¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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Hermosa ropa interior
En mi segundo día del trabajo llegué muy temprano. Esperé como los demás empleados a que el joven llegará. En cuanto él llegó salí a recibirlo. Y me fui detrás de él como que tal yo fuera un guardaespaldas más.
— Felicidades Megan. Hoy si llegaste temprano.
— Buenos días joven Alejandro. Estoy a su disposición.
— Ya no estás altanera. Sírvame mi café y ya sabes cómo.
— ¿Cómo? Igual de azúcar que ayer. Pregunto para estar segura.
— Si. Pero yo me refiero vestida de maid.
— No otra vez. Por favor.
— Si no quieres vestirte como yo digo— se levantó y se puso frente mío— entonces sé mi amante.
— Ya me pongo el traje. Y le sirvo su café joven.
Rió a carcajadas.
— Esa cara tuya que pones me da risa. Hasta las orejas se te ponen rojas.
— Joven Alejandro no me moleste. Porque cuando lo hace me dan ganas de dormir en la calle.
— No puedes renunciar. Leíste bien el contrato. Únicamente solo yo te puedo despedir hasta que me aburra de ti.
— ¿Dónde decía eso?
— Leíste las letras diminutas. No verdad, pues ahí— subió su ceja.
— Esto es demasiado.
Di la media vuelta y fui a preparar el café. Cuando se lo llevaba, no se cómo me tropecé y la taza de café caliente cayó encima mío.
Alejandro corre a ayudarme.
— Quitate la ropa o se pegará a tu piel.
Ya el ardor y el dolor era suficientemente fuerte. Me quité la ropa de encima y quedé en ropa interior. Mi pierna derecha estaba colorada e se comenzaba a inflamar.
— Siéntate. Llamaré al doctor para que venga a revisarte.
Mientras tanto estaba sentada en el sillón en ropa interior, mi atención se centró en mi dolor.
Al cabo de 10 minutos llegó el doctor. Me revisó y puso una pomada. Alejandro me puso su cárdigan tapándome.
— Hermosa ropa interior pero tápate, ahora hasta el doctor vio lo que será mío.
Entre abrí grande los ojos y me tapé con más fuerza.
— Nunca dejas de molestar.
El doctor salió.
— Déjame ver tu pierna.
— No. No eres el doctor.
Tomó mi pierna y la vio.
— Es bastante lo que te quemaste. Ojalas no te quede cicatriz. Porque tienes un lindo color de piel.
— Mmmm.
— Ahora que te vi en ropa interior mi bestia salvaje te quiere— me acostó y se subió encima— Eres perfecta.
Lo empujé con fuerza y me levanté. El cárdigan se cayó. Él sonrió. Salí corriendo a ponerme mi ropa.
— Renuncio. No quiero más humillación.
— Ya no te molesto. Ya me divertí un rato y ahora toca trabajar. Puedes irte a casa y descansar. Procura no usar jeans ajustados porque se te puede adherir a la piel.
— Tomo tu palabra. Me voy.
Una hora después llegué al departamento. Me puse un short cortísimo y una camisa de tirantes, me quité el sostén. Me acosté en el sofa y sin darme cuenta me dormí.
~Alejandro~
Que chica más tonta. Ahora anda quemada. Ahora por su culpa esa imagen en ropa interior no sale de mi cabeza. ¿Cómo estará?
Me levanté y me fui a verla. Abrí la puerta con mi huella digital. Ya que la puerta estaba configurada con mi huella y con la tarjeta que le di a ella.
Veo la imagen más bella, esa imagen que seguramente no me dejara dormir durante muchas noches. Acostada en el sofá con un short que le podía ver hasta los glúteos y una camisa blanca ajustada a su torso, donde se dejaba ver la estructura de sus senos grandes. Vi todo menos su pierna. Me agaché y puse mis labios en sus labios apenas rozándose. Si veía de cerca sus labios eran algo carnosos y con una hermosa v pronunciada en su labio superior. Tenía unas pestañas que no necesitaban rimmel y unas pecas en su nariz que apenas se notaban. Ella era hermosa. Y como rendido a sus pies creo que cupido me flechó. Me encanta esta mujer. Es lo único que puedo decir.
Me fui del departamento y ella no se dio cuenta que estuve allí.