soldados de un campamento militar o al menos eso se imaginaban.
Lorena respondía con una sonrisa y gestos graciosos a las preguntas de dos pequeñas que parecían haber encontrado un hada madrina de carne y hueso. Gabriel mira a sus hijas a través de la pantalla, nadie jamás había causado tanta atención de sus pequeñas; él no sabe que Lorena está llena de amor para unos hijos que no ha podido tener, y emana la más pura ternura cuando está cerca de pequeños, es como si todo ese amor que ella reserva pueda emanar de sí misma y transmitirlo. Las hijas de Gabriel estaban felices y él lo podía notar.
La llamada terminó justo en el momento que Hugo González llegaba con el contrato, Lorena leyó con atención cada una de las cláusulas, su experiencia con Alberto le había enseñado a ser desconfiada. Preguntó algunas cosas, para saber si las había entendido completamente y luego firmó el documento.
Pronto Hugo salió con el contrato, avisándole que pronto vendría Magaly para que le enseñara dónde debía ubicarse, y que esperara un momento más.
Gabriel estiró la mano para cerrar el trato y ella también se la dio, esa sensación de que la persona es alguien especial se pudo sentir, pero ambos se negaban admitir aquello y en sus adentros ella se decía que eran los nervios por empezar algo nuevo, y él se decía que solo era la extrañeza de encontrar una mujer muy diferente a las que había conocido, y además había congeniado con sus hijas con algunas palabras dulces y una sonrisa encantadora.