LA VENGANZA DE LAS GEMELAS

...Maribel....

Mi hermana de verdad se convirtió en una mujer sin dignidad. Más que por el dinero la razón por la que haré esto es para salvar un poco su cara. Aunque con todas las estupideces que hizo siento que no vale la pena.

Tres días después de hacer el trató me subí a un avión. Llevaba un horrible vestido ajustado que no me dejaba respirar.

Lo que también llevaba era mi computadora. Necesitaba aprovechar esas largas horas de vuelo para adelantar trabajo.

...

Horas después ya estaba en Nueva York. Pensé que jamás volvería aquí. Mi vida ahora está en París.

— ¿Cómo estuvo tu vuelo?. — Mi hermana parece adivina o cálculo la hora exacta del aterrizaje. Me inclino por mi segunda teoría.

— Cansado.

— Ve a descansar, mañana debes dar un buen show.

— Adiós.

Al día siguiente la primera llamada que recibí fue la de mi hermana. Me dijo que debía vestir. Y como debía peinarme.

— No se porqué me obligas a usar extensiones. — Me siento muy incómoda con el cabello largo.

— Después de una ruptura las mujeres siempre se cortan el cabello. No quiero dar esa imagen.

— Has dado peores. — No se porqué soy tan sincera.

— Siempre tan directa.

— Ya me conoces. — Colgué el teléfono y me arreglé cómo Irma me ordenó. Bajé al estacionamiento, subí a su auto y conduje a la empresa del mi ex. Osea el de Irma no el mío.

— Buenos días. — Saludé al personal. Ellos me miraron perplejos. Después contestaron mi saludo y yo subí al al elevador.

Un chico venía caminando, al verme se quedó parado.

Apreté el botón para que la puerta no se cerrará.

— Buenos días. ¿No subirás?. — Le pregunté.

El me miró con sorpresa. Después respondió.

— Claro. Gracias Irma. Buenos días para ti también.

¿Quién será esté tipo?, Irma no me mostró fotos de el. Lo recordaría si lo hubiera visto, no es muy agraciado pero tiene un no se qué.

— ¿Cómo has estado?. — Preguntó él, un poco tímido.

— Bien, ¿y tú?. — Le seguí la corriente..

— Bien, gracias por preguntar. — ¿Quién rayos sera.?

— Irma yo quería decirte que. — El chico me miró con, ¿lástima?, ¿cómo se atreve a mirarme así?, debería verse en un espejo, su apariencia da lastima. ¿Maribel que te pasa?, tú no eres así.— Cuentas conmigo para todo.

— Okeeey. Gracias.

*Ni siquiera sé quién es y me dice que cuento con el. ¿Para que podría necesitarlo?*

El elevador se abrió.

— ¿A dónde vas?.

— ¿A mí taller?. — Hasta yo dudaba a dónde rayos iba.

— Irma te vas unos días y ya no recuerdas dónde queda tú taller. — Sonrió.

— ¿Te vas a burlar de mí o me vas a recordar dónde queda?. — Ya estaba un poco enojada.

— Lo siento. Ahora mismo te la muestro. — El chico me guío. — Aquí es.

— Gracias.

— De nada, lo que necesites.

Me senté en el asiento de Irma. Revisé los diseños que me traje de París. Mi hermana en verdad es talentosa. Recuerdo que de pequeña llenaba sus cuadernos de vestidos en lugar de letras o números.

— Señorita Irma, el señor Danilo quiere verla. — Leslie la secretaria vino a informarme.

— Voy en seguida. — Me levanté, y caminé detrás de ella. Leslie tocó la puerta.

— Adelante. — Sonó su voz desde adentro. Yo entré y saludé.

— Buenos días. — Observé su silueta sentada cómodamente. Se ve mejor en fotos. No es la gran cosa. ¿Porqué Irma está tan clavada con el?

— Pensé que era mentira que habías regresado. — Claro que regresé. ¿Qué piensa?, ¿que soy un espíritu?.— Te quédaste sin palabras. ¿Tanto te impresionó verme?. — Había cierta satisfacción en su voz.

— La verdad sí. — Respondí con desinterés.

— ¿Porqué?, ¿te dejé sin aliento?. — Rió divertido.

— ¿Eres agua?

— ¿Perdón?

— Sólo el agua tiene la capacidad de dejarte sin aliento. Un simple mortal no.

— Te demostraré qué si. — Se acercó a mí, me tomó de la cintura y me ¿beso?. ¿Pero que le pasa a esté imbécil?, ¿cómo se atreve a robar mi primer beso?. Con mi hermana que haga lo que quiera pero a mí me respeta.

Lo empujé y le dí una bofetada que volteó su rostro..

— ¿Acabas de golpearme?. — Su mirada se oscureció.

— Si. — El se me acercó de nuevo con la intención de robarme otro beso pero yo no iba a permitir que eso pasará.— No me toques. Eres un hombre comprometido. Respeta a tu novia. — Me importa un pepino si la respeta o no. Lo único que quiero es que no ponga su asquerosa boca sobre la mía.

— Hace unos días éso no te importaba. — Me tomó de la cintura de nuevo.

— Tu lo has dicho. Hace unos días. Ahora soy otra. — Literalmente.

— Conmigo no funciona hacerte la difícil.

— A ver imbécil entiende que no me estoy haciendo la difícil, en verdad no me interesas.

— No me digas. — Se burló.

— Suéltame ya. — El idiota dejó un beso sobre mi cuello y casi mete sus manos en mi vestido pero las tomé antes de que lo hiciera. — Eres un pervertido.

— Te encanta que lo sea.

— Estás muy equivocado. Odió a los hombres cómo tú.