En un pintoresco pueblo, Victoria Torres, una joven de dieciséis años, se enfrenta a los retos de la vida con sueños e ilusiones. Su mundo cambia drásticamente cuando se enamora de Martín Sierra, el chico más popular de la escuela. Sin embargo, su relación, marcada por el secreto y la rebeldía, culmina en un giro inesperado: un embarazo no planeado. La desilusión y el rechazo de Martín, junto con la furia de su estricto padre, empujan a Victoria a un viaje lleno de sacrificios y desafíos. A pesar de su juventud, toma la valiente decisión de criar a sus tres hijos, luchando por un futuro mejor. Esta es la historia de una madre que, a través del dolor y la adversidad, descubre su fortaleza interior y el verdadero significado del amor y la familia.
Mientras Victoria lucha por sacar adelante a sus trillizos, en la capital un hombre sufre un divorcio por no poder tener hijos. es estéril.
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Capítulo 6.
El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Victoria y doña María se prepararon para salir al hospital. La mañana estaba fresca y tranquila, pero el nerviosismo de Victoria era palpable. Caminaban juntas, y aunque el amor y apoyo de doña María le brindaba consuelo, la ansiedad la acompañaba, no se sentía preparada para esto, estaba nerviosa y ansiosa por saber qué pasaría.
—Recuerda, Victoria, todo saldrá bien —le dijo doña María, tomando su mano con ternura mientras caminaban hacia la parada de autobuses que las llevaría al hospital.
Al llegar, se dirigieron a la recepción para facturar. La espera fue breve, pero la inquietud de Victoria crecía a medida que el tiempo pasaba. Después de unos veinte minutos, su nombre fue llamado.
—Victoria Torres, adelante —anunció la recepcionista, y Victoria sintió que su corazón se aceleraba.
—Le tengo miedo a las agujas —le confesó a doña María, con su dulce voz temblorosa.
—No te preocupes, mi niña. Estaré contigo todo el tiempo —la animó doña María, sonriendo con cariño _Errs una niña muy valiente, solo será un pinchazo y listo _la ánimo la mujer mayor.
Entraron al área de laboratorio, donde una enfermera las recibió con una mirada que, aunque profesional, parecía juzgadora. Sin embargo, no dijo nada y le pidió a Victoria que tomara asiento. La enfermera se colocó guantes de látex y se acercó con una jeringa.
—Voy a tomar una muestra de sangre, ¿de acuerdo? —dijo, mientras le amarraba un torniquete en el brazo izquierdo.
Victoria sintió una punzada de miedo, pero se esforzó por mantener la calma. La enfermera limpió el área con alcohol, localizó la vena y, con un movimiento preciso, introdujo la aguja. Victoria contuvo el aliento, sintiendo un pequeño pinchazo, y se sorprendió al darse cuenta de que no era tan malo ni tan doloroso como había imaginado.
—Listo, ya está —dijo la enfermera, retirando la aguja y colocando un algodón en el sitio—. Los resultados estarán listos mañana por la tarde.
_Gracias _agradeció, doña María.
Victoria asintió, sintiendo un alivio momentáneo, y junto a doña María, salieron en busca de la cafetería para comer algo antes de la ecografía. Media hora después, ya estaban en la sala de espera del consultorio de ginecología.
Victoria observaba nerviosa a las mujeres embarazadas que entraban y salían del consultorio, todas acompañadas de sus esposos, novios o madres. La felicidad que irradiaban la hizo sentir un poco más pequeña, pero el dulce apoyo de doña María la reconfortaba.
Finalmente, su turno llegó. Al entrar, saludaron a la ginecóloga, quien se presentó como Mónica Cruz, una mujer amable de unos cuarenta y tres años.
—Hola, soy la doctora Cruz. ¿Cómo están? —saludó, sonriendo.
Victoria y doña María se sentaron, y la ginecóloga comenzó a hacer las preguntas pertinentes. Victoria respondió con sinceridad mientras la secretaria anotaba todo.
Después de unos minutos, la doctora le pidió a Victoria que se pusiera una bata y le mostró el baño donde podría cambiarse. Su corazón latía desbocado mientras se preparaba. Al estar lista, salió y se subió a la camilla.
—Voy a explicarte el procedimiento, ¿de acuerdo? —dijo la doctora, notando la expresión de nerviosismo en el rostro de Victoria—. Te haremos una ecografía transvaginal para poder ver mejor y determinar el tiempo exacto de tu embarazo.
Victoria asintió, sintiendo que doña María la sostenía de la mano. La ginecóloga comenzó el procedimiento, explicando cada paso con paciencia. Mientras el transductor se movía, Victoria pudo observar la pantalla y ver algo muy raro, no entendía nada.
Sin embargo, de repente, la expresión de la doctora cambió, frunciendo el ceño por un momento.
—Hmm… —murmuró, concentrándose en la pantalla—. Parece que hay más de un saco gestacional aquí.
Victoria sintió que su corazón se salía del pecho.
—¿Qué significa eso? —preguntó, con la voz temblorosa y luego miró a doña María.
La doctora la miró con seriedad, pero también con una suave compasión.
—Victoria, tengo que decirte que no tendrás un bebé… tendrás trillizos, tres bebés.
Las palabras resonaron en la habitación, y Victoria sintió que el mundo se detenía a su alrededor. La noticia la impactó, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, una mezcla de amor, incertidumbre y miedo invadiendo su corazón.
_¿Tres? _preguntó, Victoria con la voz temblorosa.
—Sí, Victoria, tres bebés. Tienes exactamente ocho semanas de embarazo —continuó la doctora, mientras le daba indicaciones sobre los cuidados especiales que debería tener por tratarse de un embarazo múltiple.
Victoria asintió, sintiendo que la realidad la envolvía. Doña María la miraba con ternura, y a pesar de la sorpresa, una parte de ella también se sentía emocionada. Sabía que el camino sería difícil, pero el amor que sentía por esos pequeños seres que estaban por llegar era innegable.
La doctora le explicó sobre la importancia de llevar una dieta adecuada, asistir a chequeos regulares y cuidar de su salud. A medida que la información fluía, Victoria se sintió un poco más segura, aunque aún con miedo, oero sabiendo que no estaba sola en esta nueva aventura.
Después de la consulta, Victoria salió del consultorio con el corazón lleno de emociones encontradas, sabiendo que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que nunca había imaginado. Pero, con la valentía que había comenzado a descubrir en sí misma, estaba decidida a enfrentar lo que viniera de ahora en adelante.
_Tres bebés, voy a tener tres hijos, doña María _dijo como si aún no lo creyera y María la abrazó con ternura.
_Sí, tendré tres nietos más.