Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
NovelToon tiene autorización de Yoisy Ticliahuanca Huaman para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 20
La presencia de Dalila comenzó a extenderse por la mansión Mars, en cada pasillo, en cada esquina, los trabajadores se miraban de reojo y cuchicheaban en susurros.
La curiosidad les brillaba en los ojos, pero nadie se arriesgaba a alzar la voz; a fin de cuentas, era la esposa del jefe… y el jefe no perdonaba imprudencias.
Dslila vestía un vestido celeste tirando a blanco que le otorgaba un encanto inesperado, casi de muñeca. El rostro lavado, sin una pizca de maquillaje, le sumaba una dulzura limpia; el cabello suelto, largo hasta la cintura, se movía con ella como una caricia.
Dalila no solía usar vestidos, mucho menos tacones; pero era lo que había… y salió con ese leve temor de no verse bien, sin embargo, bastó un paso fuera de la habitación para que más de uno contuviera el aliento.
El personal doméstico no pudo evitar comparar, ninguna de las modelos que habían pasado por la vida del señor Mars alcanzaba esa belleza de la esposa del jefe.
Avergonzada, Dalila se acercó a una joven empleada y, en voz baja, preguntó dónde estaba el comedor.
La muchacha, emocionada, señaló con la mano el corredor que llevaba a la escalera, por un segundo quiso tocarla, para confirmar que era real, pero no se atrevió.
En el comedor, Julio aguardaba con Aron, la mesa rebosaba de panes tibios, frutas y tazas humeantes.
Cuando la vio entrar, a Julio se le secó la garganta, era la primera vez que la miraba con atención y lo que vio lo dejó sin palabras. Una sonrisa boba se le instaló en el rostro, traicionándolo.
Aron también se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos, era la primera vez que veía a su madre vestida así.
"¡Wooo, mamá… estás hermosa!" dijo, corriendo hacia ella para mirarla de arriba abajo.
La vergüenza de Dalila se disolvió en una ternura amplia, solo le importaba la opinión de su hijo en su vida, la del resto le restaba.
Julio al igual que su hijo se levantó, posó una mano en la cintura de su esposa y la guio con suavidad hasta la silla.
Dalila estaba roja por tanta atención; entre su hijo y la cortesía inesperada de Julio, sentía que el corazón le golpeaba el pecho.
Cuando los tres tomaron asiento, apareció la nana con una humeante sopa y unas pastillas para la resaca.
Las dejó frente a Dalila con una sonrisa cómplice, como quien entiende, sin preguntas, la clase de amanecer que había sido ese.
"Papá, ¿hoy podemos ir de paseo?" preguntó Aron, limpiándose los labios con la servilleta y los ojos brillando de expectativa.
"Bueno, hijo…" respondió Julio, repaso en su mente la agenda y hoy estaba más apretada que nunca "Tengo mucho trabajo hoy hijo. Quédense aquí; en un rato traerán ropa para que mamá elija, y por la noche salimos a cenar afuera, ¿sí?"
Dalila dejó la cuchara con cuidado, su voz, baja pero firme, quebró la tibieza del momento.
"Hoy debo volver a la base militar, mi misión terminó. Puedes ir a ver a Aron cuando quieras… incluso traerlo contigo. Ya te he molestado suficiente, no quiero interferir en tu vida o tiempo"
Los ojos de Julio se endurecieron de inmediato "No lo puedo creer, Dalila. ¿Crees que puedes salir de mi vida así, sin más? Pues te equivocas, no lo acepto" Su voz sonó fría e inquebrantable.
Dalila respiró hondo, la despedida le pesaba; su corazón tonto aún lo amaba, aunque no lo dijera "Eso era lo que querías, Julio. Yo no interferiré en tu vida" dijo, y sus palabras llevaban una melodía triste.
Julio apretó los puños; el enojo lo traicionó y habló sin medir "Eso era antes de que aparecieras. Ya te metiste en mi mundo, como para que ahora te hagas la difícil"
Dalila sonrió apenas, conteniendo las lágrimas que pujaban por salir, el color huyó de su rostro.
Ignoro a Julio y su mirada dulce se dirigió hacia su hijo, que observaba a sus padres con preocupación, preguntándose en qué momento el calor de hace un instante se había vuelto tensión.
"Mi amor" dijo con un hilo de voz "vamos por tus maletas. Debemos volver a la base" Temía que su hijo se negara ir con ella, pues su padre lo lleno de lujos.
Aron, que no quería añadir peso a los hombros de su madre, sonrió con valentía y le tomó la mano.
"Claro, mami. Yo voy contigo, nunca te abandonaré" Amaba a su padre, sí, pero jamás dejaría sola a su madre.
Julio sintió cómo el aire se le escapaba del pecho, la idea de perderlos, de verlos alejarse otra vez, le heló la sangre.
Había dicho lo que no debía; el orgullo, como siempre, había hablado antes que su corazón.
Cuando vio a Dalila tomar la mano de Aron y levantarse de la silla, reaccionó sin pensarlo.
En un impulso, la sujetó del brazo y la atrajo hacia sí, abrazándola con fuerza.
Su voz, quebrada por el arrepentimiento, salió casi en un ruego "No te vayas, por favor. Intentémoslo… ¿sí? Ustedes son muy especiales para mí, perdoname"
El niño, viendo la escena, soltó un suspiro resignado. Con la madurez que lo caracteriza, se escabulló sigilosamente, dejándolos solos.
Dalila se separó un poco, lo miró fijamente "¿De verdad quieres intentarlo, Julio?" preguntó con voz temblorosa "¿Y si no funciona? ¿Y si…?"
Él la interrumpido antes que termine, sostuvo su mirada con intensidad, como si quisiera grabarla en su alma "Si no lo intentamos, nunca lo sabremos"
"Y si no lo hacemos, hasta la mínima oportunidad morirá para nosotros" Le acarició el rostro con ternura, bajando la voz "No quiero perderte otra vez"
Hubo un largo silencio, los ojos de Dalila temblaron entre la razón y el deseo, entre el miedo y la esperanza. Finalmente, habló, con el corazón latiendo a contratiempo.
"Puedo darte una oportunidad, pero con condiciones" Su tono se volvió firme, casi militar "No puedes coquetear con otras mujeres, debes serme fiel y comportarte como mi marido, pertenecer solo a mí"
Julio la miró con mezcla de asombro y admiración, aquella mujer, fuerte y pequeña, seguía imponiéndose, una sonrisa se dibujó en sus labios.
"De acuerdo… Acepto tus condiciones. Pero hay algo más, Dalila…" dijo acercándose "Tú también serás solo mía. Y no puedes rechazar mis muestras de cariño"
Dalila lo miró, y en sus ojos brilló algo que no quiso esconder más, si él supiera cuánto lo amaba, cuánto había esperado este momento…
"Te lo prometo, Julio" susurró "Pero tengo una condición más: no interferirás en mi trabajo"
Julio abrió la boca para replicar, pero ella alzó una ceja, y el gesto fue suficiente para detenerlo y terminó sonriendo, divertido, vencido por completo.
"De acuerdo, señora Mars. No interferiré en su trabajo" Su voz bajó de tono, más suave "Pero hay algo que no puedo negociar"
Dalila lo miró con curiosidad "¿Y qué es eso?"
"Que vivas en la mansión y dormir juntos" Dio un paso mas, apretando en sus brazos alrededor del cuerpo de Dalila, tan cerca que ella sintió su respiración "Si vamos a empezar de nuevo, será bajo el mismo techo, compartiendo la misma vida"
Antes de que pudiera responder, Julio la besó con delicadeza, apenas un roce que la dejó sin aire.
Dalila lo miró, aturdida, el corazón golpeándole el pecho, no dijo nada, solo asintió, con una sonrisa que mezclaba nervios, alivio y esperanza.
"¿No te vas a trabajar?" preguntó Dalila, aún algo avergonzada por estar entre los brazos de su esposo.
Julio sonrió, esa sonrisa que desarmaba hasta la voluntad más firme, y la besó una vez más, breve, pero intenso.
"Sí, ya me voy… pero tú no" Su voz, aunque suave, dejaba entrever el miedo que lo rondaba "No quiero regresar y no encontrarlos aquí"
Dalila frunció los labios en un puchero adorable, tratando de mantener la compostura "Está hablando con una oficial del ejército, señor Mars. Yo tengo palabra"
Julio soltó una leve carcajada "Qué orgullo de esposa tengo. De sargento a oficial, felicidades hermosa"
Sus ojos se oscurecieron un poco, sinceros y protectores "No es una amenaza, pero si no los encuentro cuando vuelva, no me importará revolver toda la ciudad"
Dalila negó con la cabeza, sonriendo ante su dramatismo "Puedes ir a cambiarte. Yo iré a buscar a nuestro hijo"
Julio asintió con obediencia fingida, la miró una vez más y subió las escaleras.
Dalila lo siguió con la mirada por unos segundos antes de dirigirse a buscar a su hijo. La mañana estaba tibia, y el aroma de las flores recién regadas llenaba el aire.
Una empleada se le acercó con amabilidad "Señora, el pequeño Aron está en el jardín"
Dalila agradeció con un gesto y caminó hacia allí. Lo vio sentado en el césped, entretenido con unos juguetes.
Al percibir su sombra, el niño levantó la mirada "¿Ya nos vamos mami?" preguntó con cautela y con esperanza de que su papá la hubiese convencido de quedarse.
Dalila se agachó hasta quedar a su altura, le tomó las manitos y le besó las mejillas con ternura "No, mi amor" dijo con una sonrisa dulce "Nos quedaremos un tiempo con tu padre"
El niño sonrió, abrazándola con fuerza, mientras el sol, cómplice, bañaba a ambos en su luz dorada.
A lo lejos, desde la ventana del segundo piso, Julio los observaba en silencio, una leve sonrisa se dibujó en su rostro, bajó las escaleras.
Vestía su impecable traje gris oscuro, cada paso resonaba firme sobre el mármol, reflejo del hombre seguro, dominante e inquebrantable.
Dalila y Aron lo esperaban, ella, aún con el vestido celeste que tanto había encantado a todos en la casa, lo miraba con una mezcla de respeto y distancia.
Aron, por su parte, jugaba con la mano de su madre mientras observaba con admiración a su padre.
"Te ves muy guapo, papá" dijo el niño con una sonrisa amplia.
Julio se inclinó para quedar a su altura, le despeinó el cabello y sonrió "Gracias, campeón. Cuida a tu mamá mientras yo no estoy, ¿de acuerdo?"
"Prometido" respondió el pequeño, alzando la mano como un soldado.
Dalila los observó, y por un instante, el corazón le tembló en el pecho. Esa imagen de padre e hijo le encantaba.
Julio se enderezó y la miró a ella "Vuelvo antes del anochecer. Si necesitas algo, solo ordena, todos aquí están para atenderte"
"No te preocupes, Julio" respondió Dalila con voz tranquila, aunque su mirada esquivaba la de él.
Julio se acercó un poco más, la observó de cerca, tomó su mano y le dio un beso suave sobre los nudillos "Pórtense bien los dos, mas tarde iremos a celebrar su ascenso hermosa" dijo Julio, esforzándose por sonar natural.
Dalila sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, pero se mantuvo firme "Lo intentaremos, señor Mars" replicó ella con un toque de ironía.
Julio soltó una leve risa y se inclinó para darle un beso en la mejilla, luego, abrazó a Aron una vez más y se dirigió a la puerta.
El chofer ya lo esperaba con el auto encendido. Antes de subir, Julio se volvió para mirarlos, madre e hijo de pie en la entrada, envueltos por la luz de la mañana.
Dalila alzó una mano en despedida, y Aron, entusiasmado, gritó "¡Chao, papá!
Rocío de tu noche loca con Samuel hubo consecuencia porque así estarían que no se cuidaron y hasta se te olvidó la pastilla de emergencia no te preocupes hoy verás al padre de la criatura como reaccionarán los dos cuando se vean 🤔🤔🤔🤔❓❓❓
Se acordarán de lo que hicieron 🤔🤔🤔❓❓❓