"Después de un accidente devastador, Leonardo Priego se enfrenta a una realidad cruel: su esposa está en coma y él ha quedado inválido. Con su hija de 4 años dependiendo de él, Leonardo se ve obligado a tomar una decisión desesperada; conseguir una sustituta de su esposa. Luna, una joven con una vida difícil acepta, pero pronto se da cuenta de que su papel va más allá de lo que imaginaba. Sin embargo, hay un secreto que se esconde en la noche del accidente, un secreto que nadie sabe y que podría cambiar todo. ¿Podrá Leonardo encontrar el amor y la redención en esta situación inesperada? ¿O el pasado y el dolor serán demasiado para superar? La verdad sobre aquella fatídica noche podría ser la clave para desentrañar los misterios del corazón y del destino".
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Secretos y mentiras.
Miro la llamada finalizada y vuelvo a marcar, pero no obtengo respuesta. Llega la hora de ir al trabajo y escucho las risas de felicidad de mi tía y mi prima. Salgo sin prestarles atención y apenas cruzo la calle, veo un carro estacionado. Sigo caminando hasta que escucho el claxon.
—Sube —me dice Fernando—.
Niego con la cabeza.
—¿Tuviste problemas con Estrella por mi culpa?
—Tu prometida y yo peleamos por todo, no te creas el centro de atención —le respondo.
—Te siento molesta. Sube, que yo también voy al bar, quiero que me escuches.
—Señor Fernando, por favor, evite hablarme —le digo sin detenerme, pero él sigue conduciendo despacio y hablándome.
—Luna, por favor, sube. Prometo dejarte en paz si eso es lo que necesitas.
Suspiró, resignada, y subo. Aumenta la velocidad y no hablamos, hasta que llegamos; pero en vez de bajar, solo se estaciona, se quita el cinturón y me mira.
—Yo no me pensaba casar jamás. Tu hermana se hizo ideas sola, y no sé cómo, pero está embarazada —me dice.
Lo miro sorprendida.
—Lo supe esta mañana. Fue toda una sorpresa.
—Si tuviste relaciones con ella, por no cuidarte era obvio que podía pasar.
—Ella me dijo que se cuidaba.
—Ya ves que no —le respondo, y me acuerdo del anillo; escondo la mano disimuladamente, pero él lo nota.
—¿Y ese anillo?
—Me lo puse jugando y se me olvidó quitármelo.
—Parece real.
—Es de mentira. En fin, gracias por traerme y suerte con Estrella —intento bajarme, pero él me sujeta.
—Me fijé en la hermana incorrecta —me dice mirándome a los ojos.
—Nunca dejaría que se repita lo de mis padres y mi tía. Ella se quedó con el marido de su hermana.
—Dime que no me case y no lo haré —me dice.
Trago grueso.
—Sería una egoísta si lo hiciera, porque entre tú y yo no puede haber nada.
—Vámonos. Vamos al registro, casémonos y nos vamos lejos tú y yo. Desde el primer momento que te vi quedé hipnotizado por tu belleza y esa forma de ser.
—Nunca podría quitarle su padre a un bebé, no se lo desearía a nadie, y menos a la hija de mi hermanastra que no tiene culpa de nada.
—Me haré cargo. Nunca me negaría a cumplir mi rol de padre, de padre no más que esposo, piénsalo —me dice, dejando un beso en mis manos.
Bajo rápido del carro.
Entro a cambiarme y apenas termino llega mi jefe.
—Luna, te necesito en el salón privado, el más lujoso —me dice.
Asiento, y me dice que es muy importante que se le atienda bien. Se va y me deja sola.
—Si es el más lujoso, ¿por qué está tan oscuro? —me pregunto.
Toco la puerta y entro. Estoy por decir algo cuando veo al señor Leonardo, mi supuesto esposo, mirándome muy molesto. Basta un gesto de él para que todos salgan.
No entiendo cómo, si está en quiebra, puede tener guardias.
—Dígame.
—¿Qué hacías en el carro con Fernando? —me pregunta sin filtros.
—Estábamos hablando.
—¿Seguro?
—¿Perdón? Me está faltando el respeto.
—Te faltas a ti misma cuando te quedas en un carro con un hombre.
—Señor Leonardo, que bueno que lo veo. Quiero romper el matrimonio —le digo.
Agarra mi mano fuerte y sus ojos solo tienen frialdad.
—¿Crees que soy un imbécil con quien jugar? —grita molesto.
—Hoy mismo te cambias de casa.
—Tengo casa.
—Qué mal, porque en la que irás no tendrás los lujos que tienes ahora.
—¿Cree que trabajo solo por hobbie?
—No sé por qué trabajas y no me interesa.
—No puedo irme porque si lo hago, mi madrastra se quedará con la casa, y no lo permitiré.
—Ya basta de pretextos, Luna —grita, toma una carpeta y la abre.
Me sorprendo: la casa está hipotecada.
—En un par de meses, si no se paga, el banco se la llevará —me dice.
—No puede ser.
—No sé en qué puede gastar tanto alguien como tú —dice, entregándome otra carpeta. Al leerla niego con incredulidad.
—No es cierto.
¿De verdad estuve tan ciega? Mi padre nunca me dejaría sin nada. Pagó mi prepa y universidad, aseguró mi futuro y cada semana se deposita dinero en una cuenta para mí, y ni siquiera lo sabía. Durante todo un año, mi madrastra y mi hermana han estado haciendo de las suyas.
—Te ayudaré a recuperarla. Solo múdate, y cuando mi esposa despierte del coma, volverás a tener tu libertad —me dice, y solo capto cuando dice “mi esposa”.
Me hace recordar que soy solo una sustituta, todo gracias a mi tía y prima. Siento odio, pero también un impulso vengativo.
—¿Qué ganas con esto?
—Solo cumple con tu parte, que yo ya estoy haciendo lo mismo —me dice soltándome—. Te estaré esperando en el estacionamiento.
Salgo a terminar de atender.
Al terminar mi turno, me cambio y camino al estacionamiento. Él me espera. Abordo su carro y llegamos en silencio a una colonia pequeña, oscura, con casas pequeñas. Bajo y él me sigue. Entro, notando que aunque la casa no es grande, tiene lo necesario.
Lo miro y él espera una reacción.
—Me encanta —le digo, y en su mirada noto sorpresa cuando camino tocando todo con entusiasmo.