La vida de Loreta Rosietti, cambiara por completo de un día para el otro, cuando siendo ella la única testigo en presenciar el asesinato de su jefe tiene que buscar al hijo ilegitimo de este, para que se haga cargo de la compañía y le brinde su protección. Con el pasar de los días ella descubrirá que el señor O'Connor no solo era un ceo importante sino el jefe de la mafia y todo lo que parecía ser legal era solo una fachada para ocultar su verdadera identidad. Sin embargo no solo se verá envuelta en varios infortunios a medida que conoce a su protector si no que ni siquiera se imagina que el destino la pondrá de nuevo frente a un hombre que por años intentó olvidar y por el cual guarda mucho rencor o al menos eso cree.
Con tal de vengarse de su ex prometido ella hará una alianza con su nuevo jefe, pero los sentimientos que despiertan ambos hombres en ella hará que caiga en una red de confusión de la que es muy difícil salir.
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Capítulo N°3
La puerta estaba abierta de par en par, dentro del gran salón solo un foco permanecía encendido; en el ambiente el olor a pólvora se mezclaba con el humo del habano que estaba fumando su jefe antes de la interrupción y ahora permanencia sobre la mesa consumiéndose, el aroma desagradable inundó las fosas nasales de la joven, a tal punto que no pudo evitar toser y sentir nauseas. El silencio era tal que ella podía escuchar cada paso que daba sobre la alfombra mullida. Tragando saliva para aclarar su garganta que ahora estaba seca y rasposa se acercó a la mesa temiendo lo peor y no se equivocó.
En el lugar había tres personas en total, dos de ellas eran personas de confianza del señor O’Connor y estaban sentadas de espaldas a la puerta, lo que fue un blanco fácil para los sicarios, que simplemente acabaron con sus vidas en un instante. Los cuerpos de George y Thomas estaban apoyados sobre el cristal y de sus cabezas la sangre fluía formando un gran charco. Loreta llevó sus manos hasta su rostro y se cubrió la boca, era obvio que los habían tomado por sorpresa y disparado a sangre fría sin darles tiempo a reaccionar.
Sus ojos desorbitados por la impresión buscaban con desesperación al presidente de la compañía, que debía estar ubicado en la cabecera, sin embargo no estaba. Caminó unos pasos conteniendo el aliento hasta que finalmente vio que el sillón presidencial estaba tirado en el piso y detrás de él estaba su jefe empapado en su propia sangre, convulsionando y tratando de alcanzar su celular. Ella se acercó de prisa al ver que continuaba con vida y que haciendo un esfuerzo sobrehumano la llamaba casi susurrando, casi en un murmullo apenas audible. Desesperada se puso de rodillas a su lado, lo giró con cuidado y dijo al ver la gravedad de sus heridas.
— ¡Señor, tranquilo todo va a estar bien, la ayuda viene en camino! —lo acomodo sobre su falda para evitar que se ahogue con su propia sangre.
— Mi… hijo…—murmuró casi sin aliento y escupiendo para poder hablar.
— ¿Qué dice?—preguntó sin entender.
— Busca a mi hijo —repitió con dificultad y casi sin aliento.
Loreta observaba con detenimiento a su jefe, de su boca salía un hilo de sangre, sus ojos perdían la delicadeza de su color celeste y comenzaban a oscurecer, en contraste de su piel que cada vez estaba más pálida y gélida.
— Señor, usted no tiene hijos, está delirando —habló Loreta sintiendo pena por ese hombre.
— No tengo tiempo para explicarte, llama a mi hijo.
— No hable, debe descansar —ordenó la secretaria mirando la escena aterrada e intentando en vano ayudar al ceo presionando la herida del abdomen.
— Busca mi celular y llama a… Dimitrio Moretti.
— Señor…
— Loreta, escucha y deja de hablar, no tengo más tiempo, no voy a sobrevivir —la silencio y ella dejó de protestar y asintió con un movimiento de cabeza —. Esos hombres son peligrosos e Igor, no es tonto, él te vio al llegar y si sabe que estás viva, no dudará en matarte.
— ¡¿Qué?!
— Estás en peligro pero no temas, Dimitrio sabrá qué hacer y te protegerá —murmuró casi sin aliento, y haciendo un último esfuerzo se quitó su anillo que contenía un sello especial —. Busca a mi hijo y entrégale mi sortija, este es el símbolo de la familia.
— ¡Señor, no sé de qué habla!—comentó aterrada.
—Escucha, presta atención, esta sortija es importante —dijo y se ahogó en su propia saliva lo que le provocó una tos incesante pero continuó—. No permitas que nadie más la vea, solo mi hijo puede poseerla, sólo a él se la debes mostrar ¿Entiendes?
— Entiendo —respondió limpiando las lágrimas de su rostro y manchando su rostro.
— Entrégasela y él tendrá el respaldo de todo mi clan —dijo con dificultad y tosiendo sangre —. Ahora dame mi teléfono —ordenó y ella obedeció—. Acerca el celular a mi rostro y pon mi dedo pulgar izquierdo en la pantalla —el dispositivo se desbloqueó inmediatamente permitiendo el acceso a todos los archivos y contactos —. Busca el número de Dimitrio, está agendado como Dragón Blanco, dile que el Dragón Negro murió, con eso será suficiente.
— Señor, no entiendo nada —confesó aterrada.
— Solo sigue mis instrucciones, agenda su número, llámalo y no le digas a nadie de su existencia —acariciando el rostro de la joven suspiro—. Confío en ti, no me falles —dijo por última vez antes de dejar de respirar.
—¡Señor, señor !—gritó Loreta moviendo el cuerpo inerte de su jefe, que la veía sin expresión alguna y con una oscuridad extrema en su mirada reflejo de su alma pérdida.
Habían transcurrido unos minutos, ella no sabia que hacer, no podía dejar a su jefe y salir de la oficina así como si nada, debía calmarse y seguir sus instrucciones así que recordando que aún tenía su celular con ella, agendo el número de Dragón Blanco entre sus contactos y luego dejó escapar un llanto desgarrador y se aferró con fuerzas a su jefe, liberando la tensión de lo vivido.
Loreta lloraba desconsoladamente, sus sentimientos estaban revolucionando, un poco por el shock del momento y otro poco por la impresión de ver morir a alguien entre sus brazos y no poder hacer nada para ayudarlo, ni siquiera entendía porque alguien había acabado así con la vida de tres personas, era mucho por procesar y su cabeza estaba por explotar. Su jefe no tenía enemigos, era una buena persona, no tenía hijos o al menos eso creía hasta ahora y amaba con devoción a su esposa y aunque a veces cuando tomaba alguna copa de más le gustaba nalguear el trasero de la joven o hacerle bromas, jamás se propaso de más y solo por eso aguantaba sus toqueteos de vez en cuando. Entonces golpeó su pecho intentando en vano hacerlo reaccionar.
— ¡Señor, despierte, no se puede morir! —gritó con desesperación mientras se arrodillaba a su lado y comenzaba a realizar la maniobra de RCP —. Usted es fuerte, resista, la ayuda ya viene en camino —pedía sabiendo que era sabiendo que era demasiado tarde, luego de unos minutos se dio por vencida y se dejó caer abrazada sobre el hombre.
Ella continuaba en la oficina aferrada al cuerpo del presidente de la compañía que con el pasar de los minutos iba perdiendo temperatura y movilidad, quedando rígido entre sus brazos.
El sonido del ascenso abriendo sus puerta alertó a la secretaría haciendo que levantara la vista e intentará buscar un escondite, pero en esa sala no había ni un solo armario. Aterrada y pensando que había llegado su fin se recostó sobre el cuerpo de Lewis y sintió que su alma la abandonaba, seguramente esos hombres volvieron por ella y el terror se vio reflejado en su rostro.
Los pasos firmes de las botas de los agentes y sus voces invadieron el pasillo, Loreta cerró sus ojos esperando lo peor, pero entonces suspiró aliviada cuando el oficial al mando gritó que eran agentes de la policía y que debían permanecer todos con las manos levantadas y en sus lugares. Con pesar, levantó su mirada hacia la entrada que permanecía abierta de par en par y sin dejar de llorar espero a que entraran los agentes.
hay ese hombre, aunque me pegue me embarace y me abandone esta rebueno