El Alfa Caído

Capítulo II: El Lobo del Norte

El viaje hacia las tierras del mi prometido fue silencioso, pero no pacífico. Cada paso que daba me recordaba lo que había perdido: mi manada, mi título, mi poder. Pero también lo que podía ganar. Si lograba dominar a ese líder, si conseguía que su manada me obedeciera, podría recuperar lo que me fue arrebatado… y más.

Las tierras del Norte eran frías, cubiertas de niebla y con un aroma a sangre y metal. Guerreros patrullaban los límites, alfas corpulentos con miradas afiladas. Nadie me saludó. Nadie me reconoció. Para ellos, solo era otro omega enviado como ofrenda.

—Aeris Lysander —dijo un soldado con voz grave—. El líder te espera—. Yo sigo al hombre hasta, estos me escoltaron hasta una fortaleza de piedra negra, imponente y silenciosa. Al entrar, el calor del fuego me envolvió. En el centro del salón, sobre un trono de huesos y cuero, estaba él. Caelum Draven

Su presencia era abrumadora. No era solo un alfa. Era el alfa. Su mirada era como hielo fundido, y su postura relajada ocultaba una fuerza brutal. Me observó como si ya supiera todo de mí. Como si pudiera oler mis intenciones.

Caelum: ¿Así que tú eres el omega que me prometieron? —dijo sin levantarse—. Esperaba algo más… sumiso.

Aeris: Y yo esperaba un líder menos arrogante —respondí, sin bajar la mirada.

Un silencio tenso se apoderó del salón. Algunos guerreros se movieron incómodos. Caelum sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era la de un depredador que acababa de encontrar algo interesante.

Caelum: Tienes agallas, Aeris. Eso me gusta. Pero aquí, eso no te servirá de mucho y menos siendo eso—. Me dice señalando de arriba abajo mi cuerpo, dando a entender que todo yo solo soy una basura por ser un Omega

Me acerqué, sin miedo. Mis feromonas estaban al máximo, dominantes, desafiantes. Vi cómo algunos alfas se estremecían. Caelum se levantó. Era más alto de lo que recordaba en los informes, más fuerte. Se acercó a mí, y por un segundo, nuestras energías chocaron como tormentas.

Aeris: No me importa lo que seas —le dije—. Omega, alfa, híbrido. Lo que me importa es tu manada. Tu poder. Y lo que puedo hacer con él. — Caelum me rodeó lentamente, como un lobo inspeccionando a otro. Luego se detuvo frente a mí.

Caelum: ¿Quieres poder? Entonces demuéstrame que lo mereces. Esta noche, en el círculo de combate. Si sobrevives, serás mi pareja. Si no… bueno, nadie llorará por un omega menos uno más. ¿A quien le importa?.

Sonreí. No por arrogancia, sino porque por primera vez en días, sentí que estaba exactamente donde debía estar.

Aeris: Prepárate, Caelum. Esta noche no verás a un omega. Verás al líder que seré. — Después de esa plática fui guiado a una habitación donde me preparé para la batalla

— ¿Oye Omega estás listo? —. Me pregunta burlón el beta que me trajo hasta aquí — En verdad deseo verte luchando, hace mucho no hacían algo tan divertido. Gracias, por ser el entrenamiento de hoy —. Le sonríe, tenía unas enormes ganas de borrar esa maldita sonrisa de su rostro, pero por ahora resistiré y mostraré de lo que soy capaz en el campo de batalla

A mí paso iba escuchando todo tipo de tonterías cosas de que iba a seducir al guerrero para que no me lastimara o cosas como que me vesti de esta manera para ser de agrado ante los ojos de su líder. Nada de lo que decían me molestaba, yo tenía muy claro a lo que iba y eso es acabar con lo que me pongan delante para demostrarles de lo que soy capaz

Al salir a fuera el frío golpeó mi rostro, pude ver cómo toda la manada se reunía para ver mi derrota estoy seguro de eso.

Caelum entró al círculo con una calma que rozaba la arrogancia. Su torso desnudo mostraba cicatrices de batallas pasadas, y sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y amenaza.

Caelum: Última oportunidad, Aeris —dijo, girando su cuello con un crujido—. Puedes rendirte y ser mi pareja sin derramar sangre.

Aeris: Prefiero que la sangre sea tuya —respondí, activando mis feromonas con fuerza. El aire se volvió denso. Algunos alfas retrocedieron instintivamente, el gong sonó. El combate comenzó.

Caelum se lanzó primero, rápido como un rayo. Esquivé por poco, sintiendo el viento de su puño rozar mi mejilla. Contraataqué con una patada giratoria que impactó su costado, pero él apenas se inmutó. Me agarró del brazo y me lanzó contra el suelo con brutalidad.

Caelum: ¿Eso es todo? — le gruñó. Me levanté, escupiendo sangre. No. No era todo.

Recordé mi entrenamiento. No podía vencerlo con fuerza bruta. Pero sí con astucia. Fingí debilidad, tambaleándome. Caelum se acercó confiado, y justo cuando intentó sujetarme de nuevo, giré sobre mí mismo y clavé mis uñas en su costado, justo donde lo había golpeado antes. Él rugió, retrocediendo.

Aeris: ¡Bien! —gritó, con una sonrisa sangrienta—. ¡Ahora sí estás peleando!

El combate se volvió más feroz. Golpes, esquivando como tormentas. En un momento, logré derribarlo, sujetándolo por el cuello. Su mirada cambió. Ya no me veía como un omega. Me veía como un igual. Como un rival.

Caelum: ¿Vas a matarme? —susurró.

Aeris: No —respondí, liberándolo—. Pero quiero que todos aquí sepan que no soy tu adorno. No soy tu juguete. Soy Aeris Lysander, y si me convierto en tu pareja… será porque tú lo mereces, no porque se haya decidido por estúpido acuerdo de nuestras tribus

Caelum se levantó, tocándose el cuello. Luego alzó la mano hacia los espectadores.

Caelum: ¡La batalla ha terminado! —gritó—. Aeris Lysander ha demostrado su fuerza. Desde hoy, será mi pareja… y mi igual.

El silencio se rompió con murmullos, incredulidad, respeto. Algunos alfas bajaron la mirada. Otros asintieron. Yo me mantuve firme, con la respiración agitada y el cuerpo temblando por el esfuerzo. Pero por dentro… por dentro ardía como nunca. Había logrado un pequeño de muchos que objetivos que me trazaria y alcanzaría