Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, el hombre con quien debe casarse, es tan frío como enigmático.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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Una llamada que sale encontra.
Me levanto molesta y le arrebato mi celular molesta.
—Quien te dió permiso de agarrar mis cosas.
Muy molesta busco su celular, lo veo en la mesa de su lado y voy por el, intento desbloquearlo pero tiene no sé cuánta seguridad.
—Desbloquealo que lo revisaré.—Le digo y me enoja que se ría cruzandose de brazos.
—Imbecil.—Le digo y lo aviento en la cama pero este rebota y por más que quiero agarrarlo termina en el suelo.
Lo recojo limpiandolo y tengo a Sebastián arrebatandomelo.
—Ya te vengaste.
—¿que? Eso no cuenta.—Le digo caminando al baño, cierro con seguro y miro mi celular notando que está en la conversación con uno de mis amigas de la escuela.
—Me pregunta como estoy y como me está yendo con el viaje que hice.—Siento un alivio por qué es como si me preguntara por este viaje, por último dice cuidate Camila.
Me aseo y salgo por ropa, regreso para cambiarme rápido.
Me pongo un pantalón de mezclilla y una blusa blanca encajada.
Salgo para amarrar mi cabello en una cola alta, medio me maquillo, escucho un ruido y salgo viendo a un señor bajando el cartel, Sebastián le paga y lo veo entrar al baño.
Me siento respondiendo los mensajes, cierro mis redes sociales.
Abro la última conversación con Carina y me acuerdo que cuando regrese pediré el celular de mi hermana, eso y el diario a cabio de lo que tanto quieren.
Dinero.
La empleada que no había visto en la cocina me dice que está listo el desayuno.
Me acerco para tomar jugo y fruta picada.
—Señor hoy en la tarde llega el cerrajero.—Dice el señor con el cartel en la mano.
—Bien.—Se limita a decir Sebastián.
El no come nada y salimos de la casa, abordamos el carro, nos lleva de regreso al barco de ayer.
—Mejor me hubiera quedado tengo cosas que hacer como para ver cómo otros trabajan segun.—Le digo y el mira la hora en su reloj.
— Y bien ¿quien es Camila?
— Es mi segundo nombre.
—No lo creo.—Me dice serio.
—No me interesa si me crees o no, no me conoces en lo más mínimo.....
Me da un beso que no esperaba.
—Mira imbécil.....
No termino de hablar ya que me calla con otro.
El carro se detiene y no termino de procesarlo, el se baja y me hace señas que baje.
Bajo y estoy por reclamarle cuando llega su amigo Gabriel.
—Es tarde creímos que no llegarían y era comprensible.
—Si como no.—Le digo y este saca un pañuelo.
—Tu esposa te dejo manchado de su labial. —Dice y Sebastián continúa caminando, en el camino saca su pañuelo con el que se limpia.
Pasamos el muelle y me ayuda a subir.
La mujer de ayer está con un sombrero enorme y su hermano Ian está a su lado.
Sebastián me ofrece una silla para que me siente, y así lo hago, Gabriel toma asiento enfrente y Sebastián a mi lado.
Empiezan hablar de negocios y ella no deja de ver a Sebastián, ni de sonreírle, cuando miran los papeles ella se acerca demasiado a el.
Saco mi celular y alrededor de dos horas Marisol ordena que traigan la comida.
Traen pura comida de mar.
Odio la comida de mar.
—Carina come.—Me dice Gabriel.
—Vamos niña come, ¿o te encargo una ensalada o está a dieta?, las jóvenes de ahora se matan de hambre.—Dice Marisol.
—Gracias señora, pero mi genética es así, como de todo y parece que hago dieta.
—No soy señora.—Me dice sería.
—Tampoco yo soy una niña.
—Carina podemos pedir otra cosa—Interrumpe Gabriel.
— No gracias.—Le digo y les amargué la comida, ya que nadie come ya, ella ordena que levantén todo.
Siguen con su trabajo y yo me levanto de la silla, me sujetan de la mano y es Sebastián.
—¿A dónde vas?
—¿Estoy secuestrada o algo parecido?
Le digo y me advierte con la mirada.
—Casi me quedo pegada a la silla, iré a tomar aire.
El me suelta y camino subiendo al tercer piso del crucero, hay camastros y me acuesto en uno cierro los ojos pero una sombra me cubre.
—Hola.—Me saluda Ian.
—Hola.—Le respondo.
— Sebastián y mi hermana tienen otros asuntos que tratar.—Dice viendo a Gabriel que llega igual viéndonos.
Cierro los ojos y no se por cuánto tiempo me quedo dormida.
—Carina vamos.—Me dicen y veo a Gabriel inclinado frente a mi.
Me levanto y por la baranda veo hacía abajo a Marisol junto a Sebastián en el muelle, ella se despide de el con un beso en la mejilla.
Ian levanta su mano diciéndome adiós.
—Son amigos de años, estudiaron juntos.—Me dice Gabriel a un costado.
—No recuerdo haberte preguntado.
—Tu no pero tú rostro si.
Me dice y lo hago a un lado para llegar a la puerta y bajo las escaleras para el segundo piso y después llegó al primero.
En la entrada me topo con Sebastián.
—Ya iba por ti.
—¿Si ves esto?—Le pregunto señalando mis piernas.—Son mis piernas y como ves estoy perfectamente.
—¿Que ocurre?
—Quiero descansar.
—Nos vemos en la noche.
Dice Gabriel pasando a nuestro lado.
Salgo detrás de el y como ayer no está el carro, Gabriel sonríe cuando aborda el suyo y pasa frente a mi diciendonos adiós.
Suspiró cuando veo la moto de ayer.
Sebastián se acerca a mi y está vez el me pone el casco.
Se coloca el suyo y me ayuda a subir, me vuelvo a sujetar de su cintura.
Se detiene en la casa donde se estaciona y cuando bajo me quito el casco viendo otra vez el cartel.
Sebastián solo se quita su casco y entra a la casa, suspiro entrando y otra vez hay un caminó de pétalos rojos y velas, entro al cuarto y la sabana de la cama es color roja y los pétalos son blancos.
En la mesa de mi lado hay una botella de champagne con hielo eso quiere decir que fue apenas.
En la mesa del lado de Sebastián hay una caja de chocolate, el la agarra y lo vuelve a dejar en su lugar.
Le entrego el casco y me siento en la cama.
—¿Puedes darme el número de tu abuelo?
Le digo y el me da su celular con el número de su abuelo.
Copeo el número y lo miro de reojo este es mi momento, si a él le gusta revisar mi celular yo haré lo mismo, así a la otra lo piensa.
Rápido me meto a sus mensajes y no tiene tantas conversaciónes como crei.
La mayoría son con otra empresa y solo es sobre trabajo y papeleo.
Dalila diario le manda mensajes y hay unos que el no los ha abierto.Tiene uno que otro de sus padres y de Gabriel.
Me quita el celular de la mano.
Marco al número de su abuelo en mi celular y la llamada se conecta.
—¿Bueno?—Pregunto.
—Hola nieta,¿ya hay buenas noticias?
—No, de hecho le llamo para decirle que me regresaré hoy mismo.
—¿Por que? ¿Sebastián se ha portado mal contigo? Dímelo.
—Poco.—Le digo con la voz apagada y Sebastián voltea a verme sin saber de que hablamos.
—Tus padres vinieron hablar conmigo hoy, te daré la oportunidad de que tú elijas la cantidad que se les dará solo te pido a cambio que te quedes
Suspiro y es que es muy buena la negociación.
—Bien.
—Dejame hablar con Sebastián.
—Marquele a su celular por qué hoy lo descubrí revisando el mío.
—muy bien, cuidense o más bien no se cuiden, depende lo que hagan.
Dice y termino la llamada por qué se a que se refería.
Sebastián me ve con los brazos cruzados sobre su pecho y su celular suena, lo responde y solo contesta con un "aja".
Termina la llamada y deja su celular en la cama.
— ¿Así que no te prestó atención lo suficiente?—Me dice y abro los ojos con lo que dice.
—Yo no dije eso.
—Bien, hoy saldremos solo tu y yo.
—Quiero descansar.
—La que llamo para quejarse fuiste tu, mi buelo dice que tienen un trato.
Suspiro ya que siento que estoy en arena movedizas cada que intento salir solo me hundo más.
Yo crei que era la cuñada pero ahora dudo porque ella tenía ese trastorno.
.....mas...mas