PRETENDIENTES & MATRIMONIO

—¿Hay algún motivo en especial por el que se organizó este baile? —Me pregunta Hiram.

—Pues creo que solo es para que podamos divertirnos. Ya ves que aquí no hay mucho en que divertirse.

—Eso sí. ¿Y como has logrado sobrevivir tanto tiempo aquí?

—Pues ya ves. Uno se acostumbra y además, la vida es agradable en este lugar. Hay paz, puedo ir a cazar y por ejemplo, no hace mucho que monte a caballo. En la ciudad esas son cosas imposibles, ¿no te parece?

—Pues sí, esas cosas no las puedes hacer en la ciudad —bebe un poco de sangría—. ¿Montaste a caballo? Pero si a ti no te gustan los caballos.

—¡Ya sé! Pero, pues es que, me obligaron.

—¿Quién te obligo? ¿Tu papá?

—No. Héctor.

—¿Quien es Héctor? —Quiere averiguar.

—¡Hasta que te encuentro! Pense que no habias venido, pero cuando vi a tus hermanas, me anime bastante —dice Elena e interrumpe la conversación que tengo con mi primo—. ¿Cómo has estado? 

—Todo en orden. Todo chido. ¿Tú qué onda?

—Pues ves que salí de viaje a Veracruz, la verdad no estuvo muy padre, pero sobreviví.

—¿Por qué suenas muy dramática?

—Es que allá el clima estaba insoportable. Hacía demasiado calor. ¡No te imaginas! Literalmente te derrites, hasta cuando vas al baño, estás sacando todo y te fundes por el calor. ¡Ay no! Muy insoportable. 

Sus palabras nos hicieron reír. 

—Bueno, da gracias que ya estás de regreso y que nuestro clima es muy agradable.

—Pues sí, eso ya lo hice.

Dirijo la vista unos segundos a Hiram y quiero presentarlos.

—Elena, él es mi primo Hiram. Hiram, ella es Elena, mi amiga.

Ellos intercambian saludos.

—Deberías bailar conmigo, ¿no te gustaría? —Mi amiga no pierde el tiempo y es atrevida para con mi primo.

—Bueno, aceptaré tu invitación —dice él.

Acto seguido, él le ofrece su brazo y ella lo acepta. Caminan a la pista de baile. ¡Me siento feliz por ellos! La melodía que suena es agradable, en este baile predomina el danzón para complacer a los adultos mayores.

—¿Estás solo? —Su pregunta me toma por sorpresa, le doy mi atención.

Esta vez no lleva puesto su uniforme de oficial y se ve bastante elegante con su traje de color negro. ¡Luce diferente al hombre que conocí esta mañana!

—No, mis amigos están bailando —le hago una seña para que ubique a la pareja.

—¿Y tú no bailas?

—Sí, si bailo. 

—¿Bailarías conmigo?

Su invitación me sorprende un poco y sus ojos esperan una respuesta. ¡Sus pupilas están enfocadas en mí!

—¿Por qué no invita a alguna de esas chicas que están sentadas allá? —Le indico la fila de mujeres que están sentadas, charlando de cosas vanas.

Se ríe.

—Es que ellas no parecen ser tan agradables como tú. ¡Me caes bien!

—De acuerdo, supongo que tendré que aceptar. Después de todo, solo es un baile.

Su mano se extiende a mí y esa es la primera vez en mi vida que toco a un hombre con el propósito de bailar con él. Caminamos a la pista, me toma de la cintura y yo pongo mis manos sobre sus hombros. ¡El danzón tiene buen ritmo!

—¿De dónde es usted? —Me animo a preguntarle.

Sonríe.

—Puedes hablarme en tono informal, tutéame, no me molesta.

—Está bien. ¿De dónde eres?

—Soy de la Ciudad de México.

—¡Qué padre! Nunca he ido, pero he visto videos y la capital es muy bonita.

—Sí, aunque, me creerás que me gusta mucho el ambiente que se respira en este pueblo.

—Si te creo. Yo viví un tiempo en la ciudad y obvio que no es lo mismo. El ritmo de vida es más apresurado y a veces mi papá se estresaba por todo eso.

—¿Hace cuanto que viven aquí?

—Pues verás. Nací en este lugar porque mi padre es de aquí. Se casó con mamá, se establecieron en donde vivimos actualmente. Cuando yo cumplí seis años, tuvimos que mudarnos la ciudad porque mi abuela se puso enferma y volvimos a San Francisco cuando yo tenía ocho, casi nueve años.

—Estabas muy pequeño.

—La verdad sí, pero siempre extrañé vivir aquí.

—Es una ventaja que ahora estés donde te sientes feliz. ¿No te parece?

—La verdad sí. Estar con vida y tener a mi familia es algo que siempre he valorado.

—Que bueno que valoras a tu familia. En mi caso, perdí a mis padres cuando era adolescente y eso hizo que por muchos años mi vida no tuviera propósito.

—¡Lamento mucho tu perdida! No me imagino el dolor que debiste enfrentar.

Sonríe ligeramente, bailar con él no es incómodo.

—Fue una etapa que duro una eternidad, pero, cuando al fin pude tomar el rumbo de mi vida, apareció en mi vida mi querida Magda.

—¿Quién es ella?

—Es como mi madre, así siempre le digo. ¡Mamá Magda! —Su sonrisa se ilumina al pronunciar su nombre.

—Que bueno que encontraste a alguien que te ayudo a tomar el rumbo de tu vida.

—Sí, estoy muy en deuda con ella. Ha sido muy buena conmigo. Con decirte que organizo este baile para darme a bienvenida

Lo que dijo me dejo pasmado.

—¿Magdalena Bonanza es la mujer de la que me estás hablando?

—Así es. Imagino que la conoces.

—Sí, claro que la conozco. Ella es amiga de mi madre.

—Entonces eso puede significar que podemos ser amigos.

La melodía terminó y eso nos obligó a abandonar la pista de baile.

—¡Gracias por aceptar mi invitación de bailar conmigo! —Me dice.

—Fue un gusto —sonrío.

Y cuando estoy llegando a la orilla del salón, sus ojos se enfocan en mis ojos y no puedo evitar sonreírle. ¡Héctor se ve guapísimo! Me detengo justo enfrente de él.

—¡Hola! —Me saluda. 

—¡Hola Héctor!

—Ariel. ¡Te ves muy guapo! —Dice él—. ¿Me permites bailar contigo?

—Sí, con gusto.

Dos hombres invitándome a bailar. ¡Qué cosas tan más curiosas de la vida! 

Héctor pasa su brazo por mi espalda hasta que su mano toma mi cintura. Comenzamos a caminar al centro de la pista. La melodía comienza a sonar y ambos nos acomodamos para empezar.

—No sabía que Rodrigo era como un hijo para tu abuela —así inicio la conversación.

—Yo tampoco lo sabía, justo lo acabo de descubrir hoy. Después de que pase a dejarlos a su casa, cuando volví, mi abuela me lo presento.

—Sí, me contó un poco sobre su vida.

—Parece un buen sujeto.

—Sí, esa impresión me dio.

Sonrío.

—Cambiando de tema, ¿qué has pensado sobre mí? —Sus ojos me miran con atención y es obvio que quiere la verdad.