Ji Eun había reencarnado en su novela bl favorita, en un personaje lamentable que apenas logra reconocerlo ¿Morirá como una simple extra? Odia la idea de tan solo pensarlo. Al saber la cura del príncipe heredero decidió mejor pedir disculpas después al protagonista con tal de poder proteger su vida.
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7 - ¡Eres tan predecible, príncipe!
Roxana había terminado la preparación de la medicina para el príncipe con éxito, usando a su padre como sujeto de pruebas para los somniferos ya que era consciente que el príncipe podría pasar días sin dormir debido a su trauma con tener que mantenerse alerta o sería abusado.
"¡Ya estoy lista, papá!” El mayordomo estaba en silencio observando la expresión del archiduque, en toda la noche se había pasado quejando y reflexionando si era buena opción mandar a su hija al palacio imperial. Confiaba en ella pero no en la familia real, por eso mismo se había mantenido neutro en la política, tomar un bando le podría afectar al futuro de su hija.
Roxana fue hasta donde su padre y lo abrazó para después decirle: “Prepare algunos para ti, no te lo había podido entregar porque he pasado ocupado con la elaboración de la medicina del príncipe”
Su hija ni siquiera había tocado el suelo del palacio imperial y ya estaba siendo esclavidaza por el príncipe ¡Indignante! Roxana logró visualizar la duda en los ojos de su padre, solamente le sonrió.
“Estaré para la cena, recuerda”. Esto lo logró tranquilizar, su hija no se iba por siempre. Roxana se sentía mal mintiendole, llegara un momento en que se deba mudar si su plan resulta exitoso pero debía tratar delicadamente el tema con su padre.
“¿Quieres algo especial para comer?” Roxana negó, sonriendo al ver que su padre estaba usando los gemelos qué le había regalado.
“Me gustan los ojos de mi padre”. El sonrió y el mayordomo negó riendo, siempre que su hija le decía un cumplido el archiduque pasaba mínimo dos días repitiendo lo que le había dicho, presumiendo del amor de su hija.
Ambos fueron hasta el carruaje, uno de los sirvientes les ayudo con unas maletas qué llevaba Roxana. El archiduque antes pidió que la revisaran por temor a que fuera ropa pero resultó que era medicina y algunas hierbas, té y los somniferos, de ropa solo llevaba dos vestidos y Roxana le había informado que era por si sucedía cualquier accidente, el archiduque se acordó de su hija llena de bayas haciéndolo reír.
“A las 4 estará el carruaje yendo por ti”. Le informó Gian al subir el carruaje atrás de su hija.
“Papá, debo acomodar muchas cosas mejor a las 8. Ya mañana podré regresar a las 7 y los días de descanso a las 4”. Gian sonrió complacido, sabía que en la carta iban los términos qué propuso Roxana respecto su horario pero decidió esperar a que ella se lo dijera.
“Si te sucede algo, debes informarme. Tu padre es poderoso”. Roxana río con movida por las palabras del archiduque.
“Así lo haré, con mi primer sueldo llevaré a papá a comer”. Gian sonrió, le gustaba que de alguna forma Roxana intentará incluirlo en sus actividades. Se sentía con más confianza al hablar de su hija.
“¿Llevas supresores?”. Según la ley imperial se debía usar supresores todos los alfa y omegas si estaban solteros, porque la época de celo podía ser inestable y por seguridad era mejor mantenerlo así. Al menos que estuvieras marcado o en cinta.
“Papá, soy beta”. Río Roxana. Al archiduque se le había olvidado, a veces Roxana solía desprender una calidez qué podría confundirse con su aroma quizás es por su personalidad tan llena de colores.
El resto del camino siguieron hablando de cosas triviales sobre la sucesión y sobre que querría Roxana como regalo por su primer trabajo. El archiduque a pesar de todo estaba orgulloso de que hija tuviera la iniciativa de trabajar y aprender a ganarse la vida.
“Papá, puedes dejarme aquí”. Dijo Roxana al ver a los sirvientes esperando por ella en la entrada principal del anexo, era un palacio más simple, no pareciera de la familia real y ella lo sabía, era un lugar descuidado.
“Está bien, hija”. El archiduque le dio un beso en la frente a Roxana mientras observaba a los sirvientes, rápidamente llamó a su escolta y le ordenó investigar a la familia de cada uno de los que trabajan en ese lugar, en especial el del mayordomo, ama de llaves y el encantado de las gestiones financieras debido a que el príncipe estaba en clases de sucesión podía ser otro el encargado.
Roxana intuyo qué para estos momentos el príncipe debía tener alrededor de 17 años, estaba en la peor etapa de su enfermedad. Lloraba todas las noches debido al dolor, siendo que celo se había adelantado por culpa de la emperatriz qué lo mantenía drogado. Primero debía empezar un proceso de desintoxicación. El único sirviente leal era el mayordomo, de resto debía mantener cuidado.
"Bienvenida, señorita Roxana”. Todos hicieron una reverencia ante la voz del mayordomo.
“Le mostraré donde estará su lugar de trabajo, se encuentra justo al lado de la habitación de su majestad”. Los sirvientes tomaron sus maletas pero Roxana evitó que tomarán una de ellas, la que contenía específicamente los medicamentos del príncipe. Estaba segura que sería revisada por la ama de llaves y robaría alguna, debía estar alerta.
“Con su permiso”. La tomó y fue detrás del mayordomo, quien solo se limitó a asentir y observar las acciones de Roxana.
“Primero necesito verlo, si es posible ahora”. El mayordomo asintió y se dirigieron hasta la habitación del príncipe.
“Temo que debo dejarla aquí. El príncipe ya fue notificada de su llegada, solo debe presentarse”. Roxana asintió y suspiró, abrió la gran puerta. El príncipe se encontraba en la cama, sudando frío pero eso no le quitaba la belleza, se miraba como un pintura bien elaborada, su cabello dorado resaltaba aun más debido a los rayos del sol que se escapaban de las cortinas mal acomodadas. Se nota que es el personaje principal, maldito villano. Pensó Roxana.
“Saludos a su majestad, el pequeño sol del imperio. Me presento, soy Roxana y ahora seré quien se encargue de su salud”. Roxana logró visualizar la expresión de fastidio del príncipe, pero debido a su condición actual no podía decir nada. La pelinegra no tardó en actuar, tocando su frente se dio cuenta que debía tener fiebre y abrió uno de sus ojos, estaban idos y la piel de su frente se encontraba extremadamente fría.
Sacó la medicina de su maleta, abriendola con cuidado. Espero me lo agradezcas dejándome vivir, maldito.
La coloco en la boca de Cassius, forzandolo a que abra la boca y tragara esta depsues de esto guardo en la maleta el frasco, lo usaría después.
“Seguramente no puedes dormir por las noches y esto empeora tu condición, te dejaré unos somníferos aquí. Puedes tomar máximo hoy dos, si no te hacen efecto debes decirme a primera hora para mejorar la fórmula y como te sentiste, efectos secundarios, etc.”. Roxana abrió las cortinas y el príncipe despertó de su trance, se sentía mejor que otros días.
“Daré la orden que las cortinas sean retiradas de tu habitación a excepción la del balcón, debes tomar luz solar. Estoy consciente de tu mal dormir pero ahora debes cambiar eso, también traje suplementos para tu entrenamiento, me gustaría observar tu manejo con la espada”. Se sentía abrumado, esta mujer no dejaba de hablar como si lo conociera.
“¿Qué haces aquí y qué me diste?” Fue lo único que pudo articular. Roxana soltó una risita.
“Estoy encargada de su salud, le di su medicina. Deje una al lado de los somníferos por si quiere revisarla”. El príncipe quería quejarse, pero no podía. Su cuerpo se sentía más ligero.
¡JA! Ni siquiera pudo decirme algo ¡He ganado la primera batalla!