En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?
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Capítulo 6: Las Máscaras Caen
Arabella retrocedió en silencio, tratando de procesar lo que acababa de presenciar. El aire en la pequeña sala era sofocante, cargado con la tensión de las revelaciones que había escuchado. Las palabras de la duquesa resonaban en su mente: “Si lo descubren, habrá consecuencias para toda la nobleza”. La magnitud del complot no solo involucraba a los Ravenswood; era mucho más profundo, y su alcance se extendía más allá de lo que Arabella había imaginado.
No pudo retroceder más sin hacer ruido, y el leve crujido de la madera bajo su pie traicionó su presencia. En un instante, la conversación en la sala se detuvo. Arabella sintió el frío de la adrenalina recorrerle la columna cuando escuchó la voz grave de Lord Edmund.
—¿Quién está ahí?
Sin otra opción, Arabella empujó la puerta y entró en la sala con la cabeza en alto, sus ojos desafiantes se encontraron con la mirada helada de la duquesa y el ceño fruncido de Edmund. La sorpresa en sus rostros se convirtió rápidamente en una máscara de cortesía controlada.
—Lady Arabella, ¿qué hace usted aquí? —preguntó la duquesa, recobrando rápidamente su aplomo. Una sonrisa tensa curvaba sus labios, pero la desconfianza brillaba en sus ojos.
Arabella se obligó a sonreír, adoptando un aire de inocencia fingida. —Me pareció escuchar voces y vine a ver quién se encontraba aquí a estas horas. Qué curioso es encontrarlos a ustedes en un lugar tan… discreto.
Edmund dio un paso adelante, intentando usar su imponente figura para intimidarla. —Este es un pasillo privado, reservado para asuntos familiares, mi señora. Si nos disculpa, estábamos discutiendo un asunto delicado.
Arabella no se inmutó. —Un asunto lo suficientemente delicado como para ocultarlo incluso a la reina, supongo. —Dejó caer las palabras con intención, observando cómo la expresión de la duquesa se endurecía.
—Lady Arabella —intervino la duquesa con voz gélida—, no debería dejarse llevar por su imaginación. Hay cosas en la corte que las damas jóvenes harían bien en ignorar.
La advertencia estaba clara, pero Arabella no podía dejar pasar la oportunidad de obtener más información. Decidió que era hora de adoptar una táctica diferente.
—Por supuesto —dijo con una inclinación de cabeza, como si se diera por vencida—. Pero hay algo que deben saber. La reina ha mencionado que ha recibido informes sobre traición en la corte. —Hizo una pausa deliberada, observando cómo las expresiones de Edmund y la duquesa se endurecían aún más—. Y parece que ustedes saben más de lo que están dispuestos a admitir.
El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Edmund intercambió una mirada rápida con su esposa antes de hablar, sus palabras cargadas de una calma peligrosa.
—Lady Arabella, me temo que está jugando con fuego. Hay cosas que es mejor no mencionar a la ligera, y la acusación de traición es una de ellas. Tal vez sea mejor que regrese a sus aposentos antes de que alguien malinterprete su curiosidad como algo más siniestro.
Arabella sintió una oleada de indignación ante el tono de amenaza velada en sus palabras. Sin embargo, se limitó a inclinar la cabeza con un gesto de falsa sumisión antes de salir de la habitación.
Mientras se dirigía de vuelta a sus aposentos, el miedo y la ira se mezclaban en su interior. Había descubierto lo suficiente como para saber que la conspiración no era un simple intento de socavar el poder de la corona; era un plan que implicaba a la propia nobleza en su conjunto. Y ahora, sabían que ella estaba al tanto.
Al llegar a sus habitaciones, encontró a Alexander esperándola. Su expresión reflejaba preocupación y cansancio, pero cuando Arabella le contó lo que había presenciado, su rostro se oscureció.
—¿Estás segura de que hablaban de una traición a gran escala? —preguntó, paseando por la estancia mientras procesaba la información—. Si esto es cierto, no solo nosotros, sino todos en la corte están en peligro. Los Ravenswood no harían esto solos. Tienen aliados… o cómplices.
Arabella asintió. —No sabemos quién más está involucrado, pero podemos estar seguros de que no se detendrán ante nada para mantener sus secretos. Necesitamos pruebas concretas antes de acercarnos a la reina de nuevo.
Alexander se detuvo frente a ella, su expresión resuelta. —Entonces busquemos las pruebas que necesitamos. Pero debemos hacerlo con sigilo. Si los Ravenswood sospechan que vamos tras ellos, harán lo que sea para silenciarnos.
En los días que siguieron, Arabella y Alexander empezaron a jugar su propio juego de sombras. Empezaron a recopilar información, a interrogar discretamente a aquellos criados que sirvieron en las casas de los nobles más influyentes. Las piezas del rompecabezas lentamente comenzaron a unirse, revelando una red de tratos clandestinos y promesas hechas en la oscuridad. Pero las pruebas seguían siendo insuficientes para desenmascarar a los culpables.
Una noche, mientras Arabella revisaba en secreto los papeles que había logrado conseguir del despacho de su esposo, se encontró con un nombre que no esperaba ver: Sir Reginald Crawley. Era un antiguo aliado de los Pembroke, alguien que había servido fielmente a la familia durante años. Ver su nombre asociado con los movimientos sospechosos de dinero y cartas codificadas la dejó atónita.
Sin embargo, antes de que pudiera indagar más, la puerta se abrió de golpe y Alexander entró en la habitación, su rostro pálido.
—Arabella, debemos irnos. Ahora.
Arabella lo miró con incredulidad. —¿Qué ha ocurrido?
—Un sirviente leal a los Ravenswood ha sido encontrado muerto en los terrenos del castillo —dijo Alexander con voz urgente—. Parece que alguien lo eliminó antes de que pudiera hablar. La reina ha ordenado que se refuercen las guardias y que nadie salga del castillo sin su permiso.
Arabella sintió cómo el pánico comenzaba a apoderarse de ella. —Esto significa que alguien ha descubierto que estamos investigando. Estamos en peligro.
Alexander asintió. —Y no podemos confiar en nadie. A partir de ahora, cada movimiento que hagamos podría ser el último si no tenemos cuidado.