Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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Capítulo 20 La llegada de Emma a la oficina
La llegada de Emma a la oficina
Emma bajó del taxi frente a las imponentes puertas de vidrio de la empresa Lombardi, tratando de mantener la compostura mientras respiraba profundamente. Sabía que su vida había cambiado desde el momento en que aceptó el acuerdo con Keren, pero no se sentía del todo cómoda con lo que eso implicaba. No importaba cuánto intentara prepararse para esto, cada día parecía una montaña más difícil de escalar.
Entró al edificio con paso firme, con el sonido de sus tacones resonando en el brillante suelo de mármol. El personal de la empresa se volteaba a mirarla mientras avanzaba por el vestíbulo.
—¡Buenos días, señora Lombardi! —saludó una recepcionista con una sonrisa brillante.
Emma apenas pudo disimular la incomodidad en su rostro, pero asintió con una leve sonrisa educada.
—Buenos días —respondió con suavidad, aunque sentía el peso de las miradas sobre ella.
A medida que avanzaba por los pasillos, más empleados la saludaban, algunos con respeto, otros con una curiosidad velada. Las palabras "señora Lombardi" resonaban como un eco repetitivo que no terminaba de encajar con la realidad de Emma.
—¡Buenos días, señora Lombardi!
—Es un placer verla por aquí, señora Lombardi.
Cada saludo la hacía sentirse más fuera de lugar, pero mantenía la cabeza en alto. "Es solo un papel", se repetía mentalmente. "Esto es temporal". Pero la frialdad de las miradas y la manera en que la trataban como si ya fuese la esposa de Keren era abrumadora.
Finalmente, llegó a la puerta de la oficina de Keren y se acercó a la secretaria, quien levantó la mirada y la saludó con un gesto profesional.
—Buenos días, señorita Emma —dijo la secretaria con una leve inclinación de cabeza, usando su nombre en lugar de "señora Lombardi", lo cual Emma agradeció internamente.
—Buenos días —respondió Emma, intentando sonar tranquila—. Keren me pidió que viniera. Estoy aquí para verlo.
La secretaria asintió y tomó el teléfono para avisar a Keren de la llegada de Emma.
—Voy a anunciarle que ha llegado —dijo con amabilidad.
Mientras esperaba, Emma sintió las miradas discretas del personal que pasaba cerca de la oficina. Sabía que, a pesar de sus intentos por mantenerse fuera de los rumores, la gente no podía evitar especular sobre su relación con Keren. Después de todo, el hecho de que él la llamara con tanta frecuencia había dado pie a todo tipo de historias.
Finalmente, la puerta de la oficina de Keren se abrió, y la secretaria asintió.
—Puede pasar, señorita Emma.
Emma respiró hondo antes de avanzar. Entró a la oficina y cerró la puerta detrás de ella, dejando fuera el mundo de especulaciones y miradas inquisitivas. Al volverse, vio a Keren sentado en su imponente silla de cuero detrás del escritorio, con su porte dominante e impasible.
—Llegas justo a tiempo —dijo Keren con una sonrisa calculada, levantándose para recibirla—. Tenemos mucho de qué hablar hoy.
Emma mantuvo la calma, aunque su estómago se revolvía con una mezcla de nervios e incertidumbre. Cada vez era más difícil descifrar a Keren, y hoy no parecía ser la excepción.
—Lo sé —respondió Emma, caminando hacia el centro de la oficina—. Estoy lista.
Keren la observó por un momento, como si evaluara cada gesto, cada movimiento.
—Te ves bien —dijo, inclinando ligeramente la cabeza—. Me gusta que te estés adaptando a tu nuevo papel.
Emma no respondió. Simplemente lo miró fijamente, sabiendo que cualquier palabra.
Keren se acercó, cruzando los brazos frente a ella, su voz baja y controlada.