Alexandre Monteiro es un empresario brillante e influyente en el mundo de la tecnología, conocido tanto por su mente afilada como por mantener el corazón blindado contra cualquier tipo de afecto. Pero todo cambia con la llegada de Clara Amorim, la nueva directora de creación, quien despierta en él emociones que jamás creyó ser capaz de sentir.
Lo que comenzó como una sola noche de entrega se transforma en algo imposible de contener. Cada encuentro entre ellos parece un reencuentro, como si sus cuerpos y almas se pertenecieran desde mucho antes de conocerse. Sin oficializar nunca nada más allá del deseo, se pierden el uno en el otro, noche tras noche, hasta que el destino decide entrelazar sus caminos de forma definitiva.
Clara queda embarazada.
Pero Alexandre es estéril.
Consumido por la desconfianza, él cree que ella pudo haber planeado el llamado “golpe del embarazo”. Pero pronto se da cuenta de que sus acusaciones no solo hirieron a Clara, sino también todo lo verdadero que existía entre ellos.
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Capítulo 12
...Alexandre Monteiro...
^^^Ontario, Canadá 🇨🇦^^^
Desafortunadamente, mi plan de volver a Brasil el lunes por la mañana se fue al traste. Una reunión con los directores de la sede canadiense fue adelantada, ineludible. Desde el lanzamiento del Tonix, una avalancha de clientes se puso en contacto, interesados en adquirir el nuevo producto.
Salí directo de Los Ángeles y tomé un vuelo a Ontario, acompañado de Cibele, que como directora de logística, también necesitaba estar presente. Luíza se quedó en Brasil para mantener la operación de la sede funcionando, alguien necesitaba estar al mando.
— Toda la internet solo habla de Monteiro Tech. — comentó Cibele mientras caminábamos lado a lado por los pasillos espejados del edificio. — Clara lo hizo muy bien.
— Sí... ella lo hizo. — respondí, orgulloso.
— ¿Ya hablaron desde entonces? — preguntó al entrar en el ascensor.
Negué con la cabeza, suspirando enseguida.
— Joder, Alex... ve a un médico. — dijo con firmeza. — Estoy segura de que Clara no estaba mintiendo.
— Yo también lo estoy. — admití con la voz más baja. — Pero, Cibele... en el momento de la presión, uno no piensa bien.
— Pero ella está embarazada, Alex. ¡Embarazada! Todo pesa el doble. ¿Olvidaste lo que yo pasé?
La puerta del ascensor se abrió. Paramos, y solo entonces nuestras miradas se cruzaron con verdad.
Joder... es verdad. ¿Cómo pude olvidar?
Cibele fue tratada de la misma forma. Daniel dudó de la paternidad de Alice, acusó, se alejó. Y cuando hizo la prueba y confirmó que la hija era suya, asumió... pero nunca estuvo presente.
Emanuel, mi padre, me registró, me dio el nombre, pero ¿presencia? ¿Amor? Nunca.
No quiero ser como ellos.
No quiero ser un Emanuel. No quiero ser un Daniel. No quiero que mi hijo crezca sintiendo que el padre nunca lo amó, que la madre fue desacreditada, lastimada.
Clara no merecía eso.
Ella no merecía ser cuestionada, no después de todo lo que pasamos, después de todo lo que ella entregó para mí, para la empresa, para el proyecto.
— Fui un idiota. — murmuré.
— Fuiste un cobarde. — Cibele completó sin suavizar. — Pero aún puedes arreglarlo, Alex. Muévete. Porque la mujer que amas se está yendo de tu vida. Y con ella, tu hijo.
Ella no estaba equivocada.
Clara estaba a kilómetros de distancia... pero cada latido de mi corazón era un recuerdo de que necesitaba luchar. Por ella. Por nosotros.
Y por aquel pequeño ser que, incluso sin yo haber tocado aún, ya era la parte más importante de mí.
— Intentaré hablar con ella cuando vuelva a Brasil. — prometí, más para mí mismo que para Cibele.
— Muy bien. — dijo ella, en un tono que no dejaba espacio para rodeos. Pasó por mí y entró primero en la sala de reuniones acristalada.
Respiré hondo y la seguí.
El espacio era amplio, con una mesa rectangular en madera clara y varias sillas ergonómicas ocupadas por los directores y gerentes de la sede canadiense. En el centro, una pantalla de LED exhibía el logotipo de Monteiro Tech al lado del eslogan provisorio del Tonix.
Algunos rostros se volvieron hacia mí con respeto, otros con curiosidad, al fin y al cabo, no todos estaban acostumbrados a verme por aquí. Saludé a cada uno con un gesto discreto y me senté en la punta de la mesa, abriendo mi laptop.
— Buenos días a todos. — comencé. — Antes que nada, agradezco la disponibilidad en un plazo tan apretado.
— Nosotros le agradecemos, señor Monteiro. — dijo el director regional, un hombre canoso llamado Sean Whitaker. — El Tonix es, sin duda, la presentación más impresionante que ya hemos visto. Inclusive, quisiéramos felicitar a la señorita Amorim por la ejecución brillante del lanzamiento.
Por dentro, sentí algo apretar en el pecho. Clara no estaba allí para oír el reconocimiento que era suyo por derecho.
— Ella fue... — tragué saliva. — Fundamental.
Cibele percibió mi incomodidad, pero no comentó nada. Apenas giró su tablet para mostrar informes de preventas.
— Recibimos más de cuatro mil propuestas de reserva solo en las últimas 24 horas. — explicó, rodando los gráficos. — Y ya tenemos contratos preliminares con dos conglomerados europeos y un socio en los Emiratos Árabes.
— Excelente. — Sean sonrió. — Nuestro principal desafío ahora es alinear los detalles logísticos. Necesitamos asegurarnos de que la entrega mundial va a suceder sin cuellos de botella de fabricación o transporte.
— Yo revisé los cronogramas de suministro. — Cibele dijo con seguridad. — Y estoy en contacto directo con la planta de Shenzhen. El único punto crítico es la unidad de pruebas holográficas en Brasil, que Clara lideraba.
Hubo un breve silencio en la mesa. Sentí la mirada de Cibele sobre mí.
— El equipo que ella dejó entrenado es muy competente. — agregué, sosteniendo la voz firme. — Pero voy a garantizar que cualquier ajuste de transición sea acompañado por mí personalmente.
— Óptimo. — Sean dijo, asintiendo. — Necesitamos también confirmar la fecha oficial de la presentación europea, en París. Están sugiriendo dentro de tres semanas. ¿Le parece viable?
Pasé la mano por el mentón, pensando.
— Viable sí. Siempre y cuando, hasta entonces, hayamos consolidado todos los contratos norteamericanos y asegurado las pruebas finales.
— Entonces vamos a comenzar inmediatamente. — Sean concluyó. — Señorita Cibele, si puede compartir el cronograma detallado con nosotros, será fundamental.
— Claro. — ella respondió.
Mientras los otros directores continuaban discutiendo plazos, premios de distribución y metas, mi mente se empeñaba en volver a ella.
Cuando la reunión terminó, todos comenzaron a levantarse. Cerré el notebook, respiré hondo y miré a Cibele.
— Voy a resolver todo aquí lo más rápido que pueda. Necesito volver a Brasil antes de que ella se vaya de una vez por todas.
— Entonces, si quieres un consejo... — dijo ella bajito, mientras recogía sus papeles. — No vuelvas solo para pedir disculpa. Vuelve para mostrar que no vas a huir de la responsabilidad. Ni de ella, ni de tu hijo.
Ella salió de la sala antes de que yo respondiera. Era una pena que Clara no estuviera aquí para participar del éxito que ella misma construyó. Nunca me cansaré de repetir su nombre siempre que reciba un elogio sobre el Tonix.
No voy a dejar que la ausencia de ella apague el reconocimiento que merece. Ella trabajó más que cualquiera de nosotros para transformar aquel proyecto en realidad.
...[...]...
Desde el balcón del hotel donde estaba hospedado, tenía una visión amplia y luminosa de la ciudad allá abajo. Las fachadas espejadas reflejaban los postes y carteles publicitarios encendidos, dibujando líneas de luz sobre Ontario. Era una ciudad magnífica, vibrante, llena de movimiento pero aun así, todo parecía silencioso demasiado.
Apoyé el antebrazo en el parapeto, sosteniendo la copa de vino. El gusto amargo llenaba la boca y, por un instante, deseé que él entorpeciera también el arrepentimiento que no salía del pecho.
Tomé el celular en el bolsillo, desbloqueé la pantalla y abrí la conversación con Clara. Ninguna foto de perfil. Ninguna actualización de estado, solo un recado seco: Ocupada.
Hacía días que no tenía coraje de mandar mensaje. Ni de llamar. Pero, esta vez, no dudé tanto. Movido por una necesidad que yo mismo no entendía, comencé a digitar:
"Hola, ¿cómo estás?"
Me quedé mirando aquella pregunta en la pantalla. Parecía pequeña demasiado. Débil demasiado. Y, principalmente, cobarde.
Borré todo. Respiré hondo y digité otra cosa.
"Hola. ¿Cómo están ustedes?"
Porque, por primera vez en la vida, yo no estaba preguntando solo por ella. Sino por quien venía con ella.
Quería anticipar mi vuelta a Brasil. Necesitaba mirar en los ojos de ella, pedir perdón no solo por haberla lastimado de aquella forma, sino por haber dejado que mi miedo me volviera alguien que yo mismo desprecio.
Yo creí que era estéril, y por eso reaccioné como un cobarde. Como mi padre reaccionó conmigo tantas veces.
Pero ahora yo quería — no, yo necesitaba — intentar arreglar todo. Reconquistar la confianza que destruí. Mostrar que no era más aquel hombre que coloca el orgullo por encima de quien ama.
Y también quería verla asumir nuevamente el proyecto que es suyo por derecho. El Tonix es fruto del trabajo de ella, de la mente brillante de ella. Clara merecía cosechar cada reconocimiento, cada oportunidad que surgiera a partir de aquella idea.
Yo solo deseaba tener la chance de decir eso en voz alta. Y de probar que no iba a desistir de ella. Ni de nuestro hijo.