Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Una sorpresa del pasado.
Camila miró por la ventana del autobús mientras las calles de la ciudad pasaban rápidamente. El cielo estaba cubierto con nubes grises que amenazaban con desatar la lluvia en cualquier momento, pero en su interior, el sol brillaba con la esperanza de que su visita a Gabriel pudiera iluminar su día. Llevaba un ramo de flores frescas en la mano, un gesto simple pero sincero que esperaba que le alegrará al menos un poco su difícil situación. Gabriel ha sido un amigo leal y solidario, y ahora que él lidiaba con toda esta situación, Camila quería hacer lo posible para mostrarle que no estaba solo.
Al llegar al hospital, un nudo se formó en su estómago. Camila respiró hondo y se dirigió hacia la habitación de Gabriel, su mente llena de recuerdos de los momentos felices que habían compartido. Se preguntaba cómo se sentía ahora, cómo enfrentaba la lucha que tenía frente a él.
Cuando finalmente llegó a su habitación, se detuvo un momento para recuperarse. Golpeó suavemente la puerta y entró. La visión que se presentó ante ella la tomó por sorpresa. Gabriel estaba sentado en la cama, con su cabello despeinado y su rostro demacrado, pero con una sonrisa amplia que iluminaba su rostro. A su lado, había una chica que le tomaba la mano, riendo y conversando animadamente.
Camila se sintió como un intruso, un espectador de un momento privado que no estaba destinada a presenciar. Pero antes de que pudiera retroceder, Gabriel la vio y su sonrisa se amplió aún más.
—¡Camila! Ven, entra —dijo, levantando la mano en un gesto de bienvenida.
La chica se volvió hacia ella, y Camila se sintió muy incómoda, pues los había interrumpido . —Hola —dijo la chica con una sonrisa. —Soy Valeria.
—Hola, —respondió Camila, tratando de ocultar su incomodidad casi obvia. No tenía ni la menor idea de quien se trataba la chica, pero estaba siendo amable en ese momento y la sonrisa de aprobación de Gabriel hablaba por sí sola. Intentó pararse de lo más normal junto a ellos, a la espera de que alguien le explique la situacion.
—Estaba contando a Valeria sobre nuestras ideas en los eventos que realizamos aquí en el hospital —dijo Gabriel, su tono ligero y juguetón. —Es un placer verte, Valeria.
Camila sintió una punzada de celos, pero rápidamente se deshizo de esa emoción. —Es bueno verte también —dijo la chica sonriendo. La situación era extraña, y no sabía cómo manejarla.
—-Valeria, ella es Camila. Camila, ella es Valeria. —Gabriel movía sus manos de un lado a otro mientras decía nuestros nombres.
Con una sonrisa y extendiendo su mano Valeria respondió. Es una chica linda. Alta, morena y unos lindos ojos negros. Perfectamente podría pasar por una modelo.
—Ella fue mi primera novia, estuvimos juntos en la escuela. ¿Recuerdas, la chica popular? —dijo Gabriel, y allí caí en cuenta quien era la chica, hace unas semanas, cuando fuimos al cumpleaños de mi padre y él estuvo hablando sobre ella. Ahora recuerdo todo.
La conversación continuó fluyendo entre Gabriel y Valeria, llenando la habitación con risas y recuerdos de un pasado que parecía tan lejano. Camila se quedó en silencio, observando cómo su amigo se iluminaba al hablar con ella. Aunque sabía que Valeria solo pasaba a saludar, el tiempo que compartían juntos parecía prolongarse eternamente.
Finalmente, Valeria miró su reloj y se levantó. —Debo irme —dijo, sonriendo Valeria. —Pero prometo que volveré, Gabriel. Cuídate fue un gusto volver a verte de nuevo. Y Camila fue un gusto conocerte.
Gabriel sonrió, sus ojos brillando de felicidad. —Gracias por venir, Valeria. Significa mucho para mí. —Valeria se acercó y lo beso en la frente.
Una vez que Valeria salió de la habitación, Camila sintió que la tensión en el aire se disipaba. —No sabía que tendrías una visita tan especial. Lo siento por interrumpirlos. —dijo, rompiendo el silencio.
Gabriel se recostó en la cama, su expresión un poco más seria. —Mi pardre se la encontró hace unos días en el supermercado, le preguntó por mí. Mi papá le contó todo sobre mi enfermedad, que estaba en el hospital, y ella decidió venir a verme.
Camila asintió, sintiendo un torbellino de emociones. —Es bueno que haya venido —dijo, tratando de mantener como se sentía a raya. Pero en su interior, una parte de ella se preguntaba cómo se sentía Gabriel al respecto. —¿Te sorprendió?.
—Sí, bastante —admitió Gabriel, jugando con los bordes de su manta. —No la había visto en años. Hablamos un poco sobre lo que sucedió con lo nuestro antes de que llegaras, sobre lo inmaduros que éramos en ese entonces.
—¿Cómo fue eso? —preguntó Camila, su curiosidad superando su incomodidad.
Gabriel suspiró, mirando hacia el techo. —Ella se disculpó por cómo terminó nuestra relación. Dijo que no supo manejarlo y que se siente mal por cómo me dejó. Pero también fue agradable recordar esos momentos. Aunque viéndolo bien, éramos unos chiquillos. Ella ha cambiado mucho.
Camila sintió un nudo en la garganta. Sabía que la relación de Gabriel con Valeria había sido breve, pero significativa. Había escuchado historias sobre sus aventuras y la intensidad de su primer amor. —Me alegra que hayan podido hablar —dijo, intentando ocultar sus propios sentimientos. —Siempre es bueno cerrar ciclos y hablar sobre cómo nos sentimos.
Gabriel sonrió, pero su mirada se tornó melancólica. Camila sintió que el peso de la conversación se hacía más denso. No sabía si debía hablar sobre sus propios sentimientos o mantener el enfoque en él. En su lugar, decidió cambiar de tema. —Traje algo para ti —dijo, levantando el ramo de flores que había traído. —Espero que te gusten.
Los ojos de Gabriel se iluminaron al ver las flores. —Son hermosas, Camila —dijo, tomando el ramo con cuidado. —Gracias, realmente ahora no me imagino mi vida sin ti.
—Me alegra que te gusten —respondió ella, sintiendo una extraña sensación en su cuerpo, una mezcla entre alivio y felicidad.
Gabriel comenzó a colocar las flores en un jarrón pequeño que había en la mesita de noche. —Tienes razón. A veces, las pequeñas cosas son las que más cuentan.
La conversación fluyó de nuevo, pero Camila no pudo evitar pensar en Valeria. La aparición de su primera novia había traído a la superficie una serie de emociones que no había anticipado. Se preguntaba si Gabriel aún sentía algo por ella, si ese reencuentro había despertado viejos recuerdos que podrían cambiar la dinámica de su amistad.
—¿Te gustaría que te contara más sobre mi vida en estos días? —-preguntó Gabriel, rompiendo sus pensamientos.
—Claro —respondió Camila, agradecida por la oportunidad de centrarse nuevamente en él. —¿Cómo has estado lidiando con todo esto?
Gabriel se encogió de hombros. —Hay días buenos y días malos. A veces me siento optimista, como si pudiera luchar contra esto, y otros días, la realidad me abrumó. Pero tener amigos como tú hace que todo sea más llevadero.
—Siempre estaré aquí para ti —dijo Camila, sintiendo que su voz se quebraba un poco. —No importa lo que pase, quiero que sepas que cuentas conmigo.
Gabriel sonrió, y por un instante, Camila vio una chispa de la vida que una vez había llenado su alma. —Eso significa mucho, Camila. La verdad es que he estado pensando en lo que significa la amistad y cómo a veces tomamos por sentado a las personas que realmente importan.
—Es fácil perderse en la rutina —dijo Camila, sintiendo el peso de sus propias palabras. —Pero momentos como este me recuerdan lo valioso que es cada instante.
Los dos compartieron un momento de silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Camila se preguntaba cómo sería la vida de Gabriel después de esta experiencia. Había tanto en juego, tanto que podría cambiar.
Gabriel sonrió repentinamente, y en sus ojos había una mezcla de gratitud. —Gracias por estar aquí, por hacer que este lugar no se sienta tan solitario.
—Siempre estaré a tu lado — reafirmó Camila, sintiendo que su amistad se fortalece con cada palabra que compartían —Y deja de agradecerme tanto, me hace feliz, verte feliz.
La conversación continuó fluyendo, alternando entre risas y momentos de reflexión. Camila disfrutaba de la conexión que tenían, del hecho de que, a pesar de la adversidad, podían encontrar consuelo en la compañía del otro.
—Creo que quiero hacer algo especial para ti —dijo de repente Gabriel, sacándola de sus pensamientos —Quizás quieras ir a cenar conmigo.
—¡Eso suena genial! —exclamó Camila, sintiendo que su corazón se alegraba de nuevo.
Gabriel rió —Sería increíble. Siento que te lo debo. En realidad, me siento en deuda contigo.
—Y yo contigo. —dijo Camila, sonriendo. —Creo que por como nos sentimos, podríamos pasarnos la vida agradeciendonos.
Los dos rieron juntos, y por un momento, el peso de la enfermedad parecía desvanecerse. Camila se dio cuenta de que, a pesar de las dificultades, todavía había espacio para la alegría y la conexión.
A medida que el día avanzaba, Camila sintió que era hora de despedirse. Se levantó de la silla y se acercó a Gabriel una vez más. —Debo irme, pero volveré pronto. Prometo traerte algo delicioso la próxima vez.
—Cuídate, Camila. Gracias por las flores y por estar aquí hoy —dijo Gabriel, su voz llena de sinceridad.
—Siempre —respondió Camila, sintiendo que su corazón se llenaba de calidez. Mientras se dirigía hacia la puerta, no pudo evitar echar un vistazo atrás y ver a Gabriel sonriendo, rodeado de las flores que había traído. En ese momento, supo que, aunque el camino sería difícil, su amistad era un faro de luz que siempre encontraría el camino de regreso a casa.
La lluvia comenzó a caer suavemente cuando Camila salió del hospital, pero en su corazón, había una chispa de esperanza. Sabía que el viaje de Gabriel estaba lejos de terminar, y que habría momentos difíciles por delante. Pero también sabía que no estaba solo, que contaba con ella. Y en el fondo, eso era lo que realmente importaba.