EL: posesivo,celoso , dominante ,decidido a darle a su abuelo la ilusión de verlo casado aunque a él no le guste mucho ,no se le ha comprobado una relación pues sabe ocultarse cuando sale con una .....
ELLA: distinta a su hermana mayor ,su decisión convertirse en monja para ayudar a los necesitados por ello lleva en el convento más de 5 años ,pero el destino o mas bien su familia le tiene otros planes....
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CHARLA
No puedo creer lo que este hombre hizo. Mira que desnudarme sabiendo que estoy yo en la habitación, aunque no puedo negar que miré un poquito. Digo solo lo necesario: su espalda ancha, sus glúteos bien formados y redondos. Ay, como me hubiera gustado ver su abdomen... Ay, no Dios, ¿en qué estoy pensando? Lía, no debes ser pervertida. Mira que si la madre supiera, ya me estaría dando un sermón.
Sigo bajando las escaleras para ir a la cocina. Miran que no sé por qué me dio mucha calor...
- Aún por aquí, señora Lía. Ya debería estar descansando. No puede dormir. Si gusta, le preparo un té para que descanse -dice Bertha.
- No, Bertha, es que me dio mucha sed y bajé por un poco de agua. Eso es todo. No se preocupe.
- Pero señora, no era necesario que bajara. Recuerde que en la mesa de noche está siempre una jarra con agua.
Mis nervios empiezan a ser notorios. ¿Cómo le digo a esta mujer que mi maridito se está bañando y me da pena verlo?
- Sí, claro, se me olvidó. Bueno, Bertha, que tenga buenas noches. Descansa.
Y sin más, vuelvo a subir, pero esta vez con más calma, pues no sé si ya habrá terminado. Estoy parada en frente de la puerta, mi espalda recargada a ella, cuando de repente siento como voy cayendo a un vacío, pues este hombre abrió la puerta. Solo cierro los ojos y espero el golpe que nunca llega. Abro mis ojos y mi cara está a unos centímetros de la cara de Sebastián. Vaya, de cerca es más guapo...
- ¿Así que te parezco guapo? -pregunta.
Lo miro con mis ojitos bien abiertos. Carajo, debo dejar de decir lo que pienso en voz alta. Me retiro o trato, pues él no me suelta. Tiene sus manos en mi cintura. Ahora sí me alejo de él como si estar cerca quemara. Carraspeo, pues solo me mira con una sonrisa que parece idiota. Ay, señor, perdóname por decir groserías, pero mi marido me hace decirlas.
- Ahora será usted el que no deja de mirar -le digo.
- Lo siento, es solo que por más que la miro, no comprendo muchas cosas -responde.
No sé si me dijo a mí o solo habla para él. No hago mucho caso y me adentro en la cama. Pues ya que tendré que dormir con él, escogeré mi lado de la cama y, claro, que me quedaré con su almohada, pues huele riquísimo. Él me mira aún parado y levanta una ceja.
Creo que estás en mi lugar.
No miro su nombre y este es el mío. Usted dormirá en el otro lado y si no quiere, tiene la opción de darme otra habitación.
¿Y con la otra habitación? ¿No se supone que somos marido y mujer?
Usted lo ha dicho, se supone. ¿Por qué solo lo seremos por un papel? ¿Por qué no cree que yo tendré eso con usted?
¿Eso? ¿Y qué carajos se supone que es eso?
Usted sabe, no consultaremos jamás el matrimonio. Y ya que estamos en este tema, ¿qué le parece si le ofrezco un trato?
Señor, ayúdame para que este hombre siga, que si te prometo que iré a la iglesia y te rezaré muchos padres nuestros...
¿Un trato y qué tipo de trato ofrece, Lía?
Sé que usted, al igual que yo, no deseaba casarse y menos con una extraña. Yo, por mi parte, tuve que aceptar por fuerzas mayores a esta farsa. Pero, ¿qué le parece si solo es por un año? Solo por ese tiempo.
Solo por un año, ¿y después, Lía? ¿Qué pasará después de ese año?
No entiendo. ¿Usted será libre para así buscar a la mujer correcta y yo volveré a donde no debí salir jamás? ¿Qué dice? No pierde nada. Será libre en solo un año. Además, no le quitaré nada. Así como llegue, me iré sin las cosas que he traído.
Bien, pero imaginemos que si acepto, ¿qué le diremos a su familia y a mi abuelo? Si sabe por la razón por la cual yo acepté este matrimonio, Lía.
Lo miro. Pues no, no sé esas razones. Así que muevo mi cabeza en modo de negación. Él suelta un suspiro y vuelve a posar su mirada en la mía...
Yo, Lía, acepté casarme porque lo único que ilusiona a mi abuelo es que yo le dé un bisnieto. ¿Está usted de acuerdo en darme ese hijo, en ese año, solo de esa forma poder aceptar el trato que dice, Lía?
Lo miro espantada. Un hijo, yo no puedo darle un hijo. Y aunque se lo diera, no sería capaz de dejar a mi hijo solo por mi libertad. Este hombre está loco...
Claro que no, jamás le dejaría a mi hijo solo porque el abuelo quiere uno. Además, aunque estemos casados, tampoco quiere decir que tendremos uno.
Me lo imaginaba así: que, señora Petrovic, buenas noches. La respuesta a su supuesto trato es un no, a menos que quiera darme un hijo y después dejarlo. Este tema no se volverá a tocar. Así, sin más, se acuesta, me da la espalda y apaga la luz. No me puedo dormir, es que yo no puedo ser madre, bueno, no de familia. Quiero ser monja y, por ende, no puedo. Después de mucho pensar, el sueño se apodera de mí. Estoy tan a gusto, es muy blandita mi almohada. Trato de moverme, pero no puedo. Un peso no me deja. Así que, sin más, abro los ojos con pesadez. Miro la ventana y aún es de noche. Miro en lo que estoy acostada y ay, no es en el pecho de Sebastián. Y el peso que sentía son sus manos en mi cadera. Trato de moverme, pero es imposible. No me suelta. Dejo de luchar al escuchar un gruñido de su boca. Ya no me muevo y el sueño vuelve a apoderarse de mí. Así que me dejo llevar por los brazos de Morfeo y el delicioso aroma de el cuerpo de Sebastián...