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Nueve Meses Y Un Destino

Nueve Meses Y Un Destino

Status: Terminada
Genre:Romance / Vientre de alquiler / Padre soltero / Madre por contrato / Malentendidos / Completas
Popularitas:43
Nilai: 5
nombre de autor: Duda Silva

Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.

NovelToon tiene autorización de Duda Silva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5

Capítulo 5 – Un Espacio para Respirar

La campana sonó por segunda vez antes de que Mariana consiguiera tomar coraje para abrir la puerta.

Respiró hondo, se ajustó la correa del vestido en el hombro y giró el pomo.

Gabriel estaba allí, parado, elegante como siempre, con la camisa blanca doblada en los antebrazos y el blazer colgado en el brazo. Sus ojos recorrieron lentamente el cuerpo de ella, del cabello recogido con ligereza hasta los pies descalzos sobre la alfombra de la entrada.

— Uau… — soltó. — Estás… linda, Mariana.

Ella se ruborizó.

— Gracias. Pensé que podríamos cenar. Preparé algo simple…

Él entró, observando todo alrededor. La mesa puesta con cariño, las velas encendidas, el aroma suave de la pasta con salsa de hierbas. El ambiente era acogedor. Cálido, incluso con el viento de la noche que soplaba desde el balcón.

— ¿Hiciste todo esto?

— Pensé que… bueno, ya que venías…

— Fue la mejor recepción que he tenido — dijo con sinceridad.

Se sentaron a la mesa. Por algunos minutos, el sonido de los cubiertos y de las copas llenaba el silencio. Hasta que Gabriel sacó un tema de conversación.

— Los exámenes salieron hoy. Todo bien contigo. Saludable, fértil. Como ya imaginaba.

— Qué bueno — dijo ella, tomando un sorbo de vino.

— Pero… — la miró — antes de cualquier cosa, quería que nos conociéramos un poco mejor. No como… partes de un contrato, sino como dos personas que están a punto de vivir algo, como mínimo, intenso.

Ella asintió, sorprendida con la sensibilidad de él.

— ¿Quieres saber qué?

— Todo lo que quieras contar. Pero… creo que es justo comenzar. — Él sonrió de lado, apoyando la copa sobre la mesa. — Crecí aquí mismo, en Río. Mis padres siempre fueron sencillos, trabajadores. Mi abuelo es un caso aparte, gruñón, exigente. Pero en el fondo, es un hombre bueno. Gustavo y yo fundamos la empresa juntos. Comenzamos con casi nada. Dormimos en el suelo del primer galpón que alquilamos… Ahora es la mayor ensambladora del país. A veces aún parece surreal.

— Uau… — Mariana murmuró. — Y aún con todo eso… quieres ser padre.

— Siempre quise. Tal vez porque siempre admiré mucho a mis padres. Pero no encontré a alguien con quien construir eso… Y confieso que me frustré intentando. Entonces decidí hacerlo a mi manera.

Ella no respondió. Solo lo miraba con atención, y él la miraba también. Hasta que, con un gesto lento, tocó el hombro de ella, suave. Los dedos apartaron un mechón del cabello de ella y él lo prendió detrás de la oreja.

— Hay algo en ti, Mariana… — dijo en voz baja. — Algo diferente. Y es bueno. Me gusta eso.

Ella sonrió, tímida. Y él devolvió la sonrisa.

Pero, en el fondo, ella aún estaba tensa. Los ojos bajaban de vez en cuando, el cuerpo parecía no conseguir relajarse totalmente.

Él lo percibió.

— Eh… — dijo con gentileza. — Hoy no vamos a hacer nada. Esta noche es solo para que conversemos, nos conozcamos, respiremos un poco.

Ella lo miró con una mezcla de alivio y sorpresa.

— ¿De verdad?

— De verdad. — Él se recostó en la silla. — Y más: vas a volver a la facultad. Mañana vamos a resolver esa pendiente. Vas a graduarte. Y vas a tener todo lo que mereces tener.

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, pero ella disimuló rápidamente con una sonrisa grata.

— Gracias, Gabriel… no sabes cuánto significa esto para mí.

La noche se enfrió despacio, el viento se volvió más constante. Gabriel cerró el balcón e invitó a Mariana a ver una película en la sala.

— Puedes elegir el género — dijo, mientras ella buscaba las mantas en el armario.

— ¿Qué tal comedia romántica?

— Justo — él rió. — Pero si lloro, finges que no viste.

Hicieron un “nido” en el suelo de la sala, con almohadas y mantas esparcidas. El sofá se volvió escenario. La televisión iluminaba el ambiente con colores suaves, y la película seguía sin que ninguno de los dos prestara mucha atención.

Con el tiempo, Mariana se acomodó más cerca, y él tiró una de las mantas sobre los dos. No hubo malicia. Solo el cansancio de los cuerpos, la paz del momento, el silencio seguro de una noche sin prisa.

Antes de que la película terminara, Gabriel se durmió con el brazo debajo de la cabeza. Mariana lo siguió poco después, allí mismo, enrollada en la manta.

Dos cuerpos que se habían encontrado por el azar.

Dos almas que aún no sabían lo que el destino les preparaba.

Pero en aquella noche… el mundo parecía haberse detenido.

Y, por primera vez, ella soñó en paz.

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