Después de dos años de matrimonio, me di cuenta de que nuestra relación era un fracaso. Durante ese tiempo, intenté ganarme el amor de James, pero el heredero de la corporación Sterling simplemente me despreciaba.
James, un hombre atractivo, codiciado y rico, hacía que yo fuera la envidia de muchas mujeres. Sin embargo, nadie sabía que detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar, James me trataba con frialdad y desdén.
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CAPÍTULO #2 :EL ANIVERSARIO OLVIDADO
EL DESCONOCIDO DEL VIP
≪Ana Sinclair ≫
Me miro en el espejo, ajustando el elegante vestido que elegí para la ocasión. Es mi segundo aniversario de bodas con James Stirling, y aunque nuestro matrimonio es una fachada, me he esmerado en preparar una cena exquisita. La mesa está impecablemente puesta, con velas encendidas y platos gourmet que he cocinado con dedicación. Sin embargo, la hora en mi teléfono marca casi las diez de la noche y James aún no ha llegado.
Decido llamarlo, esperando que responda. El primer intento va directo al buzón de voz. En el segundo, escucho el tono de llamada, pero nadie contesta. Finalmente, en el tercer intento, James responde con una voz fría y distante.
—¿Qué quieres? —dice, sin molestarse en ocultar su irritación—. Estoy ocupado en el trabajo. Dime rápido qué necesitas.
Me quedo en silencio por un momento, sumergida en mis pensamientos. Luego, con un nudo en la garganta, le recuerdo:
—¿Acaso lo olvidaste? Hoy es nuestro aniversario y ni siquiera estás aquí. Llevo horas esperándote, James, y ni señal de ti. ¿Qué te sucede?
—Lo siento, lo olvidé —responde él, sin un ápice de remordimiento—. Te lo recompensaré luego.
Antes de que pueda decir algo más, James cuelga la llamada. Me quedo mirando el teléfono, sintiendo una mezcla de decepción y rabia. Miro la mesa, con todo lo que había preparado, y murmuro para mí misma:
—Bien, feliz aniversario a mí. Yupi.
Con un suspiro, me acerco a la mesa y comienzo a recoger todo. La comida, las velas, los platos, todo termina en la basura. Tomo mi bolso, mi teléfono y las llaves del auto, y decido salir. Necesito despejarme, olvidar por un momento lo miserable que me siento desde que me casé con James.
Llego a un club, buscando perderme en el bullicio y la música. Me dirijo a la barra y pido la bebida más fuerte que tienen. El barman me mira con curiosidad y pregunta:
—¿Segura, señorita?
—Sí —respondo con firmeza.
Mientras él prepara mi bebida, pienso en lo vacía que se ha vuelto mi vida. Hombres se me acercan, intentando coquetear, pero los ignoro o los rechazo fríamente. No estoy de humor para juegos ni para fingir interés.
Cuando termino mi primer trago, me dirijo a la barra para pedir otro. Justo en ese momento, un mesero se me acerca con una bebida en la mano.
—Esto es para usted, señorita —dice, ofreciéndome la bebida.
Lo miro, seria y confundida.
—¿Quién la envía?
—El caballero en la sala VIP de arriba —responde, señalando hacia el lugar.
Dirijo mi mirada hacia la sala VIP, pero no veo a nadie. Me vuelvo hacia el mesero nuevamente y rechazo la bebida.
—No, gracias.
—Por favor, acéptelo —insiste el mesero—. El señor ya ha pagado por esto y me pidió que se lo entregara.
El mesero deja la bebida junto con una rosa roja y una nota. Tomo la nota con curiosidad y la leo: “Mostrar una sonrisa en ese hermoso rostro de vez en cuando no te haría mal.”
Siento una mezcla de sorpresa y desconfianza. ¿Quién podría ser este misterioso hombre? Pero decido no darle más vueltas. Tomo la rosa y la bebida, y me dirijo a una mesa en un rincón, intentando disfrutar del momento a pesar de todo.
Mientras me siento, observo a mi alrededor. El club está lleno de gente disfrutando de la noche, riendo y bailando. Me siento fuera de lugar, pero al mismo tiempo, agradezco el anonimato que me ofrece el bullicio. Tomo un sorbo de la bebida que me enviaron y, aunque no suelo aceptar regalos de extraños, esta vez hago una excepción. La nota me ha intrigado.
Pasan los minutos y me pierdo en mis pensamientos. Recuerdo cómo era mi vida antes de casarme con James. Tenía sueños, aspiraciones y una chispa que ahora parece haberse apagado. Me pregunto en qué momento todo cambió, en qué momento dejé de ser feliz.
Un grupo de hombres se acerca a mi mesa, intentando iniciar una conversación. Los miro con frialdad y les digo que se retiren. No estoy interesada en compañía, y mucho menos en coqueteos vacíos. Los hombres, sorprendidos por mi actitud, se alejan murmurando entre ellos.
Suspiro y me recuesto en la silla, mirando el techo del club. La música retumba en mis oídos, pero no logra distraerme de mis pensamientos. Decido que necesito otro trago. Me levanto y me dirijo nuevamente a la barra.
—Otro, por favor —le digo al barman.
Mientras espero, siento una presencia a mi lado. Un hombre alto, muy apuesto y atractivo, con una voz profunda que podría hacer que cualquier mujer se rindiera a sus pies, se ha acercado. Lástima que no funcionaba conmigo. Sin mirarme, se sienta en el lugar mientras toma un sorbo de su trago y dice:
—¿Te estás divirtiendo?
—Lo suficiente —respondo sin darle importancia, mientras muevo mi copa en círculos.
El hombre se recuesta en su asiento y luego se dispone a mirarme.
—¿Un mal día?
No parecía prestarle tanta atención hasta que volteé, encontrándome así con la mirada de aquel hombre tan penetrante y profunda. Esos ojos tan oscuros que parecían transportarte a otro nivel, una mirada que parecía explorar y sacar a flote todos tus deseos. Aparto la mirada de él y digo:
—Podría decirse.
El hombre sonríe ligeramente, sin apartar la vista de mí.
—A veces, una noche fuera es justo lo que se necesita para olvidar.
Asiento, aunque no estoy segura de qué es lo que realmente necesito. La presencia del hombre es intrigante, pero no estoy dispuesta a dejarme llevar tan fácilmente. Decido que, por ahora, solo quiero disfrutar de mi bebida y de la música, sin pensar demasiado en lo que vendrá después.
Mientras me pierdo en mis pensamientos, no puedo evitar reflexionar sobre mi vida con James. ¿Cómo llegamos a este punto? Recuerdo los primeros días de nuestro matrimonio, cuando aún tenía esperanzas de que las cosas pudieran mejorar. Pero con el tiempo, esas esperanzas se desvanecieron, reemplazadas por una rutina fría y distante.
James siempre ha sido un hombre ocupado, dedicado a su trabajo. Al principio, admiraba su ambición y determinación, pero ahora solo siento resentimiento. Me siento sola, atrapada en un matrimonio sin amor, donde mis esfuerzos por mantener viva la chispa son ignorados.
El hombre a mi lado parece notar mi melancolía y, sin decir una palabra, me ofrece una sonrisa comprensiva. Agradezco el gesto, aunque no estoy segura de cómo responder. Decido que es hora de irme. Me levanto, tomando la rosa y la nota de la mesa, y me dirijo hacia la salida del club.
Mientras camino hacia mi auto, siento una mezcla de alivio y tristeza. Alivio por haber escapado, aunque sea por unas horas, de la realidad de mi vida. Tristeza por saber que, al final del día, nada ha cambiado. Subo al auto y me quedo sentada por un momento, mirando la ciudad a través del parabrisas.
—Feliz aniversario, Ana —me digo a mí misma, con una sonrisa amarga.
Arranco el auto y conduzco de regreso a casa, preparándome mentalmente para enfrentar otra noche solitaria. Pero en el fondo, una pequeña chispa de esperanza se mantiene viva. Tal vez, algún día, las cosas cambien. Tal vez, algún día, encuentre la felicidad que tanto anhelo.
Dónde dejaste a la sanguijuela de la Débora ????!!!!
A sobarse pués 🤭
Nunca estuviste de acuerdo con ese matrimonio arreglado....
Espero las próximas líneas no sean de maldad desmedida y una mujer doliente, sumisa
ayyy Dëbora.... pobre de tï 🤭