Bruja, Rompe La Maldición.

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Al terminar la reunión con los representantes de los reinos, la princesa se retiro de inmediato, ya que, algunos de los hombres presentes, insistían en invitarla a comer, con obvias intenciones, porque por lo visto, sin importar el tiempo y lo que se sabe de la familia Chevalier, los hombres siguen actuando como tontos, ignorando un detalle letal. Elias al verla salir, se acerco para indicarle que, si ella desea ir a alguna parte, él esta disponible para guiarla.

—solo volveré a la mansión Ashbourne, su excelencia prometió un paseo a caballo.— sigue caminando.

—¿que?, ¿en serios Eldritch le prometió un paseo?— Elias se sorprende, sabe que su primo suele ser poco sociable.

—así es, y no pienso desaprovechar la oportunidad.— responde la albina.

—e-entonces adelante, la llevaré de regreso a la mansión.—

El viaje en auto fue rápido, al llegar a la residencia, Elias le dice a los sirvientes que la princesa deseaba pasear a caballo, por lo que ordena que preparen dos porque la acompañará.

—alteza, su excelencia no esta en casa, no podemos sacar a los caballeros sin su permiso.— interviene el mayordomo.

—estoy dando la orden yo, ¿no es eso suficiente?— pregunta con molestia.

—no lo es, usted no es el señor de esta casa.— interrumpe la albina.— su alteza se toma atribuciones que no debe.

Elias no esperaba que la princesa reaccionará de esa manera, pues él solo quería darle el gusto de pasear a caballo.

—solo trato de darle un estancia cómoda, princesa.— se excusa nervioso.

—¿dando órdenes en casa ajena?— frunce el ceño.— esperaré el regreso de su excelencia, regrese al palacio, no hace falta su guía.

La albina no se queda a escoltar excusas del príncipe, solo camina cruzando el vestíbulo para después salir al pasillo rumbo al área de invitados. Elias por su parte, se ha quedado pasmado por el rechazo de la princesa, así que, cuando reacciona y sube al auto, este muestra su enojo golpeando el asiento.

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Eldritch regreso también a la mansión y el mayordomo no demoro en informar lo sucedido, cosa que al archiduque le molesto, ¿como se atreve ese inútil a querer dar órdenes en su casa?, el rey lo escuchara, Elias no puede mandar en su casa solo por ser el príncipe heredero.

—envié un mensaje al rey, dígale que deseo una reunión privada.— le ordena al mayordomo.

—así lo haré alteza.— el mayordomo estaba gustoso de enviar ese mensaje, el príncipe heredero merece un buen regaño.

Eldritch camina por los pasillos, molesto por el atrevimiento de Elias, si bien cuando el verdadero Eldritch estaba vivo permitía tal falta de respeto, en su presencia jamás lo permitirá, como el emperador que fue, tiene orgullo y nadie desafiara su autoridad, menos en su propia casa.

—su excelencia ya debe de haberse enterado del incómodo incidente con el príncipe heredero.— interrumpe la princesa.

Eldritch detiene sus paso al escuchar la voz de la chica y voltea para encontrarla sentada en una banca del pasillo.

—lamento el mal momento que debió pasar con ese mocoso intentando hacer su voluntad.— responde el archiduque.

—nada que no pueda manejar, le deje en claro, que el paseo fue acordado con usted, no con él.— la albina se pone de pie y sostiene el brazo del archiduque.— lo estaba esperando, ¿podemos ir ahora?

Eldritch no esperaba esa cercanía de parte de la princesa, por suerte, el lleva guantes y con el traje, se evita un contacto directo, ya que la maldición solo funciona cuando toca directamente la piel.

—por supuesto, el atardecer es perfecto para el paseo.— responde y empieza a caminar de nuevo.

Ambos llegaron a los establos, donde Eldritch le pide a los sirvientes que preparen dos caballos y al estar listos, la albina sube a uno sin necesidad de ayuda. Eldritch sube al suyo, para así empezar a avanzar por el campo de la propiedad, la princesa tira de las riendas para hacer que el caballo corra a gran velocidad, siendo seguida por el duque, por suerte, aun es bueno cabalgando y tras avanzar lo más lejos de la mansión, la albina se detiene.

—no imaginaba que su alteza fuera tan hábil con el caballo.— expresa Eldritch.

—en mi familia todavía se enseña a andar a caballo, supongo que la costumbre...— responde la chica.

—es un buen pasatiempo en esta época.— de los llamados autos no se queja, son más rápidos y efectivos para viajes largos.

La albina baja del caballo, así que Eldritch hace lo mismo, atando a su caballo a un árbol cercano.

—escuche sobre su maldición, y que solamente la santa puede tocarlo.—

—así es, su don divino evita que sea afectada, aunque no puede deshacerse de la maldición, solo una bruja podría.— responde el chico.

—la maldición, ¿en que consiste?, dicen que solo la santa puede tocarlo, pero, yo sostuve su brazo...— pregunta con curiosidad.

—eso es porque tengo la ropa.— le muestra ambas manos en las cuales lleva guantes.— el toque debe de ser directamente en la piel, pero solo afecta a las mujeres, si la toco, se absorve su energía vital hasta que su cuerpo se marchite.

La albina observa las manos del duque, en efecto, desde que lo conoció, lo ha visto llevar los guantes, pero no creyó que fuera por la maldición de la que todos hablan.

—interesante...quiero probarlo.— responde con emoción.

Sujeta la muñeca del duque e introduce los dedos en el guante, tocando la palma de la mao directamente con la yema de sus dedos, esto hace estremecer a Eldritch, era un simple roce, pero le causo un cosquilleo en el cuerpo, en cierto modo, parecía un acto erotico, siente como dos dedos de la joven albina, acarician su palma con delicadeza, pero, cuando reacciona intenta apartar la mano, pero, la albina tiene fuerza suficiente para evitar que se aparte.

—detengase, es peligroso...— insiste usando su mano libre para apartar la mano ajena.

La albina solo deja escapar un suspiro, sintiendo un cosquilleo en su cuerpo mientras su energía era drenada de su cuerpo, así que le quita el guante y entrelaza sus dedos con los ajenos para no soltarlo mientras deja escapar un leve jadeo.

—increíble...mi cuerpo se estremece...—

Eldritch se queda pasmado al ver la expresión de la albina, su respiración se agitaba y jadeaba como si estuviese en un acto erotico, lo cual hizo al archiduque estremecer, hasta que reacciona y logra apartar la mano de la albina para colocarse de nuevo el guante.

—¿q-que le pasa?, eso es peligroso...— reclama enojado.

La albina se relame los labios.—¿peligroso?, no...fue excitante...esa forma en la que mi energía es drenada me encanta.— sonríe ladina.

Eldritch no podía creer lo que escuchaba, esa mujer ante él acaso estaba, ¿excitada?, sus expresiones y palabras lo hacían parecer que sí. Era una locura.

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