En un pintoresco pueblo, Victoria Torres, una joven de dieciséis años, se enfrenta a los retos de la vida con sueños e ilusiones. Su mundo cambia drásticamente cuando se enamora de Martín Sierra, el chico más popular de la escuela. Sin embargo, su relación, marcada por el secreto y la rebeldía, culmina en un giro inesperado: un embarazo no planeado. La desilusión y el rechazo de Martín, junto con la furia de su estricto padre, empujan a Victoria a un viaje lleno de sacrificios y desafíos. A pesar de su juventud, toma la valiente decisión de criar a sus tres hijos, luchando por un futuro mejor. Esta es la historia de una madre que, a través del dolor y la adversidad, descubre su fortaleza interior y el verdadero significado del amor y la familia.
Mientras Victoria lucha por sacar adelante a sus trillizos, en la capital un hombre sufre un divorcio por no poder tener hijos. es estéril.
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Capítulo 5.
La mañana llegó fresca y luminosa cuando doña María y Victoria se prepararon para ir al dispensario del otro barrio. Victoria, sin embargo, sentía un torbellino de nervios en su estómago. A medida que se acercaban al lugar, su mente rebosaba de preguntas y temores sobre lo que iba a suceder.
El dispensario era un edificio modesto, con una fachada pintada de blanco que se había desgastado con el tiempo. Un letrero de madera colgaba sobre la puerta, anunciando el nombre del lugar en letras azules. Al entrar, el olor a desinfectante y a medicamentos la envolvió. La sala de espera estaba llena de pacientes, algunos con niños pequeños, otros con expresiones de preocupación. Las sillas eran de metal, frías y algo incómodas, pero al menos ofrecían un lugar donde sentarse.
—Recuerda, Victoria, todo estará bien —le dijo doña María, notando la inquietud en su rostro—. Solo es un chequeo. La doctora te ayudará.
Victoria asintió, pero sus manos temblaban ligeramente. Se acercaron a la recepción, donde una recepcionista de cabello rizado y gafas les sonrió amablemente.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? —preguntó la recepcionista.
—Hola, venimos a registrarnos. Mi nieta necesita atención —respondió doña María, usando la palabra "nieta" con firmeza, como si eso le diera más peso a la situación.
—Por supuesto, ¿cuál es el nombre de la paciente? —preguntó la recepcionista, escribiendo en su computadora.
—Victoria Torres —respondió Victoria, sintiendo un pequeño alivio al decir su nombre.
Una vez registradas, se sentaron en las sillas de espera, rodeadas de murmullos y el sonido de niños jugando. Aunque su mente estaba llena de ansiedad, la presencia de doña María le brindaba consuelo.
—Trata de respirar hondo, cariño. No hay razón para que te pongas nerviosa. La doctora es muy amable —le dijo doña María, dándole una ligera palmada en la mano.
Después de unos quince minutos que parecieron eternos, su nombre fue llamado.
—Victoria Torres, por favor —anunció la recepcionista, y ambas se levantaron.
Entraron al pequeño consultorio, donde una doctora de unos treinta y tantos años las recibió con una sonrisa cálida.
—¡Hola! Soy la doctora Beatriz Fernández. Es un placer conocerlas —dijo, extendiendo la mano en un saludo.
—Hola, doctora. Soy Victoria, y esta es mi abuela, María —se presentó Victoria, sintiendo que su nerviosismo comenzaba a desvanecerse un poco.
—¿Qué tal, María? —saludó la doctora, antes de volver su atención a Victoria—. Tomen asiento por favor ¿Cuál es el motivo de su consulta?
Victoria se tomó un momento para reunir valor antes de responder.
—Estoy embarazada y quiero saber cómo va mi embarazo —dijo, mordiéndose el labio.
La doctora mostró un poco de sorpresa en su rostro por lo joven que se veía Victoria, pero no mostró ningún tipo de juicio.
—Es muy importante que te sientas cómoda aquí. Vamos a hacerte algunas preguntas —dijo, tomando su lápiz y una libreta—. ¿Cuándo fue la última vez que menstruaste?
Victoria le dio la fecha, y la doctora comenzó a hacer cálculos en su mente.
—Parece que estás entre siete y ocho semanas de embarazo. Es un momento hermoso, aunque puede ser abrumador. ¿Tienes algún síntoma que te preocupe?
Victoria negó con la cabeza.
—Solo un poco de náuseas, pero mi abuela María me ha ayudado con eso —respondió, mirando a doña María con mucha gratitud.
—Eso es normal. _la doctora hizo más preguntas de rutina mientras anotaba todo _Ahora, aquí tienes algunas indicaciones. Necesitarás hacerte unos exámenes y una ecografía para asegurarnos de que todo esté bien y saber el tiempo exacto de gestación —dijo la doctora, mientras anotaba en una hoja—. Te daré una orden para el hospital, y también algunos consejos sobre alimentación y cuidado durante el embarazo.
—Gracias, doctora —dijo Victoria, sintiéndose aliviada al escuchar que la doctora no la juzgaba por su edad y estaba dispuesta a ayudarla.
Una vez terminada la consulta, Victoria y doña María salieron del dispensario, sintiendo un peso menos en sus corazones.
—Ahora vamos al mercado a comprar algunas cositas para la cocina —dijo doña María, animada.
Mientras caminaban, Victoria vio un puesto que vendía mazorcas asadas, y de repente se le antojó una con mucha mantequilla.
—¿Podemos comprar una mazorca? —preguntó con una sonrisa.
—Claro, hija. Un capricho no le hará daño a nadie —respondió doña María, riendo.
Victoria se dirigió al puesto y pidió una mazorca para ella y uno para doña María. Disfrutaron de sus mazorcas mientras paseaban por el mercado, y Victoria sintió que la calidez de la comida y el amor de ese ángel la llenaban de felicidad.
Al regresar a la pensión, el día avanzó en un ambiente de tranquilidad y cercanía. Prepararon la cena juntas y compartieron momentos de risas, lo que fortaleció aún más el vínculo entre ellas.
Antes de dormir, Victoria se sintió lista para enfrentar el día siguiente, cuando realizaría los exámenes y la ecografía que le permitirían ver y saber sobre su bebé. Con un corazón lleno de esperanza, se acomodó en su cama, sonriendo al pensar en el nuevo capítulo que estaba por comenzar. Esa noche tampoco lloró aunque aún sentía un vacío en su pecho, pidió a Dios por su madre y también por su bebé, agradeció por Azucena y María deseando muchas bendiciones para ellas por haberla ayudado.