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EL PRECIO DE MI MANO

EL PRECIO DE MI MANO

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad
Popularitas:6.5k
Nilai: 5
nombre de autor: N. Garzón

Abril es obligada a casarse con León Andrade, el hombre al que su difunto padre le debía una suma imposible. Lo que ella no sabe es que su matrimonio es la llave de un fideicomiso millonario… y también de un secreto que León ha protegido durante años.
Entre choques, sarcasmos y una química peligrosa, lo que empezó como una obligación se convierte en algo que ninguno puede controlar.

NovelToon tiene autorización de N. Garzón para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 9

Hoy sabía que sería un día tormentoso.

Literal y emocionalmente.

El cielo estaba oscuro, lleno de nubes que parecían listas para declarar guerra, y yo tenía que reunirme con León para escoger la comida de la boda. Qué romántico. Nada como elegir menú con un hombre que preferiría meterse en un corral antes que opinar sobre una ensalada.

Suspiré mientras manejaba, intentando convencerme de que todo saldría bien. A fin de cuentas, ya había elegido casi todo: el lugar —al aire libre, junto a un hermoso lago—, la fecha —a mitad de mes, cuando el atardecer era más naranja—, y la lista de invitados —la mayoría míos, porque León no tenía intención de invitar ni a su sombra.

Y también estaba el asunto del anillo de compromiso.

Johanna había insistido en que debía tener uno. Que era simbólico. Que ayudaba al vínculo. Que fortalecía la dinámica. Y yo, por mi parte, estaba encantada de ver la cara de fastidio de León cada vez que la terapeuta lo mencionaba.

Hasta ahora, él no lo había entregado. Y eso, sinceramente, me alegraba el alma.

Pero tenía la sospecha de que hoy pagaría por esa alegría.

Cuando llegué al salón de degustaciones, ya sabía lo que iba a encontrar.

Porque León siempre llega antes.

Siempre.

Es una necesidad suya, como respirar o gruñir.

Y sí, ahí estaba: apoyado contra la pared, serio como si lo hubieran obligado a posar para un cuadro de vaqueros millonarios. Me saludó con esa mezcla suya de altanería y obligación.

—Buenos días, Abril.

—Buenos días, León —respondí con el mismo nivel de entusiasmo que pondría para saludar a un cactus.

Ni un segundo después, extendió una mano hacia mí con una pequeña caja negra.

—Ten.

Me congelé. Literalmente dejé de respirar.

—No voy a quedarme todo el día con la mano estirada, Abril. Agárralo.

Tomé la caja con cuidado, sintiendo un nudo extraño en el estómago. La abrí.

Un anillo.

Rojo como un rubí, aunque se que es un diamante rojo, raro en el mundo.

Hermoso. Elegante. Impactante.

Demasiado bonito para haber sido elegido por él… según yo.

Y ahí estaba León, en silencio, con la mirada perdida en algún punto indefinido. Como si no quisiera pensar demasiado en lo que estaba pasando.

Justo en ese momento llegó Johanna, radiante como siempre, ni siquiera dando chance a saludar antes de acercarse a mirar el anillo.

—¡Qué precioso! —exclamó, maravillada—. Tienes buen gusto, León.

Él esbozó una media sonrisa que no supe interpretar.

No sarcástica.

No arrogante.

No amable tampoco.

Algo en el medio. Extraño.

—Bueno —dijo Johanna—, ¿qué esperan? Pónselo.

Yo levanté las manos al instante.

—No es necesario, Johanna…

—Sí lo es —insistió ella con esa sonrisa suave que escondía cero posibilidades de debate.

León suspiró, tomo la caja y el anillo.

Yo extendí mi mano izquierda, mintiéndome a mí misma diciendo que era solo un trámite.

Y entonces pasó.

Sus dedos tocaron los míos por primera vez.

Sus manos eran cálidas, firmes, con esa textura de alguien que ha trabajado la tierra pero no hasta endurecerla por completo. Eran opuestas a las mías, suaves y delgadas, marcadas por computadoras y cuadernos, no por cercas ni sogas.

Le colocó el anillo con una delicadeza que ninguno de los tres esperaba.

Johanna suspiró como si acabara de presenciar el nacimiento de un milagro romántico.

Yo tragué saliva.

Y León… León solo retiró la mano y carraspeó como si nada hubiera pasado.

—Bien —dijo Johanna alegremente—. ¡Primer símbolo del compromiso listo! Ahora, vamos a lo siguiente: la comida, el pastel… y después iremos a ver los anillos de matrimonio.

—¿Los qué? —preguntó León, frunciendo el ceño.

—Los anillos de matrimonio —repitió ella con paciencia—. Los necesitan para el día de la boda.

Yo sonreí.

Una sonrisa pequeña, maliciosa, completamente intencional.

—Tranquilo, vaquero. No te vas a desintegrar por usar un anillo.

Él me miró afilado.

—Tú tampoco, muñeca.

Johanna aplaudió suavemente, ignorando la electricidad entre nosotros.

—Perfecto. Y recuerden: la mayoría de los invitados serán de Abril, así que sería ideal que ambos participen un poco más en las decisiones.

León se cruzó de brazos.

—Estoy aquí, ¿no?

—Físicamente —respondí con sarcasmo—. Mentalmente no estoy tan segura.

—Tú tampoco ayudas —replicó sin perder el ritmo.

—Yo soy la única organizando esta boda, ¿cómo que no ayudo?

—Yo estoy pagando con mi futuro —dijo él.

—Y yo con mi paciencia —contesté.

Johanna intervino antes de que la discusión escalara.

—Muy bien, muy bien… ¡a degustar comida! Y luego, anillos. Uno más y terminamos por hoy.

Suspiré.

Esto iba a ser largo.

Larguísimo.

Pero por primera vez… sentí un pequeño cosquilleo bajo la piel.

No sé si era el anillo.

O su tacto.

O su maldita sonrisa contenida.

Pero algo estaba cambiando.

Y eso, sinceramente, me asustaba más que el mal clima.

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Gómez Martínez juaniss
🥰😍😍😍😍👏
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