"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
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Una segunda oportunidad
El escándalo de Yeon-Jun seguía ardiendo en los titulares, devorando cada espacio de las redes sociales y la televisión. Cada nuevo artículo, cada comentario negativo y cada especulación me llenaban de rabia e impotencia. Lo que había comenzado como un simple error se había convertido en un monstruo incontrolable, y cada día que pasaba, parecía que la tormenta no iba a amainar.
No podía dejar de pensar en Yeon-Jun y en todo lo que estaba pasando. Sabía lo fuerte que era, pero también sabía que incluso las personas más fuertes tienen un límite, y me dolía verlo tan vulnerable, expuesto a un juicio tan injusto. Sus mensajes eran cada vez más cortos y llenos de angustia, y aunque trataba de mantener una fachada de calma, sentía que estaba al borde de romperse.
Aquella tarde, después de leer otro artículo cruel sobre su situación, me sentí más decidida que nunca. No podía seguir observando desde la distancia. No podía dejarlo enfrentar esto solo.
Tomé mi teléfono y le envié un mensaje.
Jia: Hey, ¿estás en casa? Quiero verte.
No pasó ni un minuto antes de que respondiera.
Yeon-Jun: Sí, estoy aquí. Pasa cuando quieras.
Sentí un nudo en el estómago mientras me dirigía a su apartamento. No sabía exactamente qué iba a decirle, pero sabía que tenía que estar allí, que tenía que hacerle saber que no estaba solo, que no tenía que cargar con todo el peso de esta crisis por sí mismo.
Cuando llegué, me recibió con una sonrisa cansada, pero sincera. Sus ojos reflejaban el agotamiento de los últimos días, pero también había un destello de alivio al verme allí. Me senté a su lado en el sofá, y por un momento, ninguno de los dos dijo nada. Solo nos quedamos en silencio, compartiendo la compañía del otro.
—Gracias por venir, Jia —dijo finalmente, su voz quebrada pero llena de gratitud—. No sabes lo mucho que necesito esto ahora.
Lo miré y tomé su mano, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos. —No tienes que agradecérmelo. Estoy aquí porque quiero estarlo. Y porque no voy a dejar que enfrentes esto solo. No me importa lo que digan los demás; sé quién eres realmente, y eso es lo que importa.
Yeon-Jun cerró los ojos y apretó mi mano con fuerza, como si estuviera aferrándose a la última línea de esperanza que le quedaba. —He arruinado tantas cosas, Jia. Siento que no importa lo que haga, no puedo arreglar esto.
Negué con la cabeza, decidida a no dejarlo caer en ese abismo de autocompasión y culpa. —No has arruinado nada que no se pueda arreglar. Todos cometemos errores, pero lo importante es cómo los enfrentamos. Y yo quiero enfrentarlo contigo, pase lo que pase. No tienes que ser perfecto, solo tienes que ser tú.
Mis palabras parecieron calmarlo un poco, y por primera vez en días, vi una chispa de lucha en sus ojos. Pasamos el resto de la tarde hablando de todo y de nada, de las cosas que nos gustaban y de los sueños que teníamos antes de que la fama se interpusiera. Era como si, por un momento, pudiéramos olvidarnos del caos que nos rodeaba y recordar que, detrás de todo, seguíamos siendo personas comunes, con miedos y deseos como cualquiera.
—A veces me pregunto qué estaríamos haciendo si no fuéramos quienes somos —dijo Yeon-Jun, su voz llena de nostalgia—. Quizás tendríamos trabajos normales, vidas más simples... pero, al mismo tiempo, no sé si querría renunciar a todo esto. Incluso en los peores momentos, hay algo en esta vida que amo.
Asentí, entendiendo perfectamente lo que decía. —Es una locura, ¿verdad? Esta vida es difícil, pero también nos da cosas increíbles. Y una de esas cosas eres tú. No cambiaría haberte conocido por nada.
Yeon-Jun me miró, y por un instante, sentí que las paredes que lo habían estado protegiendo se derrumbaban. Había una vulnerabilidad en su mirada que me hizo darme cuenta de lo importante que era este momento para los dos. Era como si, en medio de todo, hubiéramos encontrado un refugio en la compañía del otro.
—No quiero seguir huyendo —dijo finalmente, con una determinación renovada—. Quiero enfrentar esto. Quiero demostrarles a todos que no soy solo el escándalo que ven en los titulares. Y quiero hacerlo contigo a mi lado.
Sonreí, sintiendo una mezcla de alivio y fuerza en sus palabras. —Entonces enfrentémoslo juntos. No importa lo que venga, yo estaré aquí. No estás solo, Yeon-Jun. Nunca lo estarás.
Esa tarde, comenzamos a planear cómo abordaríamos la crisis. Contactamos con su equipo, discutimos la mejor manera de manejar los medios y, sobre todo, decidimos que la única forma de salir adelante era siendo honestos y auténticos, sin intentar complacer a nadie más que a nosotros mismos.
Nuestra relación se fortaleció en esos momentos de verdad y vulnerabilidad. Ya no éramos solo Jia y Yeon-Jun, dos ídolos tratando de mantener sus carreras a flote; éramos dos personas que se habían encontrado en medio del caos y que estaban dispuestas a enfrentarlo todo, siempre y cuando lo hicieran juntos.
Porque a veces, en medio de las crisis, encontramos las conexiones más reales. Y esa era nuestra segunda oportunidad: no solo de enmendar los errores, sino de ser quienes realmente éramos, sin miedo y sin máscaras.
La tarde había avanzado lentamente, pero en lugar de agotamiento, lo que sentía era una extraña calma. Después de pasar horas hablando, apoyándonos mutuamente y trazando un plan para enfrentar el escándalo, sentí que algo dentro de nosotros había cambiado. No era solo la resolución de enfrentar la crisis; era la sensación de que, juntos, habíamos cruzado una barrera invisible.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el apartamento de Yeon-Jun con una cálida luz dorada. Nos habíamos quedado sentados en el suelo de la sala, con papeles y notas esparcidas alrededor, pero ahora, el trabajo estaba olvidado. En su lugar, solo quedábamos nosotros dos, compartiendo un silencio cómodo que decía más de lo que cualquier palabra podría expresar.Yeon-Jun se recostó contra el sofá y me miró, su sonrisa suave y un poco melancólica. Había algo en sus ojos que me atrapaba, una mezcla de gratitud, alivio, y algo más que no lograba descifrar del todo. Estar cerca de él, sintiendo su presencia tan auténtica y despojada de todas las máscaras que solíamos usar, me hacía sentir más conectada de lo que había estado con nadie en mucho tiempo.
—Gracias por estar aquí, Jia —dijo en voz baja, su tono cargado de sinceridad—. No sé cómo habría manejado todo esto sin ti.
Me acerqué un poco más, apoyando mi cabeza en su hombro. Su cercanía me brindaba una sensación de seguridad que había estado buscando sin darme cuenta. —No tienes que agradecerme nada. —susurré—. Estoy aquí porque quiero estarlo. Y porque... —Hice una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Porque estar contigo me hace sentir que puedo ser yo misma.
Yeon-Jun giró ligeramente la cabeza, lo suficiente como para que nuestros ojos se encontraran. El silencio entre nosotros se llenó de una electricidad sutil, una tensión suave y cálida que parecía envolvernos. Sentía su aliento rozando mi piel, y en ese momento, todo el ruido del mundo se desvaneció, dejándonos solo a nosotros dos en ese pequeño universo que habíamos creado.
—A veces, cuando estoy contigo, olvido todo lo demás —dijo, con una sinceridad que me hizo estremecer—. Olvido la presión, las expectativas... y solo quiero quedarme así, contigo, sin que nada más importe.
Sus palabras hicieron que mi corazón latiera más rápido. Era como si, en ese instante, todas las barreras que habíamos mantenido se disolvieran, dejándonos solo con lo que sentíamos el uno por el otro. Lo miré, y lo que vi fue más que un amigo, más que un confidente. Vi a alguien que estaba dispuesto a ser vulnerable conmigo, a dejarme entrar en su mundo, y me di cuenta de que yo también sentía lo mismo.
Sin pensarlo demasiado, me incliné hacia él, cerrando la distancia que nos separaba. Nuestros labios se encontraron en un beso suave, lento, y lleno de una calidez que parecía derretir todas las dudas y miedos que habíamos estado cargando. Era un beso que no buscaba nada más que la conexión pura entre dos personas que se entendían sin necesidad de palabras.Sentí cómo su mano se deslizaba suavemente por mi mejilla, como si estuviera asegurándose de que este momento era real. Era tierno, delicado, y al mismo tiempo, lleno de una intensidad contenida que decía todo lo que aún no habíamos dicho. Me aferré a él, dejando que ese instante se grabara en mi memoria, porque sabía que habíamos cruzado una línea que no tenía vuelta atrás.
Cuando nos separamos, aún con nuestras frentes tocándose, no pude evitar sonreír. No había palabras para describir lo que sentía, pero tampoco las necesitábamos. Yeon-Jun me devolvió la sonrisa, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y tranquilidad que reflejaba exactamente lo que yo sentía.
—No sé qué va a pasar después de esto —dije suavemente, aún sintiendo el cosquilleo de sus labios contra los míos—. Pero sé que no quiero perder esto. No quiero perderte.Yeon-Jun asintió, su mano aún acariciando mi rostro con una ternura que me hacía sentir más segura de lo que había estado en mucho tiempo. —No tienes que preocuparte por eso. Pase lo que pase, siempre estaré aquí para ti.
Nos quedamos así, abrazados en el silencio de su sala, sabiendo que lo que habíamos compartido no era solo un momento, sino el comienzo de algo más. Algo real, algo que, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor, nos pertenecía solo a nosotros.Y en ese instante, bajo la luz dorada del atardecer, supe que, juntos, podíamos enfrentar cualquier cosa.
Aquí tienes el desarrollo del capítulo en el que los miembros de ELIXIR llegan al departamento de Yeon-Jun y se encuentran con Jia y Yeon-Jun en un momento romántico, creando una situación de comedia inesperada. Este momento muestra la mezcla de sorpresa, humor y la dinámica natural entre los personajes:
Después de la tarde que habíamos pasado juntos, compartiendo un beso que nos había acercado más de lo que nunca hubiera imaginado, el ambiente entre Yeon-Jun y yo se había vuelto una mezcla de calma y emoción contenida. La vulnerabilidad que habíamos compartido nos había permitido ser nosotros mismos, sin la necesidad de pretender que todo estaba bien cuando no lo estaba.
Estábamos en su departamento, disfrutando de un desayuno tardío. Yeon-Jun cocinaba algo sencillo mientras yo me sentaba en la barra de la cocina, observándolo moverse con una naturalidad que me hacía sonreír. Era fácil estar con él, y por un momento, me permití imaginar que esto podría ser nuestra realidad diaria, lejos de los escándalos y los escenarios.
—¿Crees que podrías acostumbrarte a esto? —me preguntó Yeon-Jun, volteando una tortilla con una precisión perfecta. Su sonrisa juguetona me hizo sentir un calor en el pecho.
—¿A qué? ¿A tus habilidades culinarias? —bromeé, fingiendo un tono escéptico—. Definitivamente, necesito más muestras antes de poder decidir.
Yeon-Jun se rió, y por un instante, todo parecía simple y feliz. Pero la tranquilidad de nuestro pequeño momento se rompió abruptamente cuando escuchamos el sonido de la puerta abriéndose y las voces familiares de los chicos de ELIXIR llenando el espacio.
—¡Yeon-Jun, te trajimos algo! —gritó Ji-Ho, su voz resonando desde el pasillo—. ¡No te escondas, que sabemos que estás aquí!
Yeon-Jun y yo nos quedamos paralizados, compartiendo una mirada de pánico mientras el resto del grupo entraba al apartamento como una tormenta descontrolada. Era evidente que no tenían idea de que yo estaba allí, y mucho menos de lo que había estado ocurriendo entre nosotros. Antes de que pudiéramos siquiera pensar en una forma de salvar la situación, Seong-Min apareció en la cocina con una sonrisa amplia, solo para congelarse en el umbral al vernos juntos.
—¡Oh...! —exclamó, sus ojos abriéndose como platos mientras trataba de procesar lo que estaba viendo.
Los otros chicos lo siguieron rápidamente, y pronto todos estaban allí, observándonos con una mezcla de sorpresa y diversión apenas contenida. Ji-Ho dejó caer la bolsa que llevaba en las manos, mientras Min-Soo se cubría la boca para no estallar en risas.
—¡Vaya, vaya! —Ji-Ho sonrió, claramente disfrutando de la incomodidad del momento—. No sabíamos que teníamos compañía. Y menos una compañía tan... cercana.
Yeon-Jun se llevó una mano a la frente, tratando de ocultar su vergüenza. —Chicos, no es lo que parece...
—Oh, claro que lo es —interrumpió Hyun-Soo, con una sonrisa pícara mientras señalaba las dos tazas de café en la barra y los platos de desayuno—. ¡El líder finalmente ha encontrado a alguien que le cocine!
Sentí mis mejillas arder de vergüenza, pero no pude evitar reírme. La situación era ridícula y absurda, y aunque me sentía expuesta, también había algo increíblemente liberador en verlos así, relajados y sin filtros. Era como si, por una vez, pudiéramos olvidar las tensiones y simplemente disfrutar del caos de la vida.
—Así que, ¿esto es una cita o una clase de cocina? —preguntó Seong-Min, levantando una ceja con una expresión divertida.
Yeon-Jun suspiró, rindiéndose al humor del momento. —Vale, vale, sí, Jia y yo estábamos... pasando el rato. ¿Podemos dejarlo así?
Los chicos intercambiaron miradas cómplices antes de estallar en carcajadas. Había algo en su risa que rompió toda la tensión, y de repente, todos estábamos riéndonos juntos. No era la reacción que había esperado, pero en medio de todo, se sentía perfecta.
—Vamos, líder, deberías habernos contado. ¡Podríamos haber traído más comida para dos! —dijo Ji-Ho, y todos comenzaron a bromear, tirando comentarios sobre cenas románticas y lecciones de cocina.
Min-Soo, siempre el más observador, se acercó y me guiñó un ojo. —Si alguien puede soportar a este tipo, eres tú, Jia. Te deseo mucha suerte.
Me reí, sintiéndome increíblemente afortunada de estar rodeada de personas que, a pesar de todo, se preocupaban por nosotros. Era un recordatorio de que, incluso en los momentos más inesperados y embarazosos, había amor y amistad en abundancia.
—¡Bueno, chicos! —dijo Yeon-Jun, tratando de retomar el control—. ¿Vinieron a burlarse de mí o traían algo realmente importante?
—Ah, sí —respondió Seong-Min, agitando la bolsa que Ji-Ho había dejado caer—. Trajimos unos bocadillos y una nueva lista de ideas para nuestra próxima reunión. Pero viendo cómo están las cosas, tal vez debamos dejarlo para más tarde.
La risa continuó, y pronto nos acomodamos en la sala, comiendo y conversando como si todo fuera completamente normal. Era un momento de pura comedia y camaradería, una pequeña pausa en medio del caos que nos recordaba por qué estábamos todos juntos en primer lugar.
Y mientras veía a Yeon-Jun bromear con los chicos, me di cuenta de que, pase lo que pase, estaríamos bien. Porque aunque la vida siguiera lanzándonos desafíos, siempre podríamos encontrar la manera de reírnos de ellos, y de nosotros mismos.
Porque, a veces, la mejor manera de enfrentar las dificultades es encontrar a alguien que esté dispuesto a compartir tanto los momentos serios como los ridículos.
Y en ese día, rodeados de risas y bromas, supe que habíamos encontrado exactamente eso.