"He regresado de las profundidades del infierno, un viaje oscuro y tortuoso, para reclamar lo que me pertenece. Soy Lucía Casanova, la única heredera de una dinastía marcada por la traición y el secreto. Mis enemigos pensaron que podían arrebatarme mi legado, pero no conocen la furia que despierta en mí la injusticia. Ahora, con cada paso que doy, el eco de mi venganza resuena más fuerte. ¡El tiempo de la redención ha llegado!"
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Capitulo XI Deseos
Punto de vista de Lucía
No sabía qué me estaba pasando con Dimitri. Últimamente, solo deseaba estar a su lado. Buscaba cualquier excusa para verlo, y sus historias y anécdotas me encantaban. Sin que él se diera cuenta, me quedaba mirándolo, hipnotizada. Su voz ronca me excitaba; su cuerpo bien trabajado, su rostro esculpido por ángeles, y esos ojos oscuros que, cuando se posaban en mí, hacían que mis nervios afloraran. Sus labios parecían invitarme a besarlos. Era un torbellino de emociones que no podía controlar. Llegué a su oficina deseando verlo. Como su secretaria no estaba en su puesto, entré directamente sin anunciarme. Pero me sorprendió verlo conversando con una mujer que le hablaba con demasiada confianza. Algo en mí se agitó al escucharla; sentí rabia solamente de oír cómo esa mujer se refería a él con tanta familiaridad. Quería sacarla de la oficina a empujones, pero no tenía derecho. Dimitri era un hombre libre y muy guapo; podía estar con quien quisiera. Así que tragué mis celos e ignoré a aquella mujer. Cuando ella se fue, Dimitri y yo comenzamos a trabajar juntos. Ninguno de los dos tocó el tema de su visita anterior. Me centré en mi caso y empecé a plantear algunas dudas que tenía, tratando de distraerme de la tensión en el aire. De repente, lo escuché invitarme a salir. Al principio quise rechazarlo; el miedo a abrirme nuevamente era abrumador. Pero una parte de mí anhelaba esa conexión, así que acepté. Sabía que para acercarme a él debía romper la barrera que había levantado para protegerme del dolor. Después del trabajo, volví a mi casa, aquella enorme casa que se sentía tan solitaria y me traía tantos recuerdos del pasado. Recordé a mi madre bajando por las escaleras y sonriendo hacia mí con dulzura, y a mi papá sentado en la sala leyendo las noticias desde su celular. La nostalgia me envolvió y el dolor por haberlos perdido apareció nuevamente como una sombra pesada. Con lágrimas en los ojos, fui a mi habitación y me limpié el rostro, vistiéndome con ropa cómoda; Dimitri había mencionado que no iríamos a ningún lugar exuberante, lo cual fue un alivio porque esos lugares llenos de gente falsa siempre me incomodaban. Fuimos a un restaurante muy acogedor; me encantaba el ambiente cálido y relajado del lugar, y además su compañía era sumamente agradable. “Espero que te guste el lugar”, comentó con una sonrisa. “Me encanta, gracias por traerme aquí”, respondí sinceramente. Pasamos la velada hablando de nuestros gustos y pasatiempos; cada palabra que intercambiábamos tejía un hilo más fuerte entre nosotros. Sentía cómo la conexión crecía mientras compartíamos risas y miradas cómplices. Al terminar la cena, decidí dar un paso audaz: le pedí que me llevara a su apartamento. Quería estar a solas con él; deseaba conocerlo aún más y si la oportunidad se daba, quería besar sus labios. La idea de sentir sus besos era electrizante; quería saber si podrían borrar los recuerdos dolorosos de Sebastián. Vi su cara de sorpresa ante mi petición; en ese instante el tiempo pareció detenerse mientras esperaba su respuesta... “Sí, claro, vayamos a mi apartamento.” Al escuchar su aceptación, el miedo al rechazo se esfumó; ahora los nervios se apoderaron de mí al pensar en el plan que tenía. Una vez llegamos al apartamento quedé impresionada por la sobriedad del lugar; al igual que su oficina, este espacio parecía reflejarlo perfectamente. Miré alrededor y observé obras que parecían auténticas; me quedé pensando en quién era realmente Dimitri: no parecía una persona común. Su elegancia y forma de hablar me decían que no era el tipo de hombre que dependiera de un caso para sobrevivir. Me pidió que me pusiera cómoda, pero yo preferí prepararle una de las bebidas que aprendí a hacer mientras trabajaba en aquel horrible bar. Aún recuerdo el olor nauseabundo de esos hombres que intentaron propasarse conmigo; afortunadamente sé defensa personal y pude escapar airosa de esas situaciones.
Le entregué la bebida y su sorpresa al probarla fue evidente; le había encantado. En ese instante, decidí abrirme con él y compartir una de las partes más oscuras de mi vida. Temía que me juzgara, pero para mi sorpresa, él me miró con admiración. Un alivio recorrió mi cuerpo al despojarme de ese peso.
Después de un rato, decidimos escuchar música y seguir conversando. Yo estaba algo nerviosa, pues me preparaba para dar un paso audaz. Mientras él hablaba, me acerqué a él lentamente; mi corazón latía desbocado y la respiración se me hacía más pesada. Mis piernas temblaban, pero la determinación me empujaba a seguir adelante.
Nuestros labios se encontraron en un suave beso. Al principio, Dimitri no reaccionó como esperaba, lo que me hizo sentir insegura; sin embargo, de repente tomó las riendas de la situación y se adueñó de mis labios con una pasión desbordante. Ese beso me hizo soltar algunos gemidos involuntarios; nunca antes había experimentado algo así. Deseaba que ese momento no tuviera fin. Cuando separó sus labios de los míos, nuestras miradas se cruzaron mientras recuperábamos el aliento.
“Esperé este momento durante tanto tiempo”, confesó Dimitri con una voz temblorosa.
Su revelación me dejó boquiabierta; nunca imaginé que él anhelara esto tanto como yo. “No sabía que tenías interés en mí”.
“No quería asustarte ni hacerte alejarte”, respondió antes de volver a besarme.
Nos quedamos abrazados en el gran sofá, deseando que ese instante durara para siempre.
“¿Te gustaría quedarte esta noche?”, preguntó Dimitri, mirándome intensamente a los ojos.
“Veo que te arriesgas rápido”, comenté, sintiéndome algo confundida.
“No malinterpretes mis intenciones; solo quiero dormir abrazado a ti”, explicó con un toque de nerviosismo en su voz.
“Tranquilo, somos adultos y si algo más sucede será nuestra decisión”, afirmé con firmeza.
No era ingenua; nuestros cuerpos hablaban del deseo que compartíamos. Así que nos dirigimos a su habitación. Sacó un pijama para mí, pero al ser de su talla me quedaba demasiado grande; opté por usar solo la camisa. Al salir del baño, lo encontré sentado en la enorme cama; sus ojos brillaron al verme como si fueran estrellas resplandecientes. Estaba lista para dar este paso porque era mi elección, porque lo deseaba y quería sentirme apreciada por quien realmente era y no solo por mi fortuna.
lo mismo
intrigante
espero mantenga el nivel de interés en toda la trama