ASCENCIÓN EN CAÍDA

Estuvimos abrazados por un buen rato, como si Clarissa no quisiera soltarme por miedo a que me le volviera a escapar. La gente seguía pasando por ahí, viéndonos como si fuéramos un par de bichos raros pegados el uno al otro.

La mujer estaba tan tensa como madera, casi me rompe los huesos con lo fuerte que me apretujaba contra ella. Por un lado, se le notaba que estaba aliviada de haberme encontrado. Pero por el otro, parecía que ni ella misma sabía qué hacer después de todo el relajo que habíamos armado.

Después de unos instantes, me soltó poco a poco, se puso de pie y se limpió las lágrimas apresuradas, como si le diera pena que la vieran llorando en plena calle.

La incomodidad se le notaba en toda la cara mientras trataba de componerse.

"E-esto, ¡Ejem! Por favor no vuelvas a salir de casa en medio de la noche, la ciudad es peligrosa." Articula con dificultad, tratando de hace un tono reprendedor, pero su mirada en otro lado y su boca tensa.

"Si, yo también pensé lo mismo... No lo volveré a hacer." Respondí incómodo.

"Está bien, entonces regresemos a casa cuánto antes, estas calles no son seguras, ni de día. Ella me toma de la mano, un recuerdo fugaz de ella golpeándome me invade, mi mente adulta lucha con mis traumas para disiparlo.

Las palabras del viejo apestoso aún estaban en mi cabeza, quería cuestionarla y saber su historia, ahora mismo era el momento perfecto pues la grieta en su armadura aún estaba fresca. Además, Dariel no estaba con ella, no había ninguna interrupción.

"No..." Suelto su mano y me resisto un poco, mi cuerpo temblando de miedo.

Clarissa volteó a verme, sorprendida por mi negativa.

"No quiero volver a casa con ese hombre... además, primero quiero que me hables. Quiero saber quién eres tú, quién es él... Qué tengo que ver yo con ustedes... " Tomé una bocanada de aire antes de soltar la pregunta que más me inquietaba: "Quiero saber quién es Anna."

El semblante de Clarissa se tensó, su expresión mostrando asombro ante mis palabras. Me observó fijamente durante unos instantes, evaluándome, antes de responder con voz temblorosa:

"Dariel se ha ido..." Bajó la mirada, haciendo una pausa mientras asimilaba sus propias palabras.

"¿Eh?" Solté, sorprendido.

"Sí. Se ha ido, no creo que vuelva."

Un silencio incómodo entre ambos renació, solo opacado por los balbuceos y chillidos de las personas que pasaban a nuestro lado.

Aunque sabía que era una buena noticia, no pude evitar sentirme mal al ver el evidente dolor que la partida de ese bastardo le causaba.

Después de un instante, volvió a alzar la vista hacia mí. Aunque su rostro seguía tenso, una pequeña sonrisa trémula se formó en sus labios, algunas lágrimas asomando en las comisuras de sus ojos.

"Así que... Podremos hablar tranquilamente en casa, Ademir. Yo también tengo preguntas para ti."

Me asombré, pues a pesar de que estaba notablemente triste, decidió calmar esa tristeza y tratar de hacerme regresar. Eso me hizo sentir bien, esa sonrisa cálida parecía genuina.

"Bien... Entonces vamos."

En el camino de vuelta, el miedo inicial se había disipado, permitiéndome contarle (aunque nervioso), sobre aquel viejo oloroso que me había cuidado y protegido. Mencioné mi deseo de seguir visitándolo y retribuyendo su ayuda, pues la vida tampoco lo había tratado bien.

Ella se mostró asombrada ante mi relato, pero no me contradijo, dando a entender que estaba de acuerdo en dejarme visitar a aquel vagabundo protector.

Después de un rato, llegamos a casa.

Mis ojos se abrieron en señal de sorpresa, pues aún estaba el desmadre que había provocado: el mueble de los libros destrozado, libros en el piso, astillas y tablas por doquier.

la vergüenza me invadió al observar el desastre que había causado.

"Esto es un poco... desastroso", comentó Clarissa, con las manos en la cintura. Luego suspiró y terminó la oración: "Bueno, ya limpiaré más tarde. Primero hablemos".

Se dirigió al viejo sofá y se sentó, su postura tensa y rígida. Yo me quedé de pie junto a la puerta, con miedo por lo que veía, dudando sobre acercarme o no.

Además, la incomodidad era palpable en el ambiente.

Clarissa rompió el silencio, su voz sonando ligeramente temblorosa: "¿Quieres... quieres preguntarme algo? O prefieres que yo comience..."

La miré fijamente, tratando de descifrar sus expresiones. Había miedo en sus ojos, pero también una súplica silenciosa por entendimiento.

Tomé una respiración profunda antes de hablar. "Quiero saber sobre Anna... Quiero que me cuentes si de verdad la traicionaste... La historia de mi padre y que tienen que ver ustedes con la muerte de ella".

Balbuceé aterrado.

Clarissa desvió la mirada, una sonrisa triste curvando sus labios. Cuando volvió a mirarme, sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas contenidas.

"La verdad es que nunca le he contado esto a nadie", susurró con voz rasposa y nerviosa.

*****Parte ll:******

[Autor: Un volumen especial, contando la historia completa de Clarissa saldrá una vez concluido el volumen 1. Atentos.]

Finalmente procedió a contarme su larga historia... Cómo fue abusada por su padre y sus amigos, como su madre católica, golpeadora y odiosa, la echó por pensar que ella los sedujo.

Clarissa vagó por las calles hasta que Anna la ayudó.

Ella y sus padres le dieron asilo en su residencia por un tiempo, experimentando una vida feliz y tranquila, tanto así que ahí nació el objetivo de tener una familia normal y amorosa, como los padres de Anna.

Ella quedó maravillada con los platillos de los chefs personales, por lo que decidió de una vez por todas, que esa sería su vocación.

Los padres de Anna, decidieron conseguirle a un mentor, un viejo y retirado chef, llamado Angel Balestin. El viejo perdió la pierna en un accidente, por lo que necesitaba a alguien que pudiera manejar su restaurante.

Él se encargó de cuidar a Clarissa durante sus años, gracias a él consiguió un hogar pequeño en la capital y aprendió a cocinar.

A pesar de esto, Clarissa cuenta como los primeros días le tuvo un miedo terrible, imaginando que él le haría lo mismo que su padre.

Pero no fue así.

Su vida pintaba bien, la experiencia del chef le sirvió para estar curando poco a poco sus traumas. Pero todo cambió cuando después de 8 años, Anna apareció de nuevo después de acabar su carrera de periodista, llena de historias y comprometida con un joven y apuesto ingeniero recién graduado.

Anna le contaba a Clarissa todos los viajes que realizaba por su trabajo, cómo conocía casi todo el continente. Clarissa poco a poco fue sintiendo envidia, comparando la vida de Anna con la de ella. Verla tan radiante, tan plena y feliz avivó esos demonios internos que durante años la atormentaron se manifestaron por primera vez en mucho tiempo, pero esta vez como envidia e inferioridad.

Anna invitaba a Clarissa a su casa, y conoció a Dariel Graymond, un hombre que la cautivó por completo, y aunque al principio no le importó mucho, todo cambió cuando Dariel comenzó a cortejarla descaradamente con costosos regalos y cumplidos sobre su belleza.

Él empezó a ir al restaurante solo para cortejar a Clarissa.

A pesar de las advertencias de Angel sobre las malas intenciones de ese hombre, ella estaba tan sedienta de afecto verdadero que ignoró sus consejos.

Se convenció así misma de que Dariel era su oportunidad de encontrar el amor y la felicidad que tanto le habían sido negados. Ese anhelo nubló por completo su juicio, haciéndola caer rendida en sus mentiras y promesas de una vida de ensueño lejos del dolor.

Cedió ante sus encantos sin pensarlo dos veces, traicionando la confianza de su mejor amiga.

Su aventura comenzó casi de inmediato. Las mentiras, los encuentros clandestinos, mientras Anna planeaba feliz su boda con el hombre que se suponía la sacaría de la miseria.

Angel notó los cambios en su comportamiento, pero no sabía de la aventura, él le decía que esperaba que no estuviera haciendo cosas malas, traicionando a Anna. Ella negaba todo y decía que no se preocupara.

Una noche, luego de una cita con Dariel, Angel fue a su casa, cuándo Clarissa fué a abrirle, Angel la vio con una camisa de Dariel. Entonces se desató un infierno de reclamos, gritos y llantos desgarradores.

Clarissa lo corrió, diciéndole que jamás volvería a verlo, estaba tan cegada por el amor.

El hombre fue asaltado al salir de la casa de Clarissa, lo asesinaron. Luego de eso la familia de Angel desechó a Clarissa del restaurante.

Este hecho solo alimentó más el daño de la mujer.

Sin mentor, sola y sin poder contarle a Anna, no tuvo más opción que refugiarse en los brazos de Dariel. Cuando se enteró de que no únicamente no se había separado de Anna, sino que todavía se iba a casar con ella. Clarissa explotó y lo mandó a la mierda.

Aun así, no tenía a nadie, entonces el día de la boda, Clarissa asistió como invitada de Anna, pero al ver a Dariel y escuchar sus palabras de disculpa, no se resistió y se metió con él en el baño. El día de la boda de su amiga.

Luego de eso se sumió en un pozo de culpa cada vez que Anna intentaba reunirse con ella, ignorante de la puñalada que le había clavado por la espalda.

Hasta que finalmente Anna los encontró en el departamento de Clarissa, Anna fue a darle la noticia de que estaba embarazada de Dariel.

Separados durante todo el embarazo, Anna se sumió en una depresión horrible, y el día del parto, al observar como Dariel llevó a Clarissa como su pareja, se inundó más.

Una noche, Anna me dejó a mí de bebé, en la casa de mis abuelos, y ella terminó con su vida saltando de un puente.

Dariel me robó de la casa de mis abuelos y junto a Clarissa, a base de promesas y engaños, llegamos a Monreal.

Luego la guerra comenzó, y Dariel fue llamado al ejército. Tuvo la oportunidad de escapar, pero no lo hizo pues quería tratar de enmendar sus pecados.

Huyendo de su familia.

Lo demás es historia.

Clarissa se derrumbó en un llanto ensordecedor mientras me contó su historia, como la culpa la ha estado carcomiendo tanto, ya que yo le recordaba a Anna y no podía olvidarla.

Su mente fue al borde del colapso cuando no tuvo noticias de Dariel, todo este tiempo, explotando conmigo. Mencionó que cuando estaba a punto de morir a manos de ese hombre, rezó al cielo, a dios y a Anna, para poder tener una nueva oportunidad.

Y fue entonces cuando yo la salvé.

Ahora quería ser una mejor madre para mí y una mejor persona, mientras sigue buscando esa felicidad que tanto deseó, al tiempo que cuidaba de mí, su familia.

Mientras les estoy resumiendo la historia de Clarissa, estoy observándola llorar desconsoladamente.

No puedo imaginar por lo que ha pasado... No con tantas desgracias... Sé que no puedo olvidar el pasado tan fácilmente, pero ahora lo entiendo mejor.

«Hace tiempo que no he hecho esto.»

Con pasos cautelosos, me acerco a la mujer, su cabeza está abajo, sostenida por sus manos.

En cada paso que doy, puedo sentir el miedo, recuerdos de sus ataques de ira, de sus golpes. Pero ahora también, recuerdo sus disculpas, la empatía que sentía anteriormente ahora había regresado.

Finalmente, abrazo a la mujer, pasando mis manos infantiles sobre su espalda... Aunque no alcanza, tal como aquellas veces en las que sufría por Dariel, pero con la diferencia de que esta vez, si se dejó consolar.

Ella pareció sorprendida, pero entendió que el consuelo que le estaba dando, era porque de verdad quería intentarlo una vez más.

Así nos quedamos durante un rato, dejando que ella desahogara por última vez todas sus tristezas, porque de ahora en adelante, quería crear una nueva forma de vivir, una dónde ya no haya más llanto ni sufrimiento.

Solo mi madre y yo.