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Nueve Meses Y Un Destino

Nueve Meses Y Un Destino

Status: Terminada
Genre:Romance / Vientre de alquiler / Padre soltero / Madre por contrato / Malentendidos / Completas
Popularitas:40
Nilai: 5
nombre de autor: Duda Silva

Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.

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Capítulo 17

Capítulo 17 – Padres, Preocupaciones y Luces de la Noche

Después del almuerzo, Mariana regresó al apartamento con Gabriel. Estaba ligera, casi en paz, como si por primera vez en mucho tiempo hubiera sentido el gusto de pertenencia. Aquel almuerzo le había hecho bien — las sonrisas, las conversaciones, y, principalmente, el cariño inesperado de Romeo.

Ella fue hasta el cuarto, se quitó los zapatos y, sentada en la cama, miró el celular. Una notificación parpadeaba en la pantalla: Llamada perdida – Mamá.

Respiró hondo.

Era hora de llamar de vuelta.

Ella marcó, sintiendo el corazón acelerarse.

— ¡Hija! ¡Gracias a Dios! ¡Desapareciste, Mari! — la voz de la madre vino del otro lado del mundo, afligida. — ¿Está todo bien?

— Sí, mamá… ahora sí. Disculpa no haber llamado antes. Es que… muchas cosas sucedieron por aquí.

— ¿Cómo así? ¿Qué pasó?

Mariana vaciló por un segundo.

— Yo… salí de la casa de los tíos. Hubo un problema allá. Pero ahora estoy bien. Estoy viviendo con… un muchacho.

— ¿Qué muchacho? — vino la voz del padre, más grave. — ¿Cómo así, Mariana?

— Él se llama Gabriel. Él es muy bueno para mí. Me ha ayudado mucho.

— ¿Gabriel? ¿Gabriel quién? — la madre insistió, desconfiada.

Mariana vaciló de nuevo.

— Gabriel Ferraz.

Hubo un silencio del otro lado.

Corto, pero pesado.

— ¿Ferraz? ¿Aquel magnate de carros? — el padre preguntó, áspero. — ¡Ese tipo está lleno de escándalos, Mariana! ¡Vive en los sitios! Va a jugar contigo y después te va a dejar.

— No es así, papá. Él es diferente. Él… me acogió cuando yo no tenía para dónde ir.

— Hija, hombres así no se apegan a nadie. Ellos se cansan rápido. Solo quiero que te protejas — dijo la madre, más suave. — Solo eso.

Mariana tragó saliva.

— Lo sé. Pero él ha sido todo para mí ahora. Y ustedes me enseñaron a ser fuerte. Estoy bien.

La conversación siguió por algunos minutos más, hasta que se despidieron con promesas de más llamadas. Mariana apagó el teléfono con el corazón apretado. Aun con todo, ella entendía a los padres. Ellos estaban lejos, y el mundo donde Gabriel vivía parecía otro planeta.

— ¿Todo bien? — Gabriel preguntó desde la puerta, con una expresión leve.

— Más o menos… ellos creen que tú me vas a descartar.

Gabriel arqueó una ceja y caminó hasta ella.

— ¿Y tú crees eso?

Ella sacudió la cabeza, sincera:

— Aún no sé qué pensar.

Antes de que la conversación siguiera, Luisa entró en la sala con una sonrisa animada y las manos en la cintura.

— Ok, ya que hoy fue un almuerzo de familia perfecto, ¿qué tal una fiestecita para cerrar el sábado?

— ¿Fiesta? — Gabriel frunció el ceño. — Yo no sé si…

— ¡Ah, por favor, Gabriel! ¡Mariana necesita distraerse! — Luisa gimió, y Gustavo apareció luego atrás, ya con una cerveza en la mano:

— ¡Vamos! ¡Estoy dentro! ¿Hace cuánto que no salimos juntos, eh?

Mariana se rió del entusiasmo de Gustavo y miró a Gabriel, casi pidiendo con los ojos.

— No necesitas bailar — ella dijo. — Solo ve. Por mí.

Gabriel suspiró.

— Está bien. Pero los voy a vigilar. Nada de desaparecer o beber demasiado.

— Tío — Gustavo provocó, y Luisa se carcajeó.

Mariana sonrió.

Y por primera vez desde que todo comenzó… ella estaba emocionada por salir. Aunque, por dentro, aún hubiera fantasmas. Ella sabía que su vida había cambiado. Y estaba a punto de cambiar aún más.

Pero, aquella noche, ella solo quería bailar.

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