"El Misterio del Bosque Encantado" es una emocionante novela de aventuras que sigue a Lucas, un joven aventurero que, desafiando las advertencias de su pueblo, explora un bosque misterioso lleno de secretos. Tras encontrar una puerta oculta y enfrentarse a una criatura mítica, Lucas descubre que su destino está ligado a una espada ancestral y a un portal que lo transporta a un mundo desconocido. Allí, es recibido por un grupo de guerreros que lo guiarán en una nueva misión, mucho más peligrosa de lo que jamás imaginó. Esta es la historia de un viaje lleno de valor, misterio y descubrimientos.
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Sombras del Corazón
Con los primeros rayos de sol iluminando las colinas, el grupo retomó su marcha en dirección al Valle Escondido. El aire se sentía denso, cargado de tensiones y emociones no expresadas. Desde el encuentro con Nyran, cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos, tratando de procesar la advertencia y el peso de su misión. Pero Lucas, Mara y Torak empezaban a percibir un cambio sutil en el ambiente: una conexión creciente entre Lucas y Mara, un sentimiento que no tenía nada que ver con sus obligaciones como Guardianes del Equilibrio.
Lucas caminaba al frente, atento al sendero que se abría entre las rocas y árboles retorcidos. A su lado, Mara avanzaba en silencio, pero en sus miradas se cruzaban mensajes que ninguno de los dos expresaba en voz alta. Desde su encuentro con Nyran, habían compartido más momentos a solas, y cada uno de ellos parecía acercarlos más. Las conversaciones se habían vuelto más profundas, y Lucas descubría en Mara una fortaleza que lo inspiraba y lo hacía sentir vulnerable al mismo tiempo.
Por detrás, Torak los observaba, percibiendo esa tensión silenciosa que se había formado entre sus compañeros. Sentía una punzada en el pecho, una mezcla de celos y desconfianza. Torak siempre había sido protector con Mara; habían compartido momentos difíciles desde sus primeros años como guardianes. Y ahora, ver cómo ella y Lucas se acercaban le generaba una incomodidad que no sabía cómo expresar.
Finalmente, después de varias horas de caminata en silencio, decidieron detenerse en un claro para descansar. Mara se sentó junto a Lucas, intercambiando una mirada que llevaba una complicidad apenas disimulada. Sin embargo, Torak, que no podía evitar la incomodidad que lo carcomía por dentro, se acercó, buscando romper ese lazo que sentía que lo excluía.
—¿Podemos hablar? —le dijo a Mara, con una voz más severa de lo que pretendía.
Mara lo miró con sorpresa, pero asintió. Se levantó y caminó con él hacia un rincón más apartado del claro, dejando a Lucas solo, aunque el joven no dejaba de observarlos a distancia.
—¿Qué ocurre, Torak? —preguntó ella, tratando de calmarlo con una sonrisa.
Torak tomó aire y miró hacia el suelo, sin saber cómo empezar. Había muchas cosas que quería decir, pero las palabras parecían desvanecerse en su mente, y lo único que salía era un murmullo cargado de frustración.
—No me gusta… No me gusta lo que está pasando entre tú y Lucas —confesó finalmente, incapaz de ocultar más sus sentimientos—. Te estás acercando a él, Mara, y no entiendo por qué.
Mara lo observó en silencio, captando el dolor detrás de sus palabras. Comprendía que Torak, pese a su dureza, siempre había sentido un lazo especial con ella. Habían compartido años de entrenamiento, misiones y momentos en los que solo se tenían el uno al otro. Pero lo que empezaba a sentir por Lucas era diferente. No podía negarlo ni ocultarlo, aunque tampoco quería lastimar a Torak.
—No es algo que yo haya planeado, Torak —respondió en voz baja—. Pero Lucas y yo… nos entendemos de una forma que me sorprende. Hay algo en él que me hace sentir… —se detuvo, buscando la palabra adecuada—, como si pudiera ver algo de mí misma que nunca había compartido con nadie.
Torak apretó los puños, sintiendo la mezcla de celos y decepción crecer dentro de él. Aun así, trató de mantener la calma, porque sabía que sus sentimientos no tenían lugar en medio de la misión que los unía. Pero el dolor estaba ahí, y no podía ignorarlo.
—¿Y yo? —preguntó finalmente, con una voz quebrada—. ¿Acaso lo que hemos pasado juntos no significa nada?
Mara se acercó a él, colocando una mano en su hombro con ternura.
—Claro que significa algo, Torak —le dijo con suavidad—. Tú eres mi amigo, mi familia. Nadie podrá ocupar ese lugar. Pero… lo que siento por Lucas es distinto. No puedo evitarlo.
Por un momento, Torak quiso gritar, decirle que estaba equivocada, que todo eso no era más que una distracción. Pero en lo profundo de su corazón, sabía que lo que ella decía era sincero. Lo entendió entonces: Mara no le pertenecía, y si deseaba su felicidad, debía dejarla seguir su camino, aunque eso significara aceptar su conexión con Lucas.
Después de un largo silencio, asintió, aunque le dolía hacerlo.
—Si él te hace feliz… entonces yo también lo aceptaré —dijo finalmente, y aunque las palabras le costaron, encontró una paz inesperada al pronunciarlas—. Solo cuídalo, porque si te lastima, no tendré piedad con él.
Mara sonrió, sabiendo que esa era la manera de Torak de mostrarle su apoyo. Lo abrazó, y en ese gesto Torak sintió cómo su amistad se transformaba en algo más fuerte, una hermandad que no necesitaba posesiones ni reclamos.
Al volver con Lucas, la atmósfera entre los tres era diferente. Aunque Torak aún sentía el dolor de la renuncia, una parte de él estaba en paz. Sabía que Mara estaba donde debía estar, y él siempre la apoyaría.
Esa noche, cuando el grupo se preparaba para descansar, Lucas y Mara se quedaron un poco más junto al fuego, hablando en susurros mientras Torak se apartaba, dándoles espacio.
—No tienes idea de lo que esto significa para mí —dijo Lucas, mirando a Mara a los ojos—. No solo la misión… sino tenerte aquí. Tú haces que todo parezca posible.
Mara le sonrió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza al escucharlo. Su conexión iba más allá de la misión, de las pruebas o las enseñanzas de los Guardianes. Era algo que los completaba, un sentimiento que hacía que el caos a su alrededor pareciera más soportable.
—Lucas, pase lo que pase, siempre estaré aquí —respondió, y en su voz había una promesa que los unía de una forma que ninguno de los dos necesitaba expresar con palabras.
Por un momento, solo el crepitar del fuego rompió el silencio entre ellos, mientras las estrellas se encendían sobre el cielo oscuro. En aquel instante, ambos supieron que su misión no era solo salvar el equilibrio del mundo exterior, sino encontrar el propio dentro de sí mismos y entre ellos.