El Diablo que Me Ama

El Diablo que Me Ama

Capítulo 1

Josh Liri, respiró hondo mientras miraba la puerta cerrada. Su primer paciente estaba al otro lado.

Y no era un paciente cualquiera.

Era él: Murilo Vitelli, el temido líder de la mafia italiana, capturado tras años de investigaciones. Un hombre que comandaba imperios del crimen con un gesto de la mano, que hacía temblar a los hombres solo con oír su nombre. Y ahora, por orden judicial, estaba allí, sentado en la sala de espera, listo para comenzar sus sesiones de terapia.

"¿Por qué yo?" El pensamiento martilleaba en su mente mientras apretaba el bolígrafo entre los dedos. Ni siquiera se había graduado, solo estaba en la práctica, y ya le habían puesto el peor de los casos en sus manos.

La secretaria lo miró, preocupada.

—Está esperando, Josh.

—Lo sé. — Josh tragó saliva, levantándose despacio.

Camino a la sala de espera, su corazón latía tan fuerte que temía que Murilo pudiera oírlo. Cuando abrió la puerta, allí estaba él: elegante, vistiendo un traje impecable, como si no estuviera bajo custodia. Sus ojos oscuros se fijaron en Josh, y una sonrisa lenta surgió en sus labios.

—Hola, señor Murilo. — Josh intentó mantener la voz firme.

—Tú eres mi psicólogo nuevo. — La voz de Murilo era suave, casi seductora, pero cargada de una peligrosa autoridad.

—Sí. Claro, estoy aquí para ayudarlo.

Murilo inclinó la cabeza, examinando al joven terapeuta como un depredador estudiando a su presa.

—Me encantará tener su ayuda. — Él sonrió, y Josh sintió un escalofrío.

—La sesión no empieza hoy, solo mañana. Hoy solo vine a presentarme.

—Ah, qué pena. Estaba ansioso. — Murilo cruzó las piernas, relajado. — ¿Cuál es tu nombre?

—Josh. Josh Liri.

—Doctor Josh. — Murilo rió bajito. — Y es muy lindo.

Josh sintió el rostro arder. Aquello no era profesional. Nada en aquella situación lo era.

—Gracias. Creo que nos llevaremos bien. — Mentira. Ya sabía que aquel sería el peor caso de su vida.

Antes de darse la vuelta para salir, Murilo lo llamó nuevamente:

—Hasta mañana, doctor.

Josh no respondió, solo salió de la sala y fue a su apartamento.

Josh cerró la puerta de su apartamento y dejó caer la carpeta pesada sobre la mesa de la cocina. Sus dedos temblaban levemente mientras abría el archivo, como si aquellas hojas pudieran quemar su piel.

Nombre: Murilo Vitelli

Edad: 25 años

*Historial Psicológico:* Inteligencia por encima de la media, diagnóstico de psicopatía, comportamiento manipulador extremo.

*Notas Adicionales:* Conocido como "El Diablo Astuto". Responsable de la internación y suicidio de 4 terapeutas anteriores.

*Crímenes Estimados:* Homicidios directos e indirectos – más de 500 víctimas.

*Afiliación:* Líder de la mayor facción de la mafia italiana en el país.

Josh cerró los ojos por un segundo, intentando procesar lo que estaba leyendo. ¿Cómo diablos esperan que yo lidie con esto? Él era solo un estudiante en práctica, un chico de 18 años que mal sabía dónde estaba pisando.

Su teléfono vibró. Era un mensaje del supervisor:

"Josh, fuiste elegido porque Murilo solo aceptó sesiones contigo. No sabemos por qué. Ten cuidado."

La sangre se heló en sus venas. ¿Él me eligió? ¿Por qué?

Josh volvió a mirar la foto de Murilo en el archivo. Aquella sonrisa fría, los ojos que parecían verlo todo. No estaba lidiando con un paciente común. Estaba lidiando con un depredador que ya había destruido a profesionales mucho más experimentados.

—Mierda... — Josh murmuró, frotándose el rostro.

Su notebook estaba abierto, y él tecleó rápidamente: "¿Cómo lidiar con pacientes psicópatas manipuladores?"

Los artículos científicos no ayudaban mucho. "Mantenga límites claros. No se deje involucrar emocionalmente. Nunca revele información personal."

Fácil decirlo. Difícil hacerlo cuando el paciente era un maestro en leer personas.

Josh respiró hondo y comenzó a anotar un plan:

*No demostrar miedo.* (Imposible.)

*Controlar las sesiones, no dejar que Murilo domine.* (¿Cómo?)

*No caer en los juegos mentales de él.* (Él ya había derribado a cuatro terapeutas.)

El teléfono vibró de nuevo. Esta vez, un número desconocido.

Josh dudó antes de contestar.

—Doctor Josh. — La voz del otro lado era suave, casi un susurro. Era él.

—¿Cómo consiguió este número? — Josh intentó sonar firme, pero su voz falló.

Murilo rió bajito.

—Eres tan joven... tan puro. — La palabra salió como un elogio venenoso. — Estoy ansioso por nuestra sesión mañana.

—Las sesiones tienen horario marcado, Murilo. Esto no es profesional.

—Ah, pero nunca fui muy fan de las reglas. — Una pausa calculada. — Leyó mi archivo, ¿no es así?

Josh se quedó en silencio.

—Sé que sí. — Murilo continuó, casi divertido. — Y ahora está ahí, intentando descubrir cómo no acabar como los otros.

—¿Qué quiere? — Josh preguntó, los dedos apretando el teléfono.

—Solo quería avisarle... — La voz de Murilo se hizo más baja, casi íntima. — Ya es mi favorito.

La llamada se cortó.

Josh se quedó parado, el corazón latiendo como un tambor.

Él no estaba preparado.

Y Murilo lo sabía.

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