Precuela de la saga colores
Emiliana Roster quedará atrapada en un matrimonio impuesto que sus hermanos arreglaron para salvarla del despiadado Duque Dorian Fodewor. Creyendo que todo fue una conspiración para separarla del que creía ser el hombre de su vida, intentará luchar en contra de lo que siente por Lord Sebastian, el desconocido que ahora es su esposo.
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13. La celebración
...EMILIANA:...
Estaba muy desconcertada, no entendía lo que mi esposo estaba haciendo, primero lamió y tocó mis senos, como si fuese a amamantar, pero no era con esa intención. Me sentía muy sensible, no dolía, pero me tenía inquieta y el calor entre mis piernas estaba tornándose muy insoportable.
Me sentía sofocaba a pesar del frío que hacía.
Estaba tan inquieta por dentro, que necesitaba moverme, buscar un alivio.
Sentí su mano en mis enaguas, luego dentro, llegó a esa zona donde se acumulaba todo y al sentir el toque de su dedo una inmensa sensación me golpeó.
Se me escapó un gemido y le dí una bofetada sin poder evitarlo.
Sebastian me observó, estupefacto y con la mejilla sonrojada.
Me cubrí la boca — Lo siento... No quise...
— ¿Por qué me abofetea? — Exigió, un poco irritado apartándose, pero tiré de su abrigo para mantenerlo cerca, tenía la necesidad de estar pegada a él.
— Perdone, es que no entiendo.
Apretó su mandíbula y evaluó mi rostro.
— ¿Qué es lo que no entiende?
— Me trata como comida y... Me... Me toca allí...
— ¿Le incómoda? — Apoyó los brazos a cada lado del escritorio, rodeando para que no pudiera escapar, como si quisiera hacerlo.
— No... Pero... ¿Es esto normal? — Me cubrí los senos con las manos cuando recordé que los traía afuera, me dolían un poco — Siento que no es apropiado.
— ¿Se refiere a que la saboreee y la toque? — Ese tono ronco volvió y sus ojos estaban hambriento, me percaté de que no era por hambre, sino por mí.
— Si... ¿Es normal que un esposo haga estás cosas a su esposa?
Me sonrió, se veía tan guapo, la necesidad en mí no paró.
— Si, cuando se desean, esto es muy normal — Colocó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y dió besos en mi mejilla — No tiene nada de malo, esto solo es entre los dos, es privado y no tiene nada de indigno porque estamos casados.
— ¿No le da asco tocarme allí?
Me tomó de la barbilla — ¿Por qué habría de darme asco?
— Es que es un lugar privado y...
— No, usted no me da asco, me da ganas, quiero saborear todo su cuerpo, así como hice con sus frutos puedo hacerlo allí — Besó mi cuello y me estremecí, apartó las manos de mis pechos — Probar su sabor será algo que degustaré con gusto — Rozó su nariz contra la suya.
Me volví a estremecer — ¿Quiere decir qué... — Mi voz se atoró — Que... — Cerré mis ojos.
Imaginé lamiendo y quise cerrar las piernas por la sensación que me estaba atormentado.
— Que me enloquece y quiero estar dentro de usted.
Volvió a meter sus manos entre mis faldas y dentro de las enaguas.
Me arqueé y se me escapó otro ruido.
Sebastian me observó mientras me tocaba, sus dedos hicieron un masaje que aumentó mi calor, mis escalofríos y mi hormigueo.
Gemí una y otra vez.
Rodeé su cuello y lo besé.
Estaba sufriendo extraños espasmos.
Quería más y más.
Mordí sus labios y Sebastian tocó con más ímpetu.
Apoyó su frente de la mía cuando solloce ante la intensidad, tenía el corazón en la boca y las lágrimas salieron de mis mejillas cuando hubo un estallido muy fuerte en mi interior, me sacudí varias veces, soltando un gemido en alto.
Sebastian me abrazó, acunando mi cuerpo cuando estuve muy débil.
Mi respiración se mantuvo agitada por unos minutos.
— Mire lo empapada que está — Dijo, mostrando sus dedos y me tensé, impactada, seguía entre sus brazos, muy agotada.
Abotonó mi camisa y también mi abrigo.
Besó mi frente con ternura.
— ¿Por qué me empapo?
Me abrazó de nuevo.
— Es para que yo entre más fácil.
— Allí es donde va — Dije, un poco asustada, era muy grande para mi pequeño cuerpo.
Todavía estaba firme contra mí.
— Con eso no le dolerá. Puede que al principio si, pero luego disfrutará mucho. No tenga miedo, Emiliana, seré suave con usted.
— Necesitaré que me explique más detalladamente como es el proceso — Dije, elevando mi rostro hacia él.
— Claro, después, con más calma — Besó mi boca — Solo quiero besarla y tocarla.
— Tiene que creeme, yo no pienso en Dorian, no con añoranza — Insistí, sabía que no estaba muy convencido, volvió a su postura firme y tracé su mejilla con mi mano — Sebastian, lo extrañé tanto, me sentía triste con su ausencia — Él se quedó callado, solo se limitó a observarme — No quiero que la sombra del duque nos persiga siempre, al menor malentendido que tengamos, no quiero que usted se aleje de mí cada vez que pase algo — Me aparte del escritorio, mis piernas se sentían extrañas.
— Es muy difícil para mí, soportar que usted este pensando en otro...
— Yo no pienso en otro, pienso en usted — Insistí, desesperada — Mi ilusión por Dorian desapareció hace meses. Era eso, una mera ilusión y lo que me sucede con usted es muy diferente.
— Emiliana, siente deseo, es lo que siente por mí.
— No es solo deseo, me gusta, mucho, más de lo que me gustaba Dorian — Entrelacé mi mano con la suya y su expresión dura se aligeró.
— Usted también me gusta mucho.
Sonreí y le di un beso corto.
— ¿Le ayudo a preparar las invitaciones?
— ¿Qué invitaciones?
— La de la celebración de su cumpleaños, que por cierto, ni siquiera me dijo — Arrugué mi nariz en protesta — No tenía idea de que cumplía años.
— Lo siento, pero siendo en invierno, pasa desapercibido, nadie querrá venir, la verdad es que no me importa demasiado si se celebra o no — Se frotó la nuca — Mi familia es la que se empeña con esas cosas.
— ¿A quién invitará?
— Ni idea, mi familia se encargará de eso — Se encogió de hombros.
— ¿Cuántos años cumplirá? — Me sentí curiosa, mi esposo lucía joven, pero quería saber su edad.
— Es demasiado preguntona — Se avergonzó y no comprendí.
— Yo tengo dieciocho.
— ¿Tiene dieciocho? — Se sorprendió.
— Si ¿Qué tiene de malo? ¿Esperaba a una mujer más madura?
— No, pero es muy joven. Claro, por eso era su primera temporada debutando, solo asistió a un baile.
— ¿Para usted soy muy joven? — Arqueé las cejas.
— Tengo veintinueve, voy a cumplir treinta.
— No es mucha la diferencia — Dije, sonriendo y se volvió a tensar.
— Solo doce años.
— Eso no importa — Metí mis manos dentro de su abrigo para calentarme, sentí mucho frío de pronto — Es joven y guapo — Me mantuve observando hacia arriba, a su rostro.
Sus mejillas se volvieron más sonrojadas, estaba avergonzado por mi cumplido y no por haber saboreado mis pechos como si fuese un niño pequeño.
— No se pegue tanto — Me advirtió.
— Lo siento, es que tengo frío ¿Le avergüenza que le diga que es guapo? ¿Ninguna le había dicho algo así?
— Por supuesto — Entornó una expresión arrogante y fruncí el ceño.
No quería ninguna mujer diciéndole guapo, no me gustaba que otras lo desearan.
Lo abracé posesiva, era mío, solo mío.
— Emiliana, tengo mucho trabajo.
No pude evitar y empecé a pasear mis manos por su torso, elevando mi rostro para besarlo nuevamente. Mi cuerpo estaba comenzando a alterarse, a pesar del dolor de las caricias, ansiaba más.
— Pero si viene llegando — Hice un gesto.
— Con la celebración encima, no tengo mucho tiempo para descansar.
— ¿Tampoco tiene tiempo para su esposa? — Fruncí mis labios.
— No se preocupe, no voy a tardar, además, usted también tiene que ayudarme con los preparativos.
— Con gusto le ayudo. Al menos deme otro beso.
Se inclinó y me besó.
...******************...
Los preparativos estaban casi listos, pero hubo un detalle.
— ¿Cómo qué harás la celebración afuera? — Siseó el marqués, cuando las mesas ya estaban ordenadas en el salón.
— Hijo, no ves semejante clima — Su madre señaló por la ventana.
No estaba nevando, pero todavía hacía frío.
Sebastian suspiró, en el centro del salón.
— Es mi cumpleaños, son mis órdenes.
No entendía porque decidió a última instancia hacer la celebración afuera, era una locura.
— Te volviste loco, los pastelillos se van a congelar — Protestó su hermano.
— La comida es el menor problema, la gente no querrá venir — Gruñó la marquesa.
— Hagan una fogata grande y pongan toldos — Sugerí y todos me observaron, los rostros de desconcierto aumentaron.
— Es una buena idea, lo haremos de esa forma, ya está decidido — Dijo Sebastian, ordenando a todos los sirvientes que estaban en la entrada, llevarse las sillas y mesas hacia el jardín.
— Lord Sebastian, espero que cuando asumas tu título de marqués, mejoren tus ideas — Protestó su padre.
— Aunque una celebración en pleno invierno y el jardín, es algo novedoso y nunca antes visto, podría impresionar a los nobles — Dijo Lord Leandro, más animado.
— Gracias, hermano.
— También podría escandalizar.
— No se preocupen, el lugar de la celebración será el menor de los problemas — Dijo Sebastian y no comprendí que quiso decir con eso.
Él se marchó al jardín y lo seguí.
El golpe del frío me hizo meter las manos en los bolsillos de mi abrigo, observé como mi esposo daba órdenes de los sirvientes de como acomodar el espacio que se iba a usar para la celebración.
Me aproximé.
— ¿Por qué decidió cambiar de lugar?
Con todo el ajetreo, no habíamos podido tener momentos íntimos, solo besos y ya no soportaba tanta lejanía.
Recordaba sus caricias y mis piernas temblaban.
Me evaluó de reojo — Las celebraciones me parecen monótonas, quiero hacer algo diferente.
— Está muy diferente, pero me gusta.
— Gracias.
Algo escondía, lo intuía, por algo cambió de planes y no precisamente porque se le ocurrió hacer algo diferente, lo cierto es que no me dejó ayudarle con las invitaciones y cuando fueron entregadas no pude ver quienes eran los invitados.
— ¿Quiénes son los invitados?
— Amistades y familiares.
— ¿Mi familia vendrá? — Elevé una ceja.
Sebastian ocultó su expresión.
— Claro, el conde y la condesa.
— ¿También está incluída Eleana?
— No puede vivir enemistada con su hermana, el resto de la vida.
— ¿Entonces si la invitó?
Sus hombros se tensaron y caminó hacia un lugar apartado para poder hablar, le seguí muy disgustada.
— No podía desplazarla, es parte de la familia.
— No me consultó, sabe que no estoy en buenos terminos con ella — Protesté y suspiró.
— Emiliana, hable con su hermana.
— ¿También invitó a Dorian? Sabe, esto se hacer la celebración en jardín me parece que es por la presencia del duque ¿Es por eso? — Elevé una ceja, muy enojada.
Sebastian se frotó la sien.
— Tenía que hacerlo.
— ¿Por qué? ¿Por qué invitar al duque?
Se quedó callado.
— Necesito cerciorarme de algo.
Estreché mis ojos — ¿Cerciorarse de qué?
— No me pregunte — Cortó.
— Usted nunca confiará en mi palabra, no le bastó con lo que le dije — Dije, muy dolida y me evaluó — Ni siquiera con mis besos, ni mis caricias.
— Emiliana.
Me alejé y la marquesa me interceptó en la entrada.
— Oh, todavía estás aquí, deberías estar alistándote, ven conmigo, tengo un vestido muy hermoso de invierno que te gustará — Dijo, con mucha amabilidad y la seguí hacia adentro — Te apuesto a que Sebastian le gustará, sabes, mi hijo tiene una mirada diferente y eso lo atribuyo a ti — Entrelazó su brazo con el mío y me guió por las escaleras.
No bastaba para convencerlo de que el duque ya no estaba en mis pensamientos.
— Gracias, mi lady.
— No es nada, vamos a mis aposentos, allí tengo el vestido, combinará con tu hermoso cabello rojo, sabes, yo conocí a la condesa Elena en su juventud y debo decirte que eres la viva imagen de ella en esos años — Me comentó y le sonreí.
— Siempre me lo han dicho, me parezco mucho a mi madre.
— Cierto, en cambios tus hermanos salieron a su padre, muy bien parecido también, por eso todos los Roster son tan hermosos, porque tienen buenos genes — Dijo, caminando por el pasillo.
Ella tenía el cabello negro, con algunas canas y sus ojos eran del mismo color que el de Sebastian.
— Sebastian es muy parecido a usted.
— Mi hijo es mi orgullo, es todo un galante, en cambio Leandro, salió a su padre, un poco tosco, solo piensa en comer y dormir — Dijo, con una carcajada contagiosa — Vamos linda, tenemos que alistarnos.