Valentina Rossi. Lo tiene todo: belleza, fortuna y un apellido que pesa más que el oro. heredera de un imperio empresarial, su vida parece más bien un cuento de hadas.
hasta que las amenazas en contra de su familia la obligan a aceptar algo que jamás imaginó: un guardaespalda personal que la siga a todas partes.
El es Gabriel Duarte, un hombre frío, reservado con un pasado que prefiere mantener en silencio. Su deber es protegerla, mantenerla a distancia y no involucrarse. Pero el carácter rebelde de Valentina, sus intentos de sacarlo de control, un chispa peligrosa que surge cada vez que se miran, lo hace que la línea entre la seguridad y el deseo comience a desmoronarse.
Entre lujos, intrigas familiares y enemigos ocultos que acechan en la sombra, Valentina descubrirá que el peligro siempre la asecha.
¿Podrá un guardaespalda endurecido por la vida, y resistir la tentación de enamorarse de la qué juró proteger? ¿O cederá, aunque eso signifique arriesgarlo todo?
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Duelo en soledad
Los periódicos llenaban sus portadas con la imagen de un hombre que parecía inmortal. Los canales de televisión repetían sin cesar la noticia, adornada con fotografía de gala, entrevistas pasadas y su inquebrantable rostro de acero.
Por dentro de mansión Rossi, la escena era otra: silencio, sombras, miradas apagadas. El cuerpo de Lucio había sido retirado al amanecer, y solo quedaba el olor a tabaco impregnado en las paredes de su despacho y el sobre de chantajes que nadie se atrevía a tocar.
Valentina fue la última en enterarse. Catherine había intentado ocultar la noticia unas horas, temiendo la reacción de su hija. Pero la joven lo supo. Cuando entró en el salón y encontró a todas la servidumbre reunida en murmullos y lágrimas contenidas. Nadie se atrevió a mirarla a los ojos hasta que Gabriel, siempre sobrio, se acercó y le dijo con voz grave.
-- Señorita Valentina... su padre ha muerto. --
A valentina el mundo se le derrumbó de un golpe. Sintió un frío recorrerle la piel, como si la vida se le hubiera convertido en un cristal roto bajo sus pies. Su padre, ese hombre imponente, severo y distante, había sido para ella tanto un juez implacable como un protector silencioso. Nunca supo expresarle su amor en caricias o palabras dulces, pero Valentina lo conocía: detrás de su dureza había un orgullo y una devoción por su hija que ninguna mirada externa podía negar.
-- No...no puede ser. -- Murmuró, Valentina tambaleándose.
Catherine intentó abrazarla, pero Valentina se apartó con brusquedad. En los ojos de su madre no había dolor puro, sino un temor frío, como si la tragedia fuese solo un obstáculo que debía manejarse con elegancia. Valentina lo notó de inmediato, Y eso encendió La chispa de su rabia.
Corrió hasta el despacho de Lucio, ignorando los intentos de Gabriel por detenerla. El sillón estaba vacío, pero aún tibio. El vaso de coñac permanecía intacto, con el ámbar brillando bajo la luz. Y en la mesa el sobre. Ese maldito sobre.
Lo abrió con las manos temblorosas y vió los documentos que habían de fraude, de negociaciones turbias, de todo aquello que su padre había intentado ocultar. La nota final: "Última advertencia. La caída es inevitable"
Las lágrimas comenzaron a nublarle la vista, pero no era lágrimas de simple tristeza. Eran lágrimas de fuego, ardor contenido que pronto se transformarían en furia.
Los siguientes días fueron una procesión de rostros hipócritas. La mansión se llenó de políticos, empresarios y viejos conocidos que llegaban a dar el pésame, vestido de negro y con palabras vacías en los labios. Todos hablaban de Lucio como un hombre admirable, "un titán de los negocios" Valentina lo escuchó desde la escalera, con el corazón hecho triza y la certeza de que muchos de esos mismos que lloraban la muerte en público habían sido quienes lo empujaron a su padre a la muerte.
Catherine, impecable como siempre, organizó el funeral como si fuera un evento social. La catedral se colmó de asistentes, flores blancas y periodistas con cámaras. Valentina vestida en un vestido negro de encaje, camino hasta el ataúd con paso firme. Cuándo tocó la madera pulida, no lloró. No derramó una sola lágrima frente a los demás. Su duelo era demasiado íntimo, demasiado ardiente como para compartirlo con la multitud.
Fue esa noche, sola en su habitación, cuando por fin se quebró. Gritó en silencio, golpeó Las paredes, destrozó un jarrón contra el suelo. No entendía Cómo el mundo seguía girando cuando el suyo se había detenido.
Y fue entonces, como siempre, que apareció Gabriel. No entro sin permiso, solo guardo en la puerta hasta que ella, con voz ruta, lo dejó pasar.
-- No puedo más... -- murmuró, hundiendo el rostro entre sus manos.
Él no intentó consolarla con frases vacías. Se limitó a sentarse a su lado, un pilar silencioso, una presencia firme que no necesitaba palabras. Valentina se aferró ese silencio como a un refugio.
Con el paso de los días, la tristeza comenzó a transformarse en algo más oscuro. Valentina descubrió que su dolor tenía rostro: los chantajistas, aquellos enemigos invisibles que habían perseguido a su padre hasta doblegarlo. La impotencia de un paso a una rabia fría, casi calculada.
Ya no era la niña encerrada en una jaula dorada. Ahora era la heredera de un imperio manchado por la sangre de su padre, Y. Estaba dispuesta a luchar.
-- No voy a dejar que se salgan con la suya. -- dijo Valentina una tarde, con los ojos ardiendo de furia, mientras Gabriel la observaba desde el otro extremo del salón.
Gabriel arqueó una ceja, sin responder.
-- Me han arrebatado a mi padre. Quieren arrebatarme todo lo que somos. Pero yo no pienso quedarme quieta. --
Gabriela miró en silencio durante un largo instante. Finalmente habló.
-- Si decides luchar, señorita, tendrás que estar dispuesta a ensuciarte las manos. El mundo en el que vivía su padre no perdona ingenuidades. --
Valentina sostuvo la mirada, respondiendo. -- Entonces enséñame. --
Fue el inicio de una transformación. Gabriel, que hasta entonces había sido solo un guardaespaldas contratado, comenzó a convertirse en algo más: un mentor, un guía. Le enseñó a observar detalles, a detectar mentiras con los gestos de los demás, a percibir los movimientos de las sombras que rodeaban a su familia.
La entreno en defensa personal, en cómo reaccionar ante una amenaza directa. Al principio Valentina se mostró torpe, pero acostumbrada al contacto físico real, su determinación la llevó a mejorar rápidamente. Cada golpe contra el saco de entrenamiento era un grito ahogado, en cada movimiento brusco descargaba su rabia que llevaba dentro.
-- El dolor no se supera llorando. -- le dijo Gabriel con voz firme Mientras ella practicaba.
-- Se supera convirtiéndolo en fuerza. --
Valentina lo entendió. Y lo aplicaba.
Valentina antes era conocida en los círculos sociales por su elegancia y rebeldía superficial, comenzó a mostrar un cambio radical. Sus gestos, se volvieron más firmes, su voz más decidida. En las reuniones de negocios. Donde antes solo era la presencia decorativa a lado de su padre, empezó a hablar. Y cuando lo hacía, nadie se atrevía a interrumpirla.
pero esa cancelación debe ser un hecho en la prensa directa
ahora valentina debe tener mucho más cuidado
con ese loco de Adrien
Entonces dale dónde más le duele a Gabriel 🤣 en el Orgullo. ☺️