Josh es un joven psicólogo que comienza su carrera en una prisión de máxima seguridad.
¿Su nuevo paciente? Murilo Lorenzo, el temido líder de la mafia italiana… y su primer amor de adolescencia.
Entre sesiones de terapia peligrosas, rosas dejadas misteriosamente en su habitación y un juego de obsesión y deseo, Josh descubre que Murilo nunca lo ha olvidado… y que esta vez no piensa dejarlo escapar.
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Capítulo 6
Josh miró por la ventana del apartamento, los dedos apretando el borde del alféizar. La avenida estaba **paralizada** — un mar de gente bloqueando la calle, carteles alzados, gritos resonando. Una protesta masiva.
— *Mierda.*
Cogió el móvil, tecleando rápidamente:
**"No voy a poder llegar al instituto hoy. Protesta bloqueó todo. Avísale a Murilo."**
La respuesta del jefe llegó en segundos:
**"Ya mando a la Dra. Vanessa en tu lugar. Cuídate."**
Josh debería haberse sentido aliviado. Pero algo pesó en su estómago.
**Instituto Psiquiátrico
La puerta se abrió. Murilo alzó los ojos, la sonrisa lista para recibir a **Josh** — pero se congeló al ver a la mujer de bata blanca entrando.
— *¿Dónde está el doctor Josh?* — Su voz era lisa, pero el aire en la sala se volvió instantáneamente más pesado.
La Dra. Vanessa se sentó, ignorando el tono de él.
— *Él no pudo venir hoy. Yo voy a ser su terapeuta sustituta. ¿Está bien?*
Murilo no respondió.
Sus dedos, esposados a la mesa, se contrajeron levemente.
La Dra. Vanessa abrió la carpeta, intentando iniciar la sesión:
— *Entonces, Murilo, vamos a hablar sobre—*
— *Me encanta su bolígrafo.* — Murilo cortó, los ojos fijos en el objeto plateado en la mano de ella.
Ella parpadeó, sorprendida.
— *Ah… gracias. Es de mi graduación.*
Murilo **sonrió**.
Y entonces — **CRACK.**
Las esposas se partieron como si fueran de plástico.
Antes de que la Dra. Vanessa o los guardias reaccionaran, él **arrancó** el bolígrafo de la mano de ella y —
**ESTALLÓ.**
La punta afilada perforó la palma de la mujer, clavándose en la carne.
— **¡AAAAAH!**
Los guardias reventaron la puerta, armas en puño, pero ya era tarde.
Murilo sujetaba a la Dra. Vanessa por el pelo, el bolígrafo ahora **enterrado en el ojo izquierdo de ella**, sangre escurriendo en hilos gruesos por el rostro.
— *Él prometió que vendría.* — Murilo susurró, casi triste, mientras la terapeuta gritaba. — *Y a Murilo no le gustan las mentiras.*
Los guardias avanzaron, táseres y bastones, pero Murilo ya había soltado a la mujer, sentándose nuevamente como si nada hubiera pasado.
— *Díganle al doctor Josh* — dijo, lamiendo la sangre del bolígrafo antes de devolverlo a la mesa, — *que mañana lo espero **a él**. Y solo a él.*
La Dra. Vanessa se desplomó en el suelo, llorando, mientras los guardias la arrastraban hacia fuera.
Murilo se quedó solo en la sala, mirando hacia la pared donde el reloj marcaba **10:15**.
*Josh había roto la promesa.*
Y ahora, él aprendería lo que sucedía con quien decepcionaba al **Diablo Listo**
El teléfono de Josh vibró en el desayuno. Era el Dr. Álvaro.
— **"Josh, tienes que venir hoy."** La voz del supervisor estaba tensa, cortante. **"Murilo... él atacó a la Dra. Vanessa. Le perforó la mano con un bolígrafo y casi le arranca el ojo."**
Josh casi derramó el café.
— **"¡¿QUÉ?!"**
— **"Se puso furioso cuando no apareciste. Dijo que tú *prometiste*."** Álvaro hizo una pausa. **"Josh, mañana *tienes* que estar aquí. Por el amor de Dios."**
Josh tragó saliva.
— **"Yo... yo voy. Mañana estaré ahí."***
Esta vez, no había protestas. Nada impidió que Josh llegara. Se arregló rápido, los ojos posándose en la **última rosa** que todavía estaba encima de la cama. La cogió, decidido a usarla como pieza en el juego psicológico que estaba jugando.
Al entrar en la sala, Murilo ya estaba allí – pero diferente de antes. Ahora, estaba **amarrado con un chaleco de fuerza**, sentado en una silla reforzada, las muñecas presas por esposas de metal.
— **"Usted prometió que estaría aquí ayer."** Murilo habló bajo, pero cada palabra pesaba como un ladrillo.
Josh se sentó, manteniendo la postura profesional, pero su corazón latía rápido.
— **"Lo sé. Lo siento, Murilo."**
Sin pensar, estiró la mano y tocó el rostro de Murilo, un gesto casi instintivo de consuelo.
*Peor error posible.*
Murilo **sonrió**, lento, como un gato que finalmente consiguió lo que quería.
— **"Está bien. Yo perdono."**
Josh retiró la mano rápidamente, como si hubiera tocado fuego. No sabía si aquel contacto estaba permitido, pero algo en la reacción de Murilo lo dejó aún más alerta.
— **"Vamos a empezar la sesión."** Josh respiró hondo y entonces **alzó la rosa**, mostrándola. **"Sabes lo que es esto, ¿verdad?"**
Murilo miró la flor, después a Josh, los ojos brillando con diversión.
— **"Sí. Una rosa."**
— **"Están apareciendo en mi casa. Encima de mi cama."** Josh se inclinó hacia delante. **"¿Esto tiene algo que ver contigo, Murilo?"**
Murilo mantuvo el silencio por algunos segundos, entonces dio una sonrisa amplia, casi inocente.
— **"¿Y si lo tiene, doctor Josh? ¿No le gustó?"**
Josh sostuvo la mirada de él, intentando no mostrar miedo.
— **"No. A mí *me encantan* las rosas."**
Murilo rió, un sonido bajo y peligroso.
— **"Qué bueno. Porque a mí me encanta *dar* rosas."**
El silencio que se siguió fue cortante. Josh sabía que aquello no era un regalo.