Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
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CAPITULO 17
En la base militar...
Los brindis se extendieron más de lo esperado. Entre risas, aplausos y el sonido constante de las copas chocando, el ambiente del salón de oficiales se había vuelto cada vez más festivo.
Dalila Rosales, de pie entre varios compañeros, sonreía con cortesía.
Nunca había tenido buena tolerancia al alcohol, por lo que intentaba negarse a un trago, pero siempre alguien se acercaba a decirle.
"Por su ascenso bien merecido sargento... perdón Oficial Rosales"
"¡Vamos, oficial Rosales, por más éxitos!"
"¡Un brindis más, que usted también merece celebrar!"
Y ella, con la disciplina que tanto la caracterizaba, no quería parecer descortés. Bebió más de lo que debía, su mirada se nubló y su paso se volvió menos firme.
Desde el fondo del salón, Lucas, su asistente, observaba la escena con una mezcla de fastidio y preocupación.
Era su sombra fiel, su hermano de armas y el único capaz de decirle las cosas sin temor.
Cuando vio que un grupo de soldados intentaba servirle otro vaso, se abrió paso entre ellos con gesto serio.
"Listo, caballeros, la oficial ya ha cumplido con suficiente protocolo" dijo con firmeza, tomando la copa de su mano y dejándola sobre la mesa "Ahora, con su permiso" la tomo del brazo para sostenerla y llevarla al cuartel donde vivía con Aron.
"Lucas…" protestó ella, arrastrando un poco las palabras "No soy una niña. Puedo seguir..."
"Sí, sí, claro, oficial de oficiales" respondió él con ironía.
Dalila lo fulminó con la mirada, tambaleándose un poco "Exageras. Solo… solo estoy un poco mareada"
Lucas suspiró y con firmeza la llevo fuera del salón "Poco o mucho… la diferencia es mínima a estas alturas, mi oficial. Vamos, para que descanses"
"No me des órdenes, Lucas" murmuró, aunque sin oponer verdadera resistencia.
"Por suerte, no soy yo quien las da" replicó él con una media sonrisa, sosteniéndola mientras caminaban por el pasillo hacia el dormitorio "Pero si lo fuera, le ordenaría dormir tres días seguidos y no tomar jamás, nunca más"
Dalila seguía refuñando mientras que Lucas se contenía las ganas de reírse, no entendía como las personas cambian significativamente cuando estaban borrachos “Mañana le haré recordar todo” pensó con maldad, le gustaba hacerla enojar, ambos tenían una relación de amistad y hermandad.
Al llegar al dormitorio, el ambiente olía a humedad y abandono.
La pequeña mesa que usaban como comedor, tenia encima las sillas, Dalila había hecho limpieza antes de partir, pero el polvo estaba en todas partes al no estar habitada.
Lucas bajo las sillas de la mesa y con un trapo limpió, la hizo sentarse, para dirigirse a la cocina y prepararle un café amargo para que le pase la borrachera.
Dalila miraba con nostalgia el pequeño ambiente “¿Y si Aron se acostumbró a las excentricidades que su padre le ofrece y no quiere volver?” pensó con tristeza, eso la mataría.
Amaba a Julio, pero el amor de su hijo no se comparaba.
Al otro lado de la ciudad…
La noche había caído sobre la mansión Mars, en el despacho principal, Julio estaba sentado en un sillón, con Aron dormido en sus brazos.
El pequeño había luchado con todas sus fuerzas contra el sueño, haciendo un berrinche digno de él a su padre "Papá tú no te vas"había repetido entre sollozos "no quiero quedarme solito y abandonado"
Julio, resignado, abandonó cualquier intento de salir con sus amigos esa noche.
Lo acunó en silencio, acariciándole el cabello hasta que el niño finalmente se rindió, hundiendo su rostro en su pecho.
Su rutina de fiestas y borracheras había pasado a ultimo plano.
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En el cuartel, el aroma a café recién hecho llenaba la pequeña habitación.
Lucas dejo la tasa de café frente a Dalila, que al tomar un sorbo su estómago se revolvió y termino vomitando sobre el piso, Lucas quería darle sus buenos golpes, quien la mandaba a tomar.
Enojado salió de la habitación en busca con que limpiar el desastre, mientras que Dalila con torpeza y fue hacia el baño a seguir vomitando.
Mientras estaba sentada en el piso del baño, se prometió nunca mas tomar, con gran esfuerzo se levanto a lavarse el rostro que reflejaba a través del espejo el cansancio mesclado con la nostalgia.
Fue a su habitación se medio acostó en la cama que compartía con su hijo y la melancolía hizo revisar su celular.
Con el pulgar, comenzó a desplazarse por los contactos sin mucho pensar, su vista se nublaba un poco, y sin darse cuenta, presionó el número equivocado.
En la penumbra de su habitación, Julio acababa de acostar a Aron, lo había arropado con cuidado, dejando un beso sobre su frente.
El silencio se rompió de pronto con el sonido del celular vibrando sobre la mesa de noche.
Frunció el ceño, era tarde y pocos tenían ese número, quien llamaba estaba en problemas.
Al tomar el teléfono, su expresión cambió, en la pantalla apareció el nombre “Cariño ❤️”
Por un momento, se quedó inmóvil, confundido "¿Cuándo… puse eso?" murmuró, sintiendo un vuelco en el pecho.
Respiró profundo y contestó con voz neutral, fingiendo calma "Bueno"
Del otro lado, una voz femenina temblorosa, ligeramente adormecida por el vino, respondió "¿Hola? Ay… disculpa, creo que me… me confundí" balbuceó Dalila, llevándose una mano a la frente con miedo y nerviosismo "Toqué el número sin querer… yo…"
Julio se quedó en silencio unos segundos, y aunque intentó sonar indiferente, la sola mención de su voz removió todo lo que creía tener bajo control "¿Dalila? ¿Estás… bien?"
Antes de que pudiera responder, Lucas toco la puerta "Ya limpié todo, espero que la próxima piense mucho mejor si volver a tomar. No es muy visto para andar vomitándose de borracha"
Dalila abrió los ojos como platos "¡Lucas!" susurró entre dientes, intentando tapar el audio al celular, pero era demasiado tarde su reacción.
Lucas asomo la cabeza por la puerta entreabierta y muy confundido, pensó que era por la borrachera "Nunca mas vuelva a tomar, estaré en la sala por si necesita algo" dijo cerrando la puerta.
Al otro lado de la línea, Julio Mars se tensó de inmediato, su rostro cambió por completo. El ceño se frunció, los dientes se apretaron, y un fuego de celos le recorrió por todo el cuerpo.
"¿Borrachera? ¿Quién es ese hombre?" repitió con voz grave.
"No, espera, Julio… yo…" intentó decir ella, nerviosa. Pero no sabía que decir, su única neurona la abandono y ya estaba durmiendo.
Julio interrumpió y sin darle oportunidad de hablar "Dalila Rosales" dijo con tono autoritario "¿estás ebria?, No te atrevas a moverte de ahí. En estos instantes voy para allá" dijo colgando la llamada.
Dalila se quedó mirando el teléfono con los ojos muy abiertos y aun confundida "¿Qué acabo de hacer? ¡Por Dios!" exclamó, cubriéndose la cara con las manos.
En la mansión Mars, Julio se levantó de golpe, su respiración era profunda y furiosa. Se colocó el saco sin pensarlo dos veces, arropó a su hijo con cuidado y salió de la habitación.
El rugido del motor del auto resonó en el portón de la mansión, saliendo disparado hacia la carretera que lo llevaba a su destino.
Los guardias apenas tuvieron tiempo de reaccionar "¡El CEO acaba de salir sin escolta! ¡Sigan al jefe!" gritó uno.
De inmediato, los vehículos de seguridad se activaron.
El auto negro de Julio avanzaba a toda velocidad por la avenida principal, dejando tras de sí una estela de humo.
No paso mucho tiempo, la noche en la base militar transcurría tranquila, hasta que un rugido de motores rompió el silencio.
Las luces de varios autos negros iluminaron la entrada principal, deteniéndose con precisión frente al portón de seguridad.
Los soldados de guardia se miraron entre sí, confundidos, aquellos vehículos no pertenecían al ejército.
Sus acabados eran lujosos, sus placas privadas, dejaba en claro que no se trataba de una visita cualquiera.
Del primer auto descendió un hombre alto, de traje oscuro y mirada implacable, su sola presencia imponía respeto.
Los soldados se cuadraron casi por reflejo, uno de ellos murmuró con asombro "No puede ser… ese es Julio Mars, el CEO del Consorcio Mars Internacional"
Otro soldado tragó saliva "¿Qué hace aquí un empresario a esta hora… y con un convoy?"
El jefe de guardia se apresuró a tomar el teléfono interno "¡General! Tenemos una situación… el señor Mars está aquí"
El general Rivas, que aún estaba en su despacho revisando reportes del día, levantó la cabeza con incredulidad "¿Mars? ¿El mismísimo Julio Mars" preguntó, dejando caer el bolígrafo.
A lo que recibió una afirmación del soldado.
El general se puso de pie de inmediato, él sabía que Dalila estaba casada con ese hombre "¡Que mantengan la calma en la entrada! Voy enseguida"
Salió con paso firme y autoritario, el uniforme perfectamente abotonado, mientras su mente trataba de imaginar qué podía haber llevado a un magnate como Julio Mars a irrumpir en una base militar a altas horas de la noche.
Cuando llegó a la puerta, los reflectores iluminaban el convoy.
Julio estaba de pie, con las manos en los bolsillos del pantalón, los escoltas aguardaban en silencio.
"¡Señor Mars!" saludó el general con voz fuerte, extendiendo la mano "Qué honor tenerlo aquí. No esperaba una visita de su calibre"
Julio le estrechó la mano con cortesía, pero su mirada era fría, directa "General, el honor será cuando me diga dónde está mi esposa"
Un silencio espeso cayó sobre el lugar. Los soldados que custodiaban el portón se miraron con los ojos desorbitados "¿Su… esposa, señor?" repitió uno de ellos, incrédulo.
Julio alzó una ceja con impaciencia "Dalila Rosales… mi mujer, esposa y madre de mi hijo" expreso Julio con un tanto de orgullo y como para marcar territorio.
El general lo confirmó con un leve asentimiento, intentando disimular su asombro ante la firmeza del hombre.
"Así es… la sargento ¿Qué digo?... La oficial Rosales se encuentra en su compartimento, descansando"
Los guardias tragaron saliva, un escalofrío recorrió las filas, algunos recordaron las bromas que le habían hecho ca Aron. Si Julio Mars se enteraba… mejor pedir traslado al fin del mundo.
El general, consciente del silencio que dominaba la entrada, ordenó con voz firme "Soldado Muñoz, escolte al señor Mars hasta la oficial Rosales"
"Sí, mi general" respondió el joven, enderezándose con nerviosismo.
El general se volvió nuevamente hacia Julio "Por favor, acompáñelo, señor Mars. Yo regresaré a mi oficina, si me necesita, pida mi presencia"
Julio asintió sin perder la rigidez de su postura "Gracias, general. Con permiso"
Y sin más, caminó detrás del soldado hacia los alojamientos del personal, su sombra alargándose bajo las luces del pasillo.
Su paso era rápido, decidido, con el corazón latiendo entre rabia, celos y preocupación.
Mientras que Dalila de tanto pensar en la burrada que hizo al llamar a Julio, se quedo dormida con el teléfono aún en la mano.
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