¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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Soy su Maid
Tomé el Cosplay y me fui a a cambiar. No puedo creer que esté usando esto. No puedo salir así. Me sentía avergonzada. Los ricos son unos desquiciado y pervertido.
Salí. Alejandro no dejaba de mirarme. Estaba serio. Preparé el café y se lo llevé.
— Aquí tiene joven Alejandro.
— Ya te habían dicho que eres bonita. He visto mujeres atractivas pero tú eres más que eso. Tus ojos color avellana son hermosos.
— No me avergüences más por favor.
Se puso de pie y se paró justo frente mío. Su mano derecha tocaba mis cara, mi corazon se aceleró.
—¿Qué te pasa? No me toques.
— Tienes unas facciones son bellas.
— No me molestes.
Alejandro se sentó en el sofá y tomó el café. Luego, revisó unos papeles y los firmó. Realmente no hacía nada. Los ricos gastan dinero en vano. Pero está bien. Por qué ahora tengo un trabajo.
— Alejan.. digo Joven Alejandro, tengo una duda.
— Si, dime.
— Mi horario de trabajo es de 8 de la mañana a 4 de la tarde. Y son las 5. Pero tu no te vas aún. ¿Puedo irme? o necesitas algo más. Además dijimos que hoy me dabas un adelanto porque quería ir a ver departamentos.
— Ah. La costumbre. ¿Cuánto quieres de adelanto?. Vamos te llevo al departamento que te dije. Es mío, puedes quedarte ahí el tiempo que desees.
— Me lo alquilas. okey. Y ¿cuánto seria?
— Solo quédate. No lo puedes pagar un mes de renta ni con el salario de un año.
—Me voy a cambiar entonces.
Me cambié y salí junto con él a ver el departamento, los trabajadores nos quedaban viendo. Pero a Alejandro no le importó.
— Llegamos— dijo.
— No. Esto es demasiado.
— Entremos.
Me dio la tarjeta para entrar. Y ya mi ropa estaba aqui.
— Puedes estar a gusto aquí.
Se puso frente mío, que mala costumbre de hacer eso. No puedo negar que este hombre es guapo, seguramente es un gigoló. Se acercó tan cerca de mi boca y pasó su lengua en mis labios. Lo empujé.
— Eres divertida, sabes.
— No te burles de mi.
Se sentó en el sillón.
— Puedes darme agua.
— Mis horas de trabajo ya terminaron.
— Pero soy tu invitado, y a los invitados se les trata bien.
Santo Dios, que se cree este riquillo. Mucho juega conmigo.
— Es gracioso ver tu cara molesta.
— No tienes novia, esposa o concubina donde ir. Si me quedaré en este departamento quisiera tener mi privacidad. No vengas así por así.
— Está bien malcriada. Pero no quiero hombres acá. A menos que sea yo. Así que me vas a soportar solo un poco.
— ¿Agua entonces?
— Si. Después de eso me voy. Una cosa más, no porque me gustas, estarás llegando tarde al trabajo. El clóset está lleno de ropa que te compré, así que usala. No quiero verte con esos harapos.
— Que tiene de malo mi ropa.
— Bueno, adiós.
Se fue. Me puse a mirar todo el departamento. Había una tina y me di un baño con burbujas durante una hora.