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CAZADORES DE DEMONIOS.

CAZADORES DE DEMONIOS.

Status: Terminada
Genre:Completas / Traiciones y engaños / Demonios / Ángeles / Apocalipsis
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

En un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio profundo. Nadie se imagina que existen ojos capaces de percibir lo que el resto no puede: ojos que pertenecen a aquellos considerados completamente dementes. Sin embargo, lo que ignoraban es que estos "dementes" poseen una lucidez que muchos anhelarían.
Los demonios son reales. Las voces susurrantes, las sombras que se deslizan y los toques helados sobre la piel son manifestaciones auténticas de un inframundo oscuro y siniestro donde las almas deben expiar sus pecados. Estas criaturas acechan a la humanidad, desatando el caos. Pero no todo está perdido. Un grupo de seres, no todos humanos, se ha comprometido a cazar a estos demonios y a proteger las almas inocentes.

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CAPÍTULO CINCO: UN NUEVO ESTUDIANTE

Thaddeus se encontraba caminando por los pasillos de la academia, siguiendo apresuradamente a Celine, quien parecía conocer el laberinto de pasillos como la palma de su mano. Para Thaddeus, todo era una maravilla fuera de lo común y apenas creíble. Aunque sentía emoción por explorar lo desconocido, no podía apartar de su mente a su familia y como había pasado todo.

Se sentía sumido en una profunda tristeza, como si una parte esencial de su alma hubiera sido arrancada de su cuerpo con una crueldad despiadada e implacable. Era una sensación desgarradora, como si su ser estuviera incompleto, vacío, y la profunda herida en su interior no encontrara alivio. Cada rincón de su existencia parecía haber sido invadido por un dolor punzante y persistente, que se apoderaba de él con una intensidad que parecía casi física.

La magnitud de su soledad era abrumadora, y la idea de estar completamente solo en el mundo le resultaba casi inconcebible. Su mente luchaba por asimilar la realidad de la situación, y cada pensamiento que atravesaba su conciencia parecía darle vueltas a la misma pregunta atormentadora: ¿De verdad estaba solo en el mundo? Esta interrogante se repetía en su mente, como un eco persistente que se negaba a desvanecerse.

La angustia se profundizaba al pensar en la posibilidad de que nunca más volvería a ver a su familia. La idea de que el vínculo con ellos, esos seres que habían sido su fuente de amor y apoyo, se hubiera desvanecido para siempre le resultaba insoportable. Cada recuerdo de momentos compartidos, de risas y abrazos, se sentía ahora como un cruel recordatorio de lo que había perdido, intensificando aún más su dolor. La desesperación de no poder volver a experimentar esos momentos, de no poder volver a sentir el calor de su amor, lo envolvía en una profunda melancolía que parecía consumirlo por completo.

—¿Te encuentras bien, Thaddeus? —preguntó Celine, notando la expresión triste y apocada en su rostro.

—Eh, sí, estoy... bien —respondió él, aunque una mueca se asomó en su cara, delatando lo contrario. No estaba bien, pero tampoco sentía la confianza suficiente para admitirlo frente a Celine, una chica que apenas conocía y con quien no había tenido el mejor de los comienzos—. ¿A dónde me estás llevando, Celine? Llevamos caminando mucho tiempo y parece que nunca vamos a llegar a nuestro destino. Ya estoy cansado.

—Calma, ya pronto llegaremos. Solo ten un poco de paciencia —dijo Celine con una sonrisa tranquilizadora—. Este lugar es enorme, tanto que a veces me toca salir con horas de anticipación para llegar a tiempo a mi clase de las siete.

Thaddeus soltó un suspiro y miró a su alrededor. Los pasillos parecían interminables, envueltos en sombras y con paredes altas que parecían cerrarse sobre él. El aire se sentía denso, y cada paso que daba le pesaba más que el anterior. La incertidumbre y el cansancio comenzaban a agotar su paciencia. Ellos ascendieron por las escaleras, el sonido de sus pasos resonando en las paredes de concreto mientras se dirigían al decimotercer piso. A medida que subían, el ambiente se volvía más denso con el eco de murmullos y el suave roce de telas.

Al llegar al piso deseado, la escena que se desplegaba ante ellos era de un agitado bullicio: una multitud de personas vestidas en elegantes trajes negros y túnicas se movía de un lado a otro con una precisión meticulosa, como si cada movimiento estuviera coreografiado para mantener un orden invisible en medio del caos. Le recordó a cuando iba a la iglesia y miraba a los sacerdotes y a sus semejantes. Odiaba eso.

— Hemos llegado al fin, Thaddeus.

Celine se detuvo frente a una imponente puerta de mármol negro que parecía absorber la luz a su alrededor. Sus dedos se posaron sobre el frío mármol y, con un leve toque, golpeó la puerta dos veces. Después de un largo minuto de espera, la puerta se abrió lentamente, revelando un umbral que parecía invitar a entrar en un mundo diferente. Celine se apartó con un gesto de respeto, en una señal que indicaba a Thaddeus que podía pasar primero.

—¿Tengo que entrar? —preguntó Thaddeus, mirando la puerta con nerviosismo.

—Por supuesto —respondió Celine con una sonrisa alentadora—. Vamos, hazlo, chico. No habrá un monstruo que te coma allí dentro, a menos que estemos hablando de un futuro donde ella se convirtió en una serpiente gigante porque no tomó las pociones que la mantienen como humana, o simplemente... sea un futuro donde nada ocurrió. Hay muchos futuros, y cada uno tiene un desenlace diferente.

—¿Puedes ver el futuro? —Thaddeus preguntó, asombrado por la revelación.

—Claro, soy vidente —confirmó Celine con un tono que combinaba calma y seguridad—. Ahora entra, Thaddeus.

— De acuerdo.

Thaddeus miró de nuevo la puerta, sintiendo una mezcla de incertidumbre y curiosidad. La afirmación de Celine sobre los futuros y su habilidad como vidente le había dejado con más preguntas que respuestas. Sin embargo, no podía permitirse más dudas. Tomó una respiración profunda y con el corazón latiendo con una mezcla de expectación y nerviosismo, cruzó el umbral. Se encontró en una sala iluminada tenuemente por la luz de unas lámparas antiguas, que lanzaban sombras danzantes en las paredes. Frente a él, ocupando una mesa de madera maciza y pulida con un aire de autoridad, había un hombre y una mujer. Ambos estaban sentados en sillas altas, revestidos con túnicas largas y blancas, como si de ángeles se tratase. La mesa entre ellos estaba adornada con pergaminos extendidos y unos pocos artefactos ceremoniales que parecían antiguos.

—¿Y quién eres, muchacho? —preguntó la mujer con una voz que, aunque lenta, resonaba con una autoridad palpable—. No te había visto por estos lares nunca antes.

—Delaciva —llamó Celine desde la puerta, sin intención de cruzar el umbral—. Su nombre es Thaddeus. Su familia fue asesinada por demonios, y él fue el único que logró sobrevivir. Al igual que yo, él tiene la capacidad de percibir la presencia de estos seres. Considero que es prudente que refine sus habilidades en este lugar para mantenerse a salvo. Por lo que he visto en las últimas semanas, él parece tener algo que ellos buscan, aunque no estoy completamente segura de qué es.

La mujer, Delaciva, estudió a Thaddeus con una mirada penetrante, evaluando cada detalle mientras su expresión permanecía seria. Thaddeus, a su vez, se sintió evaluado bajo el peso de su mirada, un sentimiento de vulnerabilidad y tensión palpable en el aire.

—¿Y qué te hace pensar que este lugar es el adecuado para ti? —preguntó Delaciva, sus palabras cargadas de un tono que sugería tanto curiosidad como escepticismo.

—No lo sé… ni siquiera entiendo por qué estoy aquí —respondió Thaddeus, con un tono de incertidumbre—. Debería estar en un avión rumbo a la casa de mi abuela.

Delaciva lo observó con una mezcla de intriga y consideración. Sus ojos, profundos y analíticos, parecían captar más de lo que él estaba dispuesto a revelar. El peso de sus palabras estaba claro: no era solo una cuestión de estar en el lugar correcto, sino de entender por qué su destino lo había llevado allí en lugar de al viaje que había planeado.

—A veces, el destino tiene formas curiosas de guiarnos —dijo Delaciva finalmente, su voz volviendo a ese tono autoritario pero contemplativo—. Si estás aquí en lugar de estar en un avión, es porque hay algo que debes aprender o enfrentar. El hecho de que estés aquí, en este momento, no es una coincidencia.

Thaddeus asintió lentamente, aunque el miedo y la confusión aún nublaban su mente. Sentía que las palabras de Delaciva tenían un peso importante, pero aún le costaba aceptar que su vida había dado un giro tan inesperado.

—Celine dice que tienes algo que los demonios buscan —continuó Delaciva—. Tal vez sea el momento de descubrir qué es y por qué. Mientras estés aquí, deberás enfrentarte a tus miedos y a tus habilidades. Este lugar no es solo un refugio; es una escuela para aquellos que deben prepararse para lo que está por venir.

Delaciva estiró su mano hacia donde estaba un hombre que le entregó un rollo de pergamino junto con una pluma. Con movimientos precisos, ella colocó el pergamino sobre la mesa del centro, la cual se abrió mágicamente para revelar una serie de letras y, al final, un espacio en blanco destinado para una firma.

Thaddeus observó el pergamino con una mezcla de curiosidad y ansiedad. Las palabras en el rollo eran indescifrables para él, y el espacio en blanco al final parecía ser un desafío que debía enfrentar. Miró primero a Delaciva, cuyos ojos lo seguían con una mirada implacable, y luego a Celine, que se encontraba en la esquina de la habitación, nerviosamente agarrándose el cabello mientras su mirada se perdía en el exterior, como si buscara respuestas en el horizonte lejano.

— Debes firmar, Thaddeus.

Thaddeus se acercó a la mesa, la pluma en mano. Mientras se preparaba para firmar, el pensamiento de que este acto podría cambiar el curso de su vida lo atravesó con intensidad. Las letras en el pergamino parecían un enigma, pero comprendió que era un paso necesario para adentrarse en el mundo desconocido que ahora se extendía ante él. ¿De verdad haría eso? ¿Firmara esa pergamino de aceptación?  Tomó una respiración profunda, sintiendo el peso de la decisión que estaba por tomar. La pluma se movió suavemente sobre el pergamino, dejando su firma con una mezcla de determinación y temor. Cuando terminó, levantó la vista, encontrando los ojos de Delaciva que, aunque inquebrantables, mostraban una chispa de reconocimiento por su valentía.

—Bienvenido, Thaddeus —dijo Delaciva, con una voz que, aunque firme, llevaba un matiz de aprobación—. Ahora que has hecho tu parte, el verdadero aprendizaje comienza. Prepárate para enfrentar lo que viene.

— No sé si esto es bueno o malo.

— Esto es muy bueno, Thaddeus. Te juro que no te arrepentirás—le dio un guiño de ojo—. Celine, puedes llevar a Thaddeus a la que será su habitación —en su delicada mano apareció una llave no muy pequeña, pero no tan grande—. El chico debe descansar. Lo noto muy afligido por todo esto.

— Claro, señora directora. Thaddeus, camina.

Mientras avanzaban por los pasillos que conducían hacia los aposentos de los varones, Thaddeus notó un sonido que llamaba su atención. Era un canto profundo y resonante, un coro de voces que evocaba los cánticos que solía escuchar en las películas de terror. La melodía era envolvente y parecía surgir de un rincón lejano del edificio, creando una atmósfera no muy linda a su parecer. Dirigió su mirada hacia Celine quien iba unos pasos más adelante de él. Quería seguirla, pero el sonido le causaba mucha curiosidad así que se acercó hacia el lugar de donde provenía. Se detuvo frente a una puerta que dejaba entrever un destello de luz y escuchaba más claramente el canto. La puerta estaba entreabierta por lo que aprovecho para ver.

A través de la rendija, Thaddeus pudo observar un gran salón que se extendía con un techo alto adornado con detalles arquitectónicos antiguos y elaborados. La atmósfera estaba cargada de un aire solemne y un tanto inquietante. Estatuas de santos, cada una con una expresión serena y fija, estaban distribuidas por todo el espacio. La presencia de estas figuras religiosas le resultaba perturbadora, ya que, aunque no despreciaba la religión, no compartía su fervor. La devoción ciega que él percibía le parecía incomprensible y, en cierta medida, desconcertante.

En el centro del salón, una multitud de personas estaba arrodillada en el suelo, vestidas con túnicas blancas y azules que parecían fluir como agua a su alrededor. Las figuras se mantenían estáticas, inmóviles en su adoración, y sus voces se unían en un coro hipnótico. La melodía que se elevaba y caía con la cadencia de las olas en un mar tormentoso llenaba el aire con una resonancia extraña y discordante.

El canto colectivo creaba una sinfonía de sonidos que oscilaban entre lo etéreo y lo perturbador. Cada nota parecía cargada de una energía ancestral, una mezcla de devoción y desesperación que impregnaba el espacio, intensificando la sensación de inquietud en Thaddeus. La melodía, aunque fascinante en su complejidad, llevaba consigo un sentimiento de solemnidad inquietante, como si cada nota fuera un recordatorio de algo mucho más profundo y oscuro que él aún no comprendía del todo.

—¿Qué demonios…? —murmuró Thaddeus, sus ojos fijos en la escena que se desplegaba ante él a través de la rendija de la puerta.

Celine, que había notado la ausencia de Thaddeus, se volvió con rapidez. Con un paso decidido, se acercó a él y se inclinó ligeramente para observar a través del pequeño espacio en la puerta. Al ver lo que estaba ocurriendo en el interior, su expresión pasó de la curiosidad a una profunda preocupación. Sus ojos se ensancharon y sus labios se apretaron en una línea fina mientras absorbía la escena con creciente inquietud. Ella, a diferencia de Thaddeus, tenía una conexión personal con la religión que se practicaba en el salón. Ella había intentado unirse a esa congregación en el pasado, pero su solicitud había sido rechazada. Aunque se había mantenido fiel a sus creencias, su pasado perturbador era un secreto que rara vez compartía. Las razones detrás del rechazo eran un tema sensible, lleno de sombras que prefería no desenterrar.

La visión de las estatuas y el coro de voces arrodilladas parecía despertar en Celine una mezcla de emociones reprimidas. El rechazo que había experimentado la había marcado de una manera que ahora se manifestaba en su reacción ante la escena que observaba.

—Aquellas mujeres son las monjas de este lugar—susurró Celine, su voz apenas audible por encima del canto—. Rezan constantemente, día y noche, por las almas de los demonios que cazamos. Creen que incluso las criaturas más malvadas merecen una oportunidad de redención. Algo que… no sé. No considero que sea justo perder el tiempo en rezar por aquellos demonios condenados cuando pueden rezar únicamente por las almas inocentes que fueron arrebatadas de la vida.

—¿Ellas también cazan demonios? —preguntó Thaddeus en un susurro, su voz apenas audible por la intensidad de la ceremonia en el interior.

—No —respondió Celine, sacudiendo suavemente la cabeza—. Su misión es diferente. Ellas protegen el alma, no el cuerpo. Su fe es lo que mantiene el equilibrio aquí. Mientras nosotros luchamos contra los demonios, ellas se encargan de la salvación del alma. Rezan incansablemente para que todas las almas encuentren la paz en el cielo y para que algunas nunca sean tocadas por los otros.

La voz de Celine era un murmullo grave, cargado de una mezcla de respeto y distancia. Sus palabras pintaban un cuadro claro de la división de roles entre su grupo y la congregación que estaba en el salón. Mientras el grupo de Celine se enfrentaba a la amenaza tangible de los demonios, estas mujeres se dedicaban a un tipo de lucha más abstracto y espiritual. Su objetivo no era el combate físico, sino la protección y la salvación en un sentido más etéreo.

—¿Así que ellas están aquí para mantener el equilibrio entre el bien y el mal, pero en un nivel diferente? —preguntó Thaddeus, intentando entender la compleja red de roles que Celine le estaba describiendo.

—Exactamente —confirmó Celine—. Sus oraciones y rituales buscan evitar que las fuerzas oscuras influyan en las almas de las personas. Mientras nosotros enfrentamos a los demonios en el mundo físico, ellas luchan por la pureza espiritual. Ambas misiones son cruciales, pero son muy distintas.

Thaddeus asintió lentamente, comprendiendo la importancia de la función de las mujeres en la ceremonia. La lucha por el equilibrio entre el bien y el mal parecía ser un esfuerzo compartido pero dividido en diferentes frentes.

—Vamos, —dijo Celine, dando un paso hacia atrás para alejarse de la rendija de la puerta. —Te explicaré algunas cosas mientras te llevo a tu habitación. La campana siempre suena a las doce del mediodía y a la medianoche. La asistencia es obligatoria. Puedes asistir a cualquiera de los tres templos del castillo.

—¿Tengo que ir a misa?

—Thaddeus, guarda silencio —dijo Celine, con un tono firme pero tranquilo mientras avanzaban por los pasillos del castillo—. Cada templo tiene un propósito diferente. Uno está dedicado a la protección del alma, otro a la purificación, y el último a la meditación y la reflexión. Cada uno ofrece una experiencia distinta y puede ser útil dependiendo de lo que necesites en ese momento. Además, puedes asistir a misa si lo deseas. Nosotros vamos a misa una vez al mes; esa es obligatoria para todos aquí.

Thaddeus asintió lentamente, intentando asimilar la información. El castillo, con sus pasillos laberínticos y la estructura de los templos, estaba comenzando a tener un sentido de propósito para él, aunque aún sentía un desasosiego ante la nueva realidad en la que se encontraba.

—No te preocupes por el tamaño del lugar o las costumbres —dijo Celine con una sonrisa comprensiva—. Te acostumbrarás con el tiempo. Lo importante ahora es que encuentres tu lugar aquí y empieces a entender cómo funcionan las cosas.

Finalmente, llegaron a una puerta de madera tallada que se abrió a una habitación modesta pero acogedora. Celine la abrió con un gesto cortés y dejó que Thaddeus entrara primero.

—Este será tu cuarto mientras estés aquí —dijo Celine, señalando una puerta de madera tallada con intrincados detalles. La abrió y se hizo a un lado—. Hay algunos libros y documentos que pueden ayudarte a adaptarte. —Señaló el estante a la izquierda, pegado a una pared—. Si necesitas algo, no dudes en preguntar. Tendrás tres compañeros de habitación que se supone deberían estar aquí en este momento, pero están castigados.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Thaddeus, sorprendido.

—Conozco esa vara de ahí —dijo Celine, señalando un bastón de madera apoyado en un rincón—. Es de Theron, un irritante y deshebrado que a veces es amigable. Tiene un gemelo que, para no decir mucho, es bastante… pesado. Los dos son muy irritantes cuando están juntos. Hace poco, bajaron a la mazmorras, algo que está completamente prohibido, y arruinaron uno de los cuadros que había allí. Y el otro chico es Ryas; él es aún peor que los anteriores. Creo que a los tres no se les terminó de desarrollar muy bien el cerebro.

Thaddeus miró el bastón y luego a Celine, procesando la información sobre sus futuros compañeros de habitación. La actitud relajada de Celine al hablar de ellos parecía indicar que estaba familiarizada con los problemas que podían surgir en el castillo.

—¿Y qué más debería saber sobre ellos? —preguntó Thaddeus, buscando cualquier consejo adicional que pudiera ser útil.

—Theron y su gemelo, Eamon, son conocidos por su habilidad para meterse en problemas y por su actitud desafiante. A veces actúan sin pensar en las consecuencias. Ryas es más reservado, pero su naturaleza es aún más complicada. Es más impredecible y menos confiable, pero no lo digo en mal plan. Son buenos chicos, pero no aman seguir las reglas.

— Vaya, pensé que era peor…

— Para nada. En fin, descansa, nos vemos mañana.

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