La Niñera De Mi Sobrino

"Me involucré demasiado con Katrina, tanto que hice un gran descubrimiento sobre ella. Por lo general, no mezclo el trabajo con el amor, el amor con la amistad, y mucho menos me involucro con familiares de socios o amigos, y cometí un error. Sin embargo, esta vez tendré que perdonarme, porque tanto yo como Katrina no sabíamos sobre el parentesco entre ella y mi socio y amigo Antony Vicente.

Nos conocimos en una fiesta benéfica de un colega de trabajo que vino del extranjero y nos invitó. Quería nuestra presencia allí, y fue entonces cuando conocí a Antony. Tuve el placer de conocer de cerca sus buenas obras, y reconozco que el hombre es un experto en lo que hace.

Antony trabajó duro en su empresa multinacional, mezclando todo tipo de operaciones empresariales. En ese momento, estaba buscando a alguien para expandir sus negocios junto a él. Yo también quería expandir los míos, y por eso acordamos una sociedad privada. Con el tiempo, nos convertimos en amigos más cercanos. A medida que pasaba el tiempo, no solo construímos una buena imagen de socios, sino también un respeto mutuo.

Katrina está en mis brazos, la abracé y le di un beso en la cabeza.

— Haremos como dijiste, solo compartimos un momento de consuelo. — dije soltándola.

— Sí. — dijo ella. — Gracias. — Katrina salió de mi vista, cerrando la puerta de la habitación con el mayor cuidado posible para no despertar a Arthur.

Volví a sentarme en el sofá, el sueño que había tenido ahora había desaparecido. Ahora sí pude concentrarme en todos los problemas que tendría que resolver cuando llegara a Francia. Recordé a papá, a quien dejé atrás, estaba muy enfermo y debilitado. Andrei aún estaba desaparecido, sin rastro de él y de su esposa. Nadie dijo nada más sobre el caso. Arthur era solo un niño, demasiado joven para estar sin sus padres. Era complicado y triste, llegaba a doler en el pecho y mi corazón sangraba al pensar en todo esto.

— Señor Armstrong, le traje su desayuno, no lo vi en la cocina y ya son casi las 10 de la mañana. — dijo Renata, trayendo una bandeja llena de café y frutas.

— Gracias, Renata. — agradecí. — No fui a la cocina porque aún no tenía hambre, pero de todos modos, gracias. — Renata, por favor, pide a Rómulo que compre mis boletos.

— Sí, señor, ¿hay algo más?

— Sí. — pensé un poco. — Dile a Laura que haga las maletas, la llevaré en este viaje.

— Perdón, señor, pero Laura ya no trabaja en la mansión, se ha ido.

— ¿Se fue? ¿Laura se fue? — pregunté incrédulo.

— Sí, señor, pensé que ya lo sabía.

— Vaya. — blasfemié. — No me había enterado. — dije. — Renata, necesito hablar contigo sobre algo, ¿podrías acompañarme en el desayuno? Mientras desayunamos, podremos hablar.

— Claro. — dijo.

Bajo mi mirada, la mujer de pelo canoso se sentó en el sofá frente a mí, me sirvió una taza de café y luego se sirvió ella también.

— Entonces, ¿qué desea discutir, señor Armstrong? — preguntó, esperando a que tomara mi café, pero no lo hice. — Tome su café, ayer no comió bien. — me miró.

— El problema es que estoy muy preocupado por toda esta situación, Renata. — dije tomando el primer sorbo de café, parecía que toda la comida no tenía sabor para mí.

— Sé que es difícil, toda esta situación, pero no puede dejar de comer, porque se debilitará. — dijo ella cubriendo mis manos con las suyas. — Mientras el señor Andrei no regrese a casa, siempre estará preocupado. — concluyó ella.

— Tienes razón. — dije.

— Vamos, disfrute de esta comida, y luego hablaremos de lo que quiera. — Renata descubrió un plato con huevos revueltos.

Mientras yo disfrutaba de mi buena comida, Renata dio otro sorbo a su café, saboreando el sabor y luego mostró una sonrisa tímida al sentir el aroma.

— Sabes, cada vez que tomo un buen café, recuerdo a mi difunto esposo. Siempre que estábamos alrededor de la mesa para el desayuno, ambos empezábamos una pequeña competencia. — dijo ella tristemente. — A él le gustaba el té y a mí siempre me encantó el café. Tiene un olor estupendo.

— Lo siento mucho, Renata, mucho por tu pérdida, pero quiero decirte que no hay nada mejor que un buen café para empezar el día. — estuve de acuerdo al poner el plato vacío en la bandeja y recibí una sonrisa tranquila de su parte.

— Temo mucho por Laura, ella fue criada con nosotros y de repente decidió renunciar. Vino a buscarme anoche y me dijo que no podía acompañarlo a Francia. — dijo ella tranquilamente.

— Se fue en el momento en que más la necesitaba. — dije. — Es muy extraña la forma en que tomó esta decisión, tan rápido.

— Debe tener sus motivos, vi que estaba muy perturbada. Casi siempre estaba llorando por los rincones. Sabes que la señora Adriana y ella eran muy cercanas, eso debe haberla afectado.

— Entiendo. — respondí.

— Es incluso mejor que se tome un tiempo. Laura estaba muy sobrecargada y eso también podría afectar a Arthur, porque él necesita a alguien que lo consuele, no a alguien que llore delante de él y lo asuste aún más.

— Estoy de acuerdo. Pero quiero saber tu opinión, Renata, ¿a quién me recomendarías para cuidar de Arthur? Quiero que me des una sugerencia. La mansión de mi hermano tiene varias personas que pueden cuidar de Arthur, ya que llevan mucho tiempo trabajando aquí. Arthur necesita a alguien que sea más que una niñera para él, y yo estoy lejos de ser eso.

— Bueno, señor Armstrong, no sé si se ha dado cuenta, pero Arthur está muy unido a Katrina. Claro que Laura y ella compartían el mismo papel para evitar conflictos, pero el niño siempre estuvo muy apegado a Katrina. — dijo, analizándome. — Mi sugerencia es que lleve a Katrina consigo, al menos hasta que Laura regrese a su puesto o encuentre a otra sustituta. — concluyó.

— Oh no. — dije horrorizado por la sugerencia que Renata me había dado. — No puedo llevar a Katrina conmigo, eso no puede suceder, ni en sueños. — mostré una débil sonrisa.