Ivis vivía con du madre, se tenían una a la otra y vivían de la venta de fritos; cuando Ivis cumplió los 18 comenzó a buscar trabajo para ayudar a su madre y pagar sus estudios, pero nada le salía como quería.
Por otro lado había otro joven de 20 años casi en la misma situación, con la diferencia que ella tenía casa propia, el también por medio de su abuela, pero por alguna razón la pierden.
Descubre que pasa desde el inicio hasta el final.
NovelToon tiene autorización de mirle hernandez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
NUEVO CAMINO
Al día siguiente Ivis y su madre hicieron su misma rutinaria, después Ivis se fue a su trabajo, Abel también llegó al suyo con mucha nostalgia, era el último día de trabajo, su compañero también llegó con la buena noticia y le comentó.
— Hey, te conseguí una habitación, bueno, mi mamá, pero hay un detalle, la señora vive con su hija y se levantan creo que a las tres y media de la mañana porque venden frito, no se si te sirve.
ABEL: Claro que me sirve, peor es quedar en la calle ¿cuándo puedo ir a verla?
— Yo le mando un mensaje a mi mamá para que cuadre con la dueña y te aviso.
ABEL: Gracias, no sabes cuanto te lo agradezco.
— Tranquilo.
El compañero le mandó el mensaje a su mádre, la señora le respondió que iba enseguida y le confirmaba; la madre llegó a la casa de Antonia y le hizo la pregunta si cuando podían ver la habitación y Antonia le dijo cuando ellos quisieran porque ella estaba todo el día en su casa, la madre del muchacho le dijo que depronto el interesado llegaba a verla por la tarde y Antonia aceptó.
La mujer le mando el mensaje a su hijo confirmando que podía ir después del trabajo, el joven le avisó a Abel y el le agradeció por la ayuda desinteresada, miró a su amigo y sonrió, sabía que el también iba a quedar desempleado.
Ivis en su trabajo no se quedaba quieta, siempre buscaba algo que hacer para no dormirse al lado de Maya, después hacia su almuerzo, cuando almorzaban reposaba y después hacían la siesta.
A las tres de la tarde Abel recibió el llamado de su jefe, el se imaginaba el motivo, aunque tenía una leve esperanza que su llamado fuera para una buena noticia, pero estaba preparado para cualquier cosa, llegó hasta donde estaba el jefe y dijo.
ABEL: ¿Digame jefe, para que soy bueno?
● Bueno Abel, ya sabes que hasta hoy estamos aquí, trate de conseguirte algo pero nada, yo estaré pendiente y te informo si se de algún trabajo; yo tengo un contrato pequeño, pero sabes que tengo gente fija con las que tengo años trabajando.
ABEL: Lo entiendo jefe, no se preocupe, cualquier cosa me avisa y gracias por la oportunidad.
Abel se fue y el jefe lo siguió con la mirada, le dolia no poder ayudarlo, pero ya tenía su personal fijo. Abel se fue a terminar su trabajo porque casi llegaba la hora de la salida.
Terminando la jornada de trabajo, Abel llamó a su abuela para avisar que llegaba un poco tarde porque iba a ver la habitación que su compañero le había conseguido. Abel llegó con su compañero a la casa de la madre, de ahí se fueron los tres a ver la habitación; cuando llegaron Antonia amablemente los recibió llevándolos a ver la habitación que ya había limpiado bien para dar una buena impresión.
Abel vio la habitación espaciosa para el y su abuela, no dudo en aceptar arrendarla y dijo.
ABEL: Me gusta la habitación, ¿cuanto seria?
ANTONIA: Trescientos cincuenta con los servicios incluidos.
ABEL: Bueno, entonces acepto y me mudaria con mi abuela mañana domingo. Mañana le pago enseguida tres meses.
ANTONIA: Está bien.
Salieron de la casa y Abel agradeció a su compañero y a su madre, se fue al encuentro con su abuela, cuando estuvo frente a su casa la contempló con tristeza, su futuro ya iba a estar en otro lado.
Entró a la casa y la sala enredada con las cosas de su tio que ya estaba listo para su mudanza, vio salir a su tio muy feliz con su esposa e hijos, Abel centro su atención en ellos, no podía creer que ninguno sintiera un poquito de remordimiento, los miro sintiendo tristeza por su abuela y más por su tío y familia, sabía que algún día el destino se encargaría de sus malas acciones.
Abel ingreso a su habitación encontrando a su abuela organizando sus pertenecias también, ella lo miró y el le sonrió dándole a entender que ya tenían un lugar donde pasar las noches, ella se acercó y lo abrazó agradeciendo a Dios porque a su lado tenía un nieto de buen corazón, diez minutos después escucharon llegar un carro, Abel miró y se dio cuenta que era para mudanza, era obvio que era su tío y dijo.
ABEL: ¿No se iban mañana?
NIRIDA: Están desesperados por estrenar vivienda, aja, ¿como te fue en tu día?
ABEL: Bien, ya estoy desempleado, pero algo consigo, no te preocupes por nada. Vamos a organizar todo que mañana nos mudamos, la habitación es más grande que esta, vamos a luchar juntos abuela, ten fe que vamos a salir de esta.
NIRIDA: Yo tengo fe hijo, mientras tengamos vida y salud podemos conseguir las cosas materiales.
Ivis llegó a su casa y su madre la recibió con besos y abrazos, era su niña la luz de sus ojos, le contó que ya había alquilado la habitación y se mudaban al día siguiente que era domingo.
Ivis fue a su habitación y se sentó en la cama pensando si se iba a sentir bien con personas extrañas viviendo en su casa, ya no se sentía segura de esa decisión, pero ya no podía hacer nada, solo le quedaba confiar en esas personas. Después de pensar se baño y volvió junto a su madre, no le dijo nada de lo que le preocupaba para no hacerla sentir mal.
Al día siguiente a las nueve de la mañana, Abel y su abuela ya tenían toda la mudanza lista en el carro de trasteo, ella dio un vistazo por última vez a la que hasta ese momento fue su casa, le dolia, pero ta no había nada que hacer, su nieto se dio cuenta y le dijo.
ABEL: Abuela... hay que ser fuerte, vamos a empezar de nuevo con la ayuda de Dios, tengamos fe que nos va a ir bien.
NIRIDA: Si hijo, nos va a ir bien, pero no deja de dolerme todo esto.
ABEL: Te entiendo, vamos, empezamos nuestro nuevo camino juntos de la mano de Dios.
Abel abrazo a su abuela y después la condujo al carro de la mudanza