Después de una tarde de amor pasión Hannah desaparece de la vida de Sebastián, dejándolo sumido en la más cruel desesperación. Pero él no escatimará en gastos, ni en esfuerzos para traerla de regreso a su vida. ¿La traerá para amarla o para hacerle pagar todo su dolor?
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CAPÍTULO 22
Los dos helicópteros tomaron rumbos diferentes.
Uno se dirigió al hospital y el otro hacia Medellín.
En el helicóptero con Máximo iban Cristiano, Santiago, tres hombres más y Camilo. Que era el hombre herido, que había guiado a Máximo hasta la montaña.
El servidor fiel, después de ver a Marco Aurelio interactuar con Máximo, quiso seguir sirviendo a su jefe y amigo hasta su último suspiro. Por eso le pidió a Máximo acompañarlo.
Camilo quería comprobar que el niño estará bien protegido y también reorganizará a sus compañeros, para después regresar con su jefe y amigo.
Máximo lo aceptó, porque planea que le sirva de embajador con los hombres que están custodiando la hacienda.
El helicóptero volaba a gran velocidad y Máximo iba totalmente en silencio, estaba metido en su laptop rastreando la ubicación de la hacienda. Mientras que Cristiano y Santiago, discutían sobre como darle la noticia a Genoveva, que estaba ansiosa por saber de su nieto.
Máximo y su equipo, después de una hora de vuelo, tuvieron que cambiar de transporte y viajar en rústico dos horas más.
Máximo estaba lleno de ansiedad, pero después su corazón se aceleró al ver la selva disiparse, para darle paso a una hermosa vista.
Él no había planeado lo que iba a decirle a Hannah. Tal vez debió pedirle a Hans que lo acompañara y hubiese tenido quien se ocupara de ello.
—Llegamos. Señores están en la Hacienda Aureliano Córdoba —le dijo el hombre que estaba al volante.
Máximo pudo observar un repliegue de hombres custodiando el lugar e inmediatamente rodearon los dos Jeep y los apuntaron.
—Esto es propiedad privada. Ustedes ¿Quiénes son y qué hacen aquí? —les preguntó el hombre a cargo.
Máximo se bajó del Jeep con las manos en alto y le respondió:
—Marco Aurelio me envió, él está malherido y me encargó que cuidara a su familia.
El hombre afianzó su arma y se acercó a Máximo.
El semblante del hombre cambió. Podía observarse que sentía un gran aprecio por su jefe.
Entonces, fijó su mirada en Máximo y con la voz temblorosa, le gritó:
—¡Eso es mentira! Marco no puede, él no puede.
Máximo tomó su teléfono y le mostró al hombre, el vídeo que se había grabado en su conversación con Marco Aurelio.
Máximo grabó en ese momento, pensando en demostrarle a Hannah, la petición de Marco Aurelio de protegerlos.
Pero al parecer, para esta ocasión también le servirá.
El hombre fijó su mirada en la pantalla y después levantó su mirada al sentir a alguien acercarse cojeando.
El hombre se quedó paralizado al ver a Camilo con una pierna vendada. El hombre frunció el ceño y se acercó a él.
—¿Esto es cierto? ¿Marquito está muriendo?
Camilo solo asintió con la cabeza y una lágrima rodó por su mejilla.
—Marquito está muy mal. Envió a este hombre a proteger a su familia. Debemos entregárselo para irnos todos a protegerlo al hospital. No vaya a ser que quieran rematarlo.
—¿Y la señora no estaba con él? —le preguntó el hombre a Camilo.
Camilo abrió los ojos y negó con la cabeza. Antes de preguntarle.
—¿Se fue? Esa maldita mujer, ¿y el pequeño? —le preguntó Camilo susurrándole al oído.
—Él está aquí, se quedó aquí con la niñera. A la señora Marco Aurelio le dio autorización para salir al pueblo. La única condición es que llevará escolta, ella hace dos días salió y no regresó. Dennis y Patricio están con ella.
—Marco Aurelio, piensa que ella está aquí. ¡Maldita bruja!
Los hombres decidieron guardar silencio y Camilo caminó hasta Máximo.
—La patrona no está, solo el pequeño.
—Ok, no los llevaremos y ella vendrá a nosotros.
Camilo conocía toda la historia del origen del bebé. Él personalmente se había encargado de ese asunto. Por lo tanto, sabía que Sebastián Santibáñez era el verdadero padre del pequeño. Entonces, entendía que no había un mejor lugar para el que con su verdadera familia.
Entonces, le hizo señas a Máximo para que lo acompañara y entraron a la Hacienda. Caminaron por largos pasillos hasta llegar a una puerta blanca.
Máximo cerró los ojos y revivió lo ocurrido en la otra hacienda. Cuando abrió la puerta y encontró aquella trágica escena y su cuerpo se paralizó.
Pero en esta ocasión fue diferente. Porque Máximo escuchó una hermosa risa a través de la puerta y su ansiedad desapareció. Entonces él se llenó de emoción y entró.
Ahí estaba el pequeño acostado en la cuna jugando con sus pies y riendo solo. Mientras un móvil infantil giraba sobre él.
Máximo se acercó y se sonrió al ver la misma cara de tonto de su hermano en una versión miniatura.
Camilo le dio órdenes a la niñera de que preparara un bolso con las cosas del pequeño.
Máximo levantó al pequeño en brazos y le besó la frente.
—Vamos con tu abuela, bebé.
Máximo se sonrió al girar con el pequeño y encontrarse con la cara de idiota enamorado de sus dos abuelos.
—Vamos, vamos. Dejen las lágrimas para cuando estemos a salvo —les dijo a ambos pasando entre ellos y cubriendo al pequeño para que no lo vieran.
El pequeño no lloró, solo se quedó en silencio y tranquilo.
Todos salieron de la Hacienda y subieron al Jeep.
Máximo se negó a llevarse a la niñera con él, porque no confiaba en nadie. Su experiencia le decía que a Marco Aurelio lo había traicionado su propia gente y él no arriesgaría a su sobrino. Además, estaba más que claro que cuando ese bebé llegara a los brazos de su abuela, no necesitaría a nadie más. Genoveva iba a acaparar al pequeño y a olvidarse del mundo.
Los hombres de Marco Aurelio subieron a sus camionetas, mientras Máximo les informaba del paradero de su agonizante jefe y el equipo de rescate regresaba a Italia con su misión cumplida y su objetivo asegurado.
El viaje de regreso comenzó y el pequeño Aurelio se había quedado dormido.
Santiago era el encargado de atenderlo durante el viaje, ya que era un experto en cambiar pañales y preparar biberones. Los tres hombres estaban embobados con el pequeño.