Un par de días después de que su madre murió Alice vio que su padre llevó a vivir a su amante y a su hija, tras dos años de maltrato Alice decide irse de la casa que le dejó su madre, pero promete trabajar duro para recuperar todo lo que le pertenece a su madre, pero una noche que salió con su mejor amiga de fiesta pasa la noche con un desconocido y queda embarazada, después de investigar descubre que está casada con ese desconocido. Como termino Alice casado con el hombre más rico de la ciudad, Alice logrará vengarse de su padre. Te invito a descubrirlo.
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Capítulo 2
El día después del entierro de mi madre fue el más largo y silencioso de mi vida.
De regreso a casa, subí directamente a mi habitación. Mi padre y yo no nos habíamos dirigido la palabra desde ayer, y la verdad, no quería hacerlo. No quería hablar con nadie.
Cerré la puerta, me dejé caer sobre la cama y, sin poder contenerme más, rompí en llanto. Lloré hasta quedarme dormida, con la almohada empapada y el corazón vacío.
Me despertaron los rayos del sol colándose entre las cortinas. Todo seguía igual: el cuarto en silencio, el aire pesado, la soledad cubriéndome como una manta fría.
Entré al baño, me lavé la cara, los dientes, y salí con ropa cómoda. No tenía ganas de nada. Hoy tenía clases de chino, pero cancelé todo. Ni siquiera quería salir de mi habitación.
Pasaron las horas y apenas si me moví.
Hasta que escuché unos suaves golpes en la puerta.
—¿Quién es? —pregunté con la voz apagada.
—Soy yo, mi niña —respondió la voz cálida de mi nana Amanda.
Le dije que pasara. Entró despacio, con una bandeja en las manos.
La colocó en la mesita de noche con ese cuidado que solo ella tiene.
—Mi niña, te traje un poco de sopa. Ayer no comiste nada, y hoy tampoco has desayunado. Si sigues así, te vas a enfermar.
—No quiero nada, nana… no tengo hambre.
—Vamos, mi niña, come un poco, aunque sea unas cucharadas —dijo con ternura, acercándome la cuchara a los labios.
No tuve fuerzas para negarme más.
Mientras me daba de comer, la miré y pregunté:
—¿Has visto a mi padre?
Amanda bajó la mirada.
—No, mi niña. Ayer, apenas subiste a tu habitación, él se fue. No ha regresado desde entonces.
Sentí un nudo en el pecho.
Otra vez. Igual que en el hospital. Cuando desperté y pregunté por él, Tania me dijo que también se había marchado.
Ni siquiera se tomó la molestia de preguntar cómo estaba… ni de abrazarme.
Ni siquiera eso.
Después de comer un poco, mi nana me acarició el cabello y salió, dejándome sola con mis pensamientos.
Volví a acostarme, mirando al techo.
Recordaba a mamá, su risa, su voz, la forma en que me arropaba cada noche.
Y luego pensaba en papá… en cómo, en menos de un día, se había vuelto un extraño.
Así pasó el resto del día.
Cuando cayó la noche, me duché y me metí en la cama.
Otra vez sola. Otra vez vacía.
⸻
A la mañana siguiente me desperté tarde, con el estómago vacío y los ojos hinchados. Eran casi las once.
Me levanté con flojera y bajé por las escaleras, pero a mitad de camino me quedé paralizada.
En la sala estaban mi padre, una mujer rubia, y una chica de mi edad.
Reían, conversaban… como si nada hubiera pasado.
Como si mi madre no hubiera sido enterrada apenas dos días atrás.
Ellos se dieron cuenta de mi presencia y se pusieron de pie.
Caminaron hacia el inicio de las escaleras.
—Papá… ¿quiénes son ellas? —pregunté, con la voz temblorosa pero firme.
—Ellas son Luisa y Lisa —respondió con absoluta naturalidad—. Mi mujer… y mi hija. Tu media hermana.
Me quedé en shock.
Las palabras resonaron en mi cabeza como un disparo.
Mi mujer. Mi hija.
¿Lo decía en serio?
—A partir de hoy —continuó él, sin inmutarse—, ellas vivirán aquí. Quiero que las trates con respeto y que te comportes. Luisa será la nueva señora de la casa.
Mi cuerpo entero se tensó. Sentí cómo la sangre hervía en mis venas.
—¿Qué…? ¿Te volviste loco, papá? —alcé la voz, sin poder contenerme—. ¡Le fuiste infiel a mi madre con esa mujer! ¿Y ahora la traes a esta casa, la casa de mi madre, como si nada? ¿Qué te pasa?
Siempre me han dicho que tengo mal carácter, y es verdad.
Pero en ese momento no me importó. No iba a quedarme callada.
—¡Cómo te atreves a hablarme así, señorita! —gruñó mi padre, el rostro rojo de ira—. Esta ahora es mi casa, y puedo traer a quien quiera. Así que más te vale comportarte si no quieres tener problemas conmigo.
—Que yo sepa, esta casa no es tuya —respondí, con la voz firme—. Es mía. Mamá me la dejó a mí, junto con la empresa. Nada de lo que hay aquí te pertenece.
Así que ahora mismo, saca a esa mujer de esta casa y respeta la memoria de mi madre.
Papá apretó los puños. Vi cómo su mandíbula temblaba de rabia.
Avanzó hacia mí con pasos largos y levantó la mano para abofetearme.
Pero me moví antes de que pudiera tocarme.
Eso lo enfureció más.
—¡No te atrevas a pegarme! —le grité—. Ya entiendo por qué mamá me dejó todo a mí. Ella sabía lo que eras capaz de hacer.—Lo miré con odio—. ¿Cómo pudiste hacerle esto? ¿Cómo pudiste traer a tu amante y a tu hija ilegítima a esta casa? —Mis ojos se llenaron de lágrimas—. ¡Tu esposa murió hace dos días, papá! ¡Dos días! ¿Y ya la reemplazaste?
—¡Escúchame, Alice! —gritó él, acercándose aún más—. Tu madre te dejó todo, sí, pero tú eres menor de edad. Solo tienes quince años. ¡Yo soy tu tutor legal! Y mientras vivas bajo este techo, harás lo que yo diga. Y no te atrevas a volver a hablar así de Luisa ni de Lisa, ¿me oíste? Soy tu padre, y me debes respeto.
Solté una risa amarga, llena de rabia.
—¿Respeto, padre? —repetí con ironía—. ¿Tú crees que después de esto tú, tu mujer o tu hija merecen algún respeto de mi parte?
Mis palabras quedaron flotando en el aire como una sentencia.
Lo miré por última vez, y por primera vez, supe que el hombre que estaba frente a mí ya no era mi padre.
Era un extraño.
Uno capaz de destruirlo todo, incluso la memoria de la mujer que alguna vez dijo amar.