Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap. 7
A las afueras del salón, la emperatriz, el marqués y su hijo discutían acaloradamente con la reina y el príncipe Mauricio.
—¿Esos son los modales de los que tanto presume su hija? Dejó a un prometido por otro frente a toda la corte. ¿Sabe cómo la verán ahora?
Mauricio sonrió y respondió:
—Como alguien inteligente. —La reina se aguantó la risa, mientras el príncipe se ganó las miradas de odio de los demás presentes.— Por lo que tengo entendido, ella acaba de enterarse del arreglo que usted hizo en su nombre. Aun si hubiera estado consciente, eso no cambiaría el hecho de que no me iré de aquí hasta convencer al emperador de que la princesa y yo nos casaremos.
—Por mi parte, tiene toda mi aprobación, príncipe Mauricio. Al fin y al cabo, la princesa Leonor es mi hija, y la única opinión que importa es la mía... y la de su majestad.
—Tú...
Las puertas del salón se abrieron de golpe. Leonor miró con desagrado a las tres personas que enfrentaban a su madre. Luego, suavizando su expresión, dijo:
—Alteza, mi padre desea hablar en privado con usted.
Mauricio asintió. Con una sonrisa burlona dirigida al marqués, se acercó a Leonor y le susurró, lo suficientemente alto para que todos oyeran:
—Llámame por mi nombre, Leonor. Pronto serás mi esposa y no quiero tanta formalidad entre nosotros.
La joven se sonrojó y asintió levemente. La reina sonrió, emocionada, y, en cuanto el príncipe entró al salón, se giró hacia Leonor.
—Tú y yo debemos hablar —dijo con firmeza.
Tomó a su hija del brazo para apartarla de oídos curiosos, pero la emperatriz, furiosa, gritó:
—¡Alto ahí! ¡Tú, jovencita! ¿Sabes la vergüenza que me has hecho pasar hoy? Yo, que siempre te he tratado como a una hija... No merecía este trato. El marqués Ford es un buen hombre; él te habría dado la vida que te mereces...
—¿La vida que me merezco? —Leonor miró con frialdad a la mujer y continuó—. Tranquila, majestad, cuando sea emperatriz de Atenea y de Zenda, también me aseguraré de darle la vida que usted se merece.
La emperatriz la miró con odio, pero al procesar sus palabras preguntó, desconcertada:
—¿Qué intentas decir?
—No tiene caso ocultarlo, ya que padre se los informará pronto. —Leonor sonrió con arrogancia.— Voy a luchar por el trono. —Tanto el príncipe como la reina y la emperatriz quedaron mudos ante esa declaración.— Los nobles no están contentos con el comportamiento de mi hermano, y creo que soy más apta que él para el cargo. Además, pronto seré emperatriz de Zenda. Sería bueno que, como regalo de bodas, mi padre me entregara el mando de Atenea. ¿No cree?
Esta alianza pondría fin a las disputas comerciales y beneficiaría a todos los nobles.
Al ver el rostro colérico de la emperatriz, Leonor sonrió aún más. Mirando a su hermano, que tampoco ocultaba su rabia, añadió:
—Lo siento, hermano. No es nada personal. Pero hay que velar por la seguridad del imperio, ¿tú entiendes, verdad?
La reina, viendo que la tensión podía estallar en cualquier momento, intervino:
—Vamos, cariño, tenemos que hablar.
—Por supuesto, madre. —Leonor hizo una reverencia irónica—. Comprometidos, emperatriz, alteza. —Su mirada se posó en el marqués Ford, a quien dedicó una sonrisa siniestra.— Marqués, espero volver a verlo pronto.
Por alguna razón, el hombre sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero solo logró asentir torpemente.
***
Dentro del salón, el emperador y el príncipe Mauricio hablaban seriamente sobre el compromiso.
—Muy bien, voy a dejarle dos cosas en claro —dijo Maximus con voz dura—. Si este es uno de sus trucos para adueñarse de mi imperio, está muy equivocado. Si acepto esta unión es solo porque mi hija me lo pide. Pero quiero que sepa que, si algo le llegara a pasar, usted no se quedará con Atenea.
Mauricio sonrió y, mostrándole su muñeca, replicó:
—Su hija no es tan ingenua como usted cree.
Maximus frunció el ceño al ver la marca de una serpiente negra en la muñeca del joven.
—¿Hicieron un pacto de sangre?
—Veo que reconoce la marca. Así es. Ni ella puede lastimarme, ni yo a ella. Créame, esa no es mi intención. Como dije, he venido con otros propósitos y no me iré de aquí hasta llegar a un acuerdo.
Maximus lo miró fijamente.
—¿Sus padres saben que está aquí?
Mauricio arqueó una ceja.
—Mi ejército sí lo sabe. Acampan fuera del imperio.
—No intento atacarlo, alteza. Solo que me resulta extraño que el príncipe heredero de un imperio enemigo busque una alianza matrimonial.
—¿No le parece más lógico llegar a un acuerdo que seguir con una guerra absurda que destruiría a ambos imperios? Es un ganar-ganar. La princesa y yo tenemos mucho que ofrecernos mutuamente, y acabaríamos con las disputas comerciales.
—Así que ese es su objetivo —dijo Maximus, pensativo—. ¿Quiere controlar las rutas de comercio?
—Es uno de los beneficios. No seré hipócrita ni negaré que he considerado todos los pros y contras de este compromiso. Pero, dígame, ¿no cree que es mejor una alianza que una guerra?
Maximus sabía, en el fondo, que el príncipe tenía razón. Sin embargo, era difícil admitirlo abiertamente.
—Muy bien. Debo hablarlo con la corte y mis consejeros. Entienda que no puedo tomar una decisión de tal magnitud tan a la ligera.
—Comprendo. Iré a despedirme de la princesa y luego regresaré a mi campamento.
—¿No se quedará en el palacio?
—Majestad, aún no estoy tan demente. Después de lo ocurrido hoy, le recomiendo reforzar la seguridad de su hija. Algo me dice que alguien no está contento con lo sucedido.
Ahora, sin más, me retiro. Espero su respuesta.
Mauricio hizo una reverencia y salió. El emperador se frotó las sienes, cansado.
—¿Qué opinas? —preguntó.
La capitana Sara salió de detrás de una columna.
—Que, si de algo hay que estar seguros, es de que la princesa no decepciona.
—Sara...
—Bueno, la chica es astuta. Marcó al príncipe para que no pudiera traicionarla. Ahora la verdadera pregunta es: ¿qué hará con la emperatriz? Todo esto es su culpa. Y aún falta lo peor...
—¿A qué te refieres?
—Aún falta negociar con los emperadores de Zenda.
Maximus frunció el rostro y suspiró.
—Creo que el karma de mis antepasados me está pasando factura. Entre mi hijo, que es un desastre, y mi hija, que hoy demostró su verdadero potencial para arruinar mi paz mental, terminarán por matarme.
Sara rió por lo bajo.
—Bueno, el príncipe siempre fue así. Pero su hija... ella es su versión femenina. No olvido las locuras que usted hizo en su juventud, pobre ex emperador...
Maximus le lanzó una mirada de advertencia.
—No entiendo por qué te permito hablarme así.
—Porque soy su única amiga, majestad.
Por cierto, reforzaría la seguridad del palacio de la reina y la princesa. Algo me dice que la emperatriz y su hijo no se quedarán quietos.
—Encárgate de eso —ordenó Maximus, poniéndose de pie—. Yo hablaré seriamente con la emperatriz. Hoy mostró su verdadero rostro, y no permitiré que vuelva a suceder algo así.
El emperador salió del salón con paso decidido, mientras Sara se dirigía al cuartel. Ella era leal a la princesa, y no permitiría que nada malo le ocurriera bajo su guardia.