Silvia Sephiran, es la protagonista de una historia de amor, donde una trampa llena de mentiras, la separa de su amado Javier, pero, como toda historia, la verdad sale a la luz y los protagonistas luchan por estar juntos, alcanzando su final feliz.
Pero ahora que ella ha reencarnado en Silvia, no esta dispuesta a seguir la trama y mucho menos a amar a un hombre que se deja manipular, así que, cuando tiene la oportunidad se marcha lejos de aquel hombre para iniciar una nueva vida cambiando su destino.
Lo que Silvia no esperaba es que al poner su negocio de perfumería en el reino Khalix, caería en las garras del gran general del reino, conocido como, "el hijo de la bestia", un atractivo hombre de ojos grises que se siente tentado por el dulce aroma de Silvia.
¿Silvia escapara de las garras de este hombre o caerá ante sus seductores ojos grises?
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Capitulo 06.
En lo alto del cielo, el cuervo Cadell vuela pacíficamente, mientras que abajo, Silvia va a caballo a paso acelerado, pues, ya con un mes mas trabajando como mercenaria, finalmente había reunido el dinero suficiente para cumplir su deseo de un negocio propio y hacerse de más fortuna. Al llegar a Khalix, se adentro a la pacifica Ciudad, y al ir al mercado, aprovecho para preguntar por alguna casa que estuviese en venta, como era solo ella, podía ser una de dos pisos, ya que quiere montar un negocio y la parte de abajo, le serviría para eso.
—se de una, creo que es justo lo que necesitas.— la mujer del mercado señala hacía una dirección.— ve todo derecho, y a dos cuadras, das vuelta, el lugar esta a dos casas de la esquina.
—claro, le agradezco su ayuda.— hace una leve reverencia.
Silvia camina en la dirección que la mujer le indicó, aunque va chocando con uno que otro transeúnte, debido a que el mercado estaba lleno, hasta que, choca su hombro con un hombre alto, cubierto con una capucha y ocultando su rostro con una máscara de tela que solo permite ver sus ojos, unos intensos ojos grises que hizo estremecer a Silvia cuando este la miro directamente a los ojos.
—sea más cuidadosa, señorita...— comento con una voz varonil.
Y Silvia noto como este, se cubría la parte de la boca y nariz con la mano, como si le molestara algún olor. Silvia prefiere ignorar esto, y seguir su camino, mientras que el hombre, a pocos pasos se detiene, volteando a ver en dirección de la joven.
—Ey, vamos, tenemos que volver antes del anochecer.— una linda joven de cabello gris oscuro y ojos azules, vestida con un uniforme de guardia real, le habla.
El hombre al escuchar el llamado de la joven, sigue su camino.
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Silvia llegó al lugar indicado, encontrando aquella casita un poco descuidada, pero, con el dinero que tiene, seguramente logrará restaurarla bien, para el negocio que piensa poner. Toco la puerta, y el propietario salió, era una mujer mayor quien al escuchar el interés de Silvia por la casa la hizo pasar, para verificar todos los detalles y los tramites necesarios.
Al cabo de una semana, quedo todo solucionado con ayuda del hijo de la anciana que era parte del consejo de nobles, y que gracias a eso había logrado un título nobiliario, y había insistido desde hace años a que su madre se fuese a vivir con él a su mansión, y ahora finalmente la anciana había aceptado. Tras cerrar el trato y conseguir el documento que la acredita como dueña de la casa, Silvia empezó con la restauración de esta.
[Y a todo esto, ¿que clase de negocio planeas poner?] Pregunta Cadell.
—una perfumería, gracias a mis conocimientos del mundo moderno, puedo crear fragancias exóticas, dulces y seductoras, algo que aun no hay en este mundo.— responde emocionada.
Mientras que, en su mesa, tiene toda clase de brebajes, hiervas y flores, lista para empezar con la creación de sus perfumes.
[¿Que?, ¿no era mejor seguir siendo mercenaria?, las ganancias eran mejor, podrías incluso comprarte una mansión.] Se queja Cadell.
—silencio pajarraco, esto es mejor, es un negocio poco común y las fragancias son escasas, y muy pocos nobles pueden conseguirlas, yo, haré que incluso los plebeyos tengan acceso a los perfumes.— su plan no tiene fallas.
[si cualquiera puede tenerlo, los nobles no sentirán ganas de comprarlo. La sociedad es muy distinta aquí.]
—por eso haré dos clases, una, para plebeyos, y otras, con fragancias exclusivas, para los nobles...— lo cual será novedoso, ya que cuando sale algún producto nuevo, en su mayoría son para la nobleza.
Silvia siguió trabajando, hasta que, tras un par de meses de más, la tienda estaba lista, y su gran colección de perfumes estaban en exhibición. Había una sección para la nobleza siendo la entrada principal y aun costado, había una puerta donde se exhiben los perfumes para la gente común. Silvia se encargo de regalar pequeñas muestras a quienes pasaban, para atraerlos, y aunque el primer día, apenas pocas personas pasaron a la tienda y se llevaron algo, al día siguiente, un poco más de gente llegó, pidiendo muestras de los perfumes.
Aquella joven de cabello gris, se detuvo en la puerta de la tienda al ver en las vitrinas los perfumes, era la primera vez que veía esa tienda, y escucho a quienes salían decir que era nueva. Dos señoritas que salían al ver a la joven le hacen reverencia.
—alteza, ¿usted también vino a comprar?, los aromas que tienen son deliciosos, yo me compré uno con aroma a frutas.
—y yo, uno a orquídeas, es tan exquisito. Debe aprovechar, antes que se acaben.—
Ambas chicas estaban encantadas con su compra.
—oh, ire a echar un vistazo.— asegura.
Las chicas siguen su camino y la joven de cabello gris entra a la tienda, admirando todo lo que estaba en exhibición.
—puede pedir una muestra del que le guste, señorita.— Silvia se acerca a ella.— para usted, veo que entrena en la guardia real, un aroma duradero le vendrá bien.
Silvia rocea un poco del perfume en un papelito y se lo entrega a la joven. Era un aroma dulce, fuerte, pero no fastidioso. Silvia le explica que ese perfume será duradero, y qué, ayudara a que su ropa no se apeste por el sudor cuando entrena.
La joven encantada con lo escucha, decide llevarse uno. Y sale muy feliz del local, para toparse con aquel hombre de la máscara.
—aquí estabas, ¿donde te habías metido?— le pregunta molesto.
—no seas un gruñón, te saldrán canas a temprana edad.— se burla la chica.
—solo digo que no te alejes, no quiero tener que escuchar el llanto de tu padre si te pierdes.— responde con molestia.
—conozco este lugar desde que nací, no seas exagerado.— se queja la chica.
Ambos siguen caminando, aunque, el chico, mira hacía el local, mientras aprieta los puños, para después girar y seguir su camino.
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