La Mascota Del Alfa

— Está bien. Confiaré en ti. Si necesitas algo puedes hablar con Carl. — comento con algo de renuencia.

— Está bien — dije mientras contemplaba las expresiones disgustadas de Carl y Emily que se encontraban a mi lado, ellos parecían verme como si fuera la persona que traicionó a Jesús. Por lo que no pude evitar preguntarme si es así cómo se sintió alguna vez Cenicienta. Lo bueno es que yo no era tan ingenua como Cenicienta, ni tan buena como ella, tampoco estaba loca para hablar con las ratas, eso de hablar solo lo hacía con mi gato.

— Mia...

Lo interrumpí antes de que siguiera con su charla.

— ¿Me puedo ir?. Ellos parecen algo impacientes y no creo que les agrade que siga hablando conmigo.

Mi padre me miró con una expresión herida. Tal vez porque desde lo que me dijo ayer no lo he vuelto a llamar “papi”. Puede que solo sean ideas mías. Quizás esa era su expresión normal. Cómo sea. No me importaba.

— Respira, no puedes matarla — murmuró Emily como si estuviese recitando un mantra. Sin embargo, ella parecía un poco diferente de ayer. Parece que estaba satisfecha con la decisión del duque de ocultar mi identidad como su hija. No pude evitar pensar que la verdad así como la gripe nunca se pueden ocultar. Por lo que eso de que era su hija no iba a permanecer oculto por tanto tiempo.

— Padre, ¿si ya terminaste de hablar, podemos irnos?

Emily le preguntó remarcando la palabra “padre” mientras me daba una mirada victoriosa. Ella estaba siendo infantil, ¿cómo si me fuera a sentir celosa por este tipo de cosas? Había vivido sin tener un padre durante la mayor parte de mi vida, no lo extrañaba, ni lo necesitaba.

— Pueden irse. Jack es el chofer de esta familia, él se encargará de llevarlos y traerlos — me explicó.

Asentí. Luego recogí mi bolso. Emily se acercó al duque y plantó un beso en su mejilla, no sin antes mirarme. Sentí algo de pena ajena ante este tipo de demostración de poder. Por un momento me imaginé que ella era la esposa oficial y yo la concubina que se peleaba por el favor de su marido. Espera… La imagen mental es horrible. Me sentía un poco asqueada. No pude evitar fruncir el ceño. Acción que Emily tomó como si me hubiese afectado sus acciones.

Pronto partimos hacía la Academia Real. Mientras salía me di cuenta de lo lujoso y maravilloso que era el nuevo lugar en el que estaba viviendo. La mansión era de aspecto victoriano, se parecía a esas que salían en las películas de época. Por lo que, las decoraciones del interior, el arte, los accesorios, los largos pasillos, así como la actitud y la vestimenta del personal me hicieron dar cuenta de que realmente estaba viviendo la vida de una cuchara de oro.

Este lugar parecía sacado de una fotografía del pasado.

— Jóvenes, buenos días — saludó un anciano de aspecto fornido y ojos marrones. Su expresión era agradable, por lo que supuse que era una persona amable.

— Buenos días — lo saludé.

El señor abrió la puerta del auto, espere a que se subieran Emily y Carl antes de subirme.

— Gracias — le dije al chófer.

No podía negar que me sentí un poco, solo un poquito emocionada con todo lo que estaba pasando en mi vida. Después de todo, está era la primera vez que estaba en un lugar regido por un sistema monárquico. Y aunque aún pensaba que el duque tenía una enfermedad mental para pensar que era un hombre lobo, bueno, también estaba emocionada por este tipo de cosas fantasiosas.

El trayecto hasta la Academia Real se sintió un poco incómodo dado que ya sea Carl, Emily o yo ninguno emitió ninguna palabra. Por lo que saque mi celular y revise mis redes sociales. Sonreí al ver un mensaje de mi nana.

Nana <3

Suerte en tu primer día de clases, mi niña.

Rápidamente le respondí.

Mia:

Gracias nana. Te quiero.

Contesté uno que otro mensaje de mis amigos que me preguntaban en dónde me había metido y les di un resumen de cómo mi vida dio un cambio de 180° grados. Claro está, deje de lado el tema de los lobos porque ni yo misma lo creía. Y sobre el lugar en donde estaba porque ni siquiera estaba segura. También respondí algunos mensajes de condolencias.

***

Al momento de llegar a la Academia Real no pude evitar quedarme maravillada ante el lugar majestuoso en el que estaba, sentí un aire solemne recorrer mi cuerpo incluso la piel se me puso de gallina. Era muy diferente de mi antiguo instituto. Mucho más grande, las estatuas, los imponentes árboles como las coloridas flores que adornaban sus instalaciones le dieron cierto aire elegante.

Incluso cuando bajé del auto, me sentí como una campesina que recién iba a la ciudad. Por lo que no me di cuenta cuando tanto Carl y Emily desaparecieron. Ellos parecían que no querían tener nada que ver conmigo.

Me encogí de hombros mientras buscaba a alguien que me ayude a encontrar la oficina. No sabía la razón, pero en cuanto puse un pie dentro de la Academia un tipo de extraña tensión se alojó en mi hombro. Este sentimiento extraño, este tipo de situación me hizo sentir un mal sabor de boca.

— ¿Eres Mia Friedman?

La persona que me preguntó aquello era una chica alta de tez trigueña y ojos dorados, por su expresión se veía agradable.

— Soy Esther y estoy a cargo de darte un recorrido por la Academia. Seré tu guía.

— Mucho gusto, soy Mia.

— Disculpa si soy un poco cotilla, pero vi que llegaste junto con Emily por lo que me preguntó qué relación tienen. Muchos dicen que eres la hija bastarda del duque Storm. ¿Es eso cierto?

¡Oh! Me sorprendió un poco lo rápido que se propagan los rumores. Una sonrisa maliciosa se formó en mis labios. Está era mi oportunidad.

— En realidad, el duque es mi sugar daddy.

— ¿Qué?

— Cuando murió mi madre, él me decidió acoger, pero a cambio quería mi cuerpo.

Esther me miró horrorizada como si mis palabras hubieran cambiado su percepción de todo. Me reí por dentro ante la forma en la que sus ojos se volvían redondos.

— Pero, esto es un secreto. No se lo puedes decir a nadie más — le dije con expresión lastimera.

Esther asintió, pero sabía muy bien que en cuanto me perdiera de vista se lo iba a platicar a la próxima persona que se le cruzará, ya que, no parecía ser alguien discreta. Es más, esperaba que se lo dijera a todo el mundo, está era mi forma de vengarme del duque por quererme mantener ocultar como si fuera su pequeño sucio secreto.

Bueno, ahora me convertiría en un gran sucio secreto.