— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
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Repita lo que dijo.
Margaret se había alistado para asistir a la fiesta de té organizada por el ducado Mesellanas. La anfitriona principal era Lady Mónica, la tercera hija de los duques Mesellanas y una joven de gran influencia entre las damas, además de ser una fiel admiradora de Margaret.
Al llegar, Margaret le hizo señas a las que notaron su presencia para que no hablaran, ya que no quería interrumpir la conversación.
—¿Escucharon lo que están diciendo? Que el Archiduque Chevalier está preparando todo para su futura boda. Las sirvientas del archiducado dijeron que la dote preparada era de cincuenta carruajes. ¿Quién será la afortunada de semejante muestra de amor? —dijo Lady Sofía, quien era la princesa heredera. Ella era hija del duque Cale Rutland. Aunque este no fuera uno de los principales pilares del imperio, era un duque con mucha influencia dentro del mismo, aunque solía ser muy comunicativa con las damas.
— O más bien la desdichada —dijo la hija de un conde, con malicia, lo que hizo que Sofía y Margaret fruncieran los labios ligeramente.
— Tengo entendido que el emperador la emperatriz tienen en la mira a Lady Margaret para un matrimonio con algún miembro de la realeza —dijo la anfitriona de la fiesta, mirando de reojo a Margaret.
— Esa tonta está enamorada del conde Derby; de nada le sirvió pensar como hombre cuando escogió lo más insignificante. Lady Margaret no está a la altura para un honor tan grande como ser parte de la realeza —Dijo la hija de un Marqués con suficiencia. Ella creía ser la indicada para ser segunda princesa, ya que el archiduque estaba por casarse y se desconocía el nombre de la mujer, por lo que pensó que él se casaría con una noble de otro imperio debido a algún acuerdo político.
— Repita lo que dijo. — Margaret estaba a un lado de la mujer con una expresión severa; su postura elegante hizo sudar frío a más de una.
— Oh, no sabía que había llegado. Es de mala educación escuchar a escondidas.
— Repita lo que dijo. No creo que la casa García tenga tan poco honor como para no reconocer sus errores en voz alta frente a la agraviada.
La mujer estaba acorralada; las demás damas la veían con desaprobación, y ninguna se atrevía a insultar a la flor de la sociedad.
— Le pido disculpas, Lady Margaret. — Dijo Sonia García, en voz baja; su voz casi se quiebra al hablar.
— No estoy escuchando bien. — Dijo Margaret con su postura elegante y altiva.
La joven apretó los puños con fuerza; estaba siendo humillada y nadie la defendía. Era más que claro que estaba sola en esto.
— ¡Le pido disculpas por mi insolencia, Lady Margaret! — La mujer había gritado, pero aún así Margaret no retrocedería y no la soltaría tan fácil.
— Sus disculpas no son aceptadas. Le mandaré una carta al marqués García por su insolencia. No olvide que yo soy la hija de un duque, de uno de los pilares de este imperio, mientras usted es la hija de un marqués, que solo tiene dos generaciones en este imperio. Espero que tenga más cuidado con sus palabras en el futuro. — A pesar de lo duras que fueron las palabras de Margaret, el castigo por un insulto a un noble de alto rango se pagaba con azotes, pero Margaret no quería llegar a ese extremo para demostrar que era superior a esa niña mimada.
La joven salió corriendo por tal humillación; sabía que esa carta la metería en serios problemas con su padre y, más con su madre, quien cuidaba rigurosamente lo que decía ante las damas de sociedad.
— Les pido una disculpa a todas, pero este tipo de comportamientos no se pueden permitir — Dijo Margaret con tranquilidad.
— Comprendo, y más si exponen nuestra vida privada — Dijo la hija de un marquez, cubriendo su sonrisa con el abanico.
— Para nada, la reprimenda fue para que no hablaran tan descuidadamente. Si hubiera ofendido a otro noble de alto rango, el castigo habría sido atroz. Lady Sonia estaría recibiendo veinte azotes; eso es una humillación para cualquier joven en edad casadera. Ningún hombre querría desposarla —dijo Margaret, tomando asiento. Las demás jóvenes estuvieron de acuerdo en que el castigo había sido muy débil, pero entendían que Lady Margaret no quería manchar la reputación de Lady Sonia, lo que les pareció un buen gesto.
Las que verdaderamente conocían a Lady Margaret eran la princesa heredera y la anfitriona. Ellas estaban conformes con su actuar; aunque no pareciera, la reputación de Lady Sonia comenzaría a ir en picada a partir de ahora.