Valeria pensaba que la universidad sería simple, estudiar, hacer nuevos amigos y empezar de cero. Pero el primer día en la residencia estudiantil lo cambia todo.
Entre exámenes, fiestas y noches sin dormir, aparece Gael, misterioso, intenso, con esa forma de mirarla que desarma hasta a la chica más segura. Y también está Iker, encantador, divertido, capaz de hacerla reír incluso en sus peores días.
Dos chicos, dos caminos opuestos y un corazón que late demasiado fuerte.
Valeria tendrá que aprender que crecer también significa arriesgarse, equivocarse y elegir, incluso cuando la elección duela.
La universidad prometía ser el comienzo de todo.
No imaginaba que también sería el inicio del amor, los secretos y las decisiones que pueden cambiarlo todo.
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5. Poniendo límites
El lunes amaneció con cielo despejado. Valeria cruzaba el patio y era imposible no darse cuenta de las miradas curiosas, los susurros apagados y alguno que otro cotilleo de los que siempre encuentran diversión en los problemas ajenos.
Lucía caminaba a su lado, masticando chicle y lanzando miradas fulminantes a cualquiera que se atreviera a cuchichear.
- “Respira, Vale. No mataste a nadie. Solo dijiste lo que muchos querían decir”, dijo Lucía con una sonrisa torcida.
- “Sí, pero parece que aquí nadie olvida” susurró Valeria, ajustándose la mochila.
- “Obvio, el drama vende más que cualquier clase de Derecho”, replicó Lucía.
Valeria soltó una risa breve, aunque tensa. La semana apenas empezaba, y ya se sentía como si estuviera en medio de un reality.
Avanzaron hacia el edificio principal, y Valeria intentó concentrarse en su horario, pero el estómago se le encogió al ver, a lo lejos, a Gael e Iker hablando con unos compañeros. No discutían, pero la tensión entre ellos era palpable.
- “Genial, justo lo que quería evitar”, murmuró Valeria.
- “Tranquila. Si te los cruzas, yo me interpongo. Tengo reflejos ninja”, bromeó Lucía, colocándose justo un paso adelante.
El plan duró poco, Gael giró la cabeza y la vio. No dijo nada, pero empezó a caminar hacia ellas.
- “Mierda, viene en modo protagonista”, susurró Lucía entre dientes.
Gael se detuvo frente a Valeria. La arrogancia seguía ahí, pero por primera vez no estaba acompañada de burla.
- “Podemos hablar”, dijo Gael serio. Valeria parecía aceptar con la mirada.
Lucía se alejó teatralmente:
- “Voy por café. Pero si esto termina en pelea, griten “galletas” y vuelvo”, comentó Lucía y se alejó teatralmente.
- “¿Hablar de qué?”, cuestionó Valeria.
“De lo que pasó. No fue mi intención”, empezó Gael.
- “¿Humillarme delante de todos?”, lo interrumpió ella, directa.
Él apretó la mandíbula.
- “No fue eso. Solo no sé cómo explicar que me molesta verte con él”, respondió Gael.
- “No tienes por qué hacerlo. No te debo explicaciones”, replicó Valeria.
Por un segundo, él pareció quedarse sin palabras.
- “Lo sé. Pero igual quiero entender por qué me importa tanto”, dijo Gael.
Valeria lo miró fijamente, sin sarcasmo, sin fingir.
- “Tal vez deberías empezar por entenderte tú antes de meterte en mis decisiones”, expresó Valeria finalmente.
Gael bajó la mirada, asintió, y se fue sin insistir.
Lucía regresó con dos vasos de café.
- “¿Y? ¿Drama o redención?”, preguntó Lucía.
- “Ninguna. Creo que fue raro”, dijo Valeria.
- “Eso es progreso”, respondió Lucía con una sonrisa cómplice.
Mientras caminaban hacia clase, Iker las alcanzó.
- “Valeria”, la llamó Iker con voz tranquila. “Lamento lo de ayer. No quise complicarte”.
- “Lo sé”, dijo ella, sincera. Él sonrió, aliviado.
- “Entonces, ¿amigos?”, preguntó Iker.
Lucía se metió en medio.
- “Depende. ¿Amigos tipo “te presto apuntes” o amigos tipo “te invito al cine y finjo que no es cita”?”, replicó Lucía, metiéndose en medio. Iker rió.
- “De momento, apuntes. Pero ya veremos”, respondió Iker.
Valeria lo miró divertida, sintió que podía respirar. Tal vez el desastre del comedor no había sido un final, sino el inicio de algo nuevo.
El timbre sonó y Valeria entró al aula de Derecho con los hombros tensos, tratando de ignorar la mirada de Gael y el guiño de Iker desde sus respectivos asientos. A su lado, Jimena no dejaba de susurrarle consejos inútiles sobre cómo “sobrevivir” a la combinación explosiva de los dos chicos.
- “Tranquila, Vale”, susurró Jimena. “Si Gael hace un comentario, míralo con desprecio. Si Iker sonríe, sonríele. Fácil”.
Valeria rodó los ojos. Fácil, sí. Como si fuera tan fácil ignorar la electricidad que parecía saltar en el aire cada vez que Gael respiraba cerca.
El profesor entró, repartiendo los casos prácticos de la semana. Valeria se sorprendió al ver que el grupo asignado era justo Gael, Iker y ella.
- “¿En serio?”, murmuró Valeria, entre dientes.
Gael levantó la mirada, gris y calculadora.
- “Parece que el universo quiere que trabajemos juntos”, comentó Gael, de manera suave, pero con un aire de desafío en su mirada.
Iker, por su parte, le lanzó a Valeria una sonrisa tranquilizadora.
- “Vamos a sobrevivir”, dijo Iker con tono ligero. “Yo traigo la lógica, tú traes la paciencia, y él… bueno, él traerá su ego”.
Valeria suspiró, sentándose entre los dos. Tomó su carpeta, intentando concentrarse, mientras Gael hojeaba los documentos con una rapidez casi irritante.
- “Tienes que leer más rápido”, comentó él sin mirarla.
- “Y tú tienes que hablar menos*, replicó ella, arqueando una ceja.
Iker soltó una risa suave, pero la tensión era palpable. Valeria podía sentir cómo cada mirada de Gael la desarmaba y cómo cada gesto de Iker la reconfortaba.
El problema del caso práctico era complicado, se trataba de un juicio simulado sobre un contrato de arrendamiento que había salido mal. Mientras Valeria organizaba sus notas, Gael se inclinó sobre su escritorio.
- “Mira, si quieres que esto funcione, necesitamos estrategia. Y no estoy diciendo que tú no sepas, pero confía en mí”, manifestó Gael.
Valeria lo miró, levantando una ceja.
- “¿Confía en mí? Ni siquiera sé si puedo confiar en que no arruines todo solo por demostrar que eres el mejor”, replicó Valeria.
Gael sonrió con esa arrogancia natural que parecía brillar incluso en un aula llena de gente.
- “Ese es el espíritu. Al menos no eres aburrida”, dijo Gael.
- “Podemos combinar fuerzas. Yo propongo estructura, Valeria creatividad y Gael bueno, que use su encanto estratégico”, intervino Iker.
Valeria tuvo que reprimir una risa. Encanto estratégico, eso podría definir a Gael de cierta manera retorcida.
- “Está bien”, dijo Valeria finalmente. “Pero una cosa advierto, si esto se convierte en otra competencia, yo me retiro”.
Los dos chicos asintieron, aunque en sus ojos se leía que la competencia apenas empezaba.
Mientras repartían las tareas del caso, Valeria sintió algo que no había sentido antes, control sobre la situación. No estaba siendo arrastrada por las tensiones externas. Podía marcar límites, decidir qué tolerar y qué no.
Cuando el timbre final sonó, Gael se inclinó hacia ella.
- “Buen trabajo hoy. Pero prepárate, esto solo es el inicio”, dijo Gael.
Iker la miró con una sonrisa franca.
- “Y yo estaré aquí para que no se vuelva un desastre total”, comentó Iker.
Valeria cerró su carpeta con un leve temblor de emoción. Entre risas contenidas y miradas desafiantes, entendió que la universidad no sería solo clases y apuntes, sería un campo de batalla emocional, y que ella debería estar lista para jugar.
