Ava Becker nunca imaginó que cumplir su sueño de ser modelo la llevaría a un mundo de luces y sombras. Dulce, hermosa y con una figura curvy que desafía los cánones de la moda, logró convertirse en la musa de Aurora Lobo, la diseñadora más influyente de Italia. Sin embargo, detrás de las pasarelas y los reflectores, Ava sigue luchando contra sus inseguridades y el eco de las voces que siempre le dijeron que no era suficiente.
Massimo Di Matteo, miembro de la mafia italiana, jamás creyó en el amor a primera vista. Rodeado de mujeres perfectamente delgadas y dispuestas a todo por tenerlo, su vida parecía marcada por el poder, el control y el deseo superficial. Hasta que la ve a ella. Una mirada basta para romper todos sus estándares y derrumbar cada una de sus certezas: Ava no es como las demás… y justamente por eso, la quiere para sí.
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Tabla del uno.
Massimo Di Matteo ❤️🔥
El avión privado corta el cielo en silencio, solo el rugido suave de los motores nos acompaña. El atardecer se filtra por las ventanillas, tiñendo de naranja y dorado la cabina.
Voy sentado frente a ella.
Ava Becker.
La mujer que me jode la mente desde la primera vez que la vi, esa misma que va ignorandome desde subimos al avión , al parecer no le gustó para nada la idea de que su hermano la haya enviado de regreso a Italia conmigo.
La seguridad de ambos ocupa los asientos de atrás. Ninguno se atreve a abrir la boca; saben perfectamente que el aire aquí está cargado de algo que no entienden y que yo apenas comienzo a descifrar.
Ella mira por la ventana, con el perfil iluminado por la luz del sol que se apaga. Ni siquiera se digna a voltear hacia mí. Eso… lejos de irritarme, me arranca una sonrisa. Porque no soy el centro de su universo como lo soy para tantas otras. Y eso me gusta. Me enloquece.
Hago un ruido leve, muevo el vaso de whisky sobre la mesa de cristal entre nosotros. Ni siquiera parpadea.
—¿No piensas hablarme durante el viaje? —rompo el silencio con un tono burlón.
—No tengo nada que hablar contigo —responde sin mirarme. Su voz es firme, seca.
Me reclino en el asiento, observándola con descaro.
—Empecemos de nuevo, ¿sí? —propongo con un tono más conciliador.
Finalmente me mira. Y joder… siento cómo se me acelera el corazón cuando esos ojos de un azul precioso se clavan en los míos.
Extiendo la mano hacia ella, teatral, como si nos presentáramos por primera vez.
—Buenas tardes, bella dama. Mucho gusto, mi nombre es Massimo Di Matteo Lobo.
Le regalo una sonrisa sincera. Una sonrisa que pocas veces muestro.
Ava suspira, resignada. Toma mi mano con frialdad, la suya es suave y cálida.
—Buenas tardes, Massimo. Mucho gusto. Mi nombre es Ava Becker y ahora mismo no me interesa ser amiga de nadie. Solo quiero enfocarme en mi crecimiento personal, en mis estudios universitarios y en mi carrera como modelo.
Su mano se escapa rápido, como si la mía quemara. Vuelve a girar la cara hacia la ventana.
Me río entre dientes.
—Está bien, bella. Pero déjame insistir.
Bebo un sorbo de whisky antes de soltarlo:
—Es cierto, he sido un puto playboy. He pasado por la cama de muchas… y muchas por la mía en los últimos años.
Ella ni se inmuta. Solo dice con sarcasmo:
—Imagino entonces debes ser más fácil que la tabla del uno.
Su comentario me arranca una carcajada sincera.
—Touché.
Pero no me detengo. Sé que si quiero acercarme a ella, debo hablarle con la verdad.
—Solo he tenido dos relaciones reales. La primera fue a los quince años, en la escuela. La quise mucho, pero se mudó con sus padres a Japón y nunca más la vi. La segunda fue a los diecinueve… la amé de verdad, Ava. Pero murió un año después. Tenía cáncer de mama. Se asustó tanto que… decidió suicidarse.
Eso por fin la obliga a mirarme de nuevo. Sus ojos ya no son de acero, sino de algo parecido a la compasión.
—Lo siento mucho —susurra.
Asiento despacio.
—Le guardé luto por un año. Y después… bueno, me dediqué a buscar aventuras de una noche y nada más. Hasta ahora. Porque no me había vuelto a interesar otra mujer como tú me interesas.
Sus labios se tensan.
—Te volviste un playboy de cuarta.
Sonrío.
—Tal vez. Pero estaba soltero. Y puedo cambiar eso, y mucho más, si tan solo aceptas ser mi amiga.
Frunce el ceño.
—¿Amiga de amistad o de otra cosa? Porque si es así no me interesa.
Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en mis rodillas.
—Amiga de verdad. Te estoy ofreciendo mi amistad, Ava. Una sincera. Claro que no es un secreto que me atraes… me gustas desde el primer instante en que te vi comerte esa pasarela. Pero no pienso faltarte al respeto. Lo que sí pienso hacer, es todo lo posible por demostrarte que me gustas tal y como eres.
Ella suspira, incrédula.
—Dudo mucho que un hombre acostumbrado a tener amigas perfectamente delgadas quiera ser en verdad amigo de una mujer como yo.
Es ahí donde la rabia me sube. No contra ella, sino contra esas inseguridades que la persiguen.
—Para mí eres perfecta, Ava. No tienes nada que envidiarle a ninguna otra mujer. ¿Quieres la verdad? —la miro directo—. No he podido sacarte de mi mente. Ni un segundo desde esa noche en que te conocí.
Se queda callada, apretando los labios. La tensión entre nosotros es tan espesa que podría cortarse con un cuchillo.
—¿Aceptas? —pregunto despacio—. ¿Aceptas ser mi amiga? De amistad sincera.
Ella me analiza con la mirada, como si buscara el engaño escondido en mis palabras.
—Está bien. Seamos amigos.
Una sonrisa se me escapa, genuina.
—No te arrepentirás.
—Eso espero.
El avión vibra levemente al atravesar una corriente de aire. Yo me relajo en el asiento, feliz por esa pequeña victoria.
—¿Qué te parece si te invito a salir este fin de semana? Podemos ir a comer, pasear, bailar… o todo junto. ¿Qué dices?
Ella arquea una ceja.
—Déjame ver mi agenda primero.
—Ok, llámame entonces. —Saco una tarjeta de mi saco y se la paso—. Ese es mi número personal. Solo mío.
Ella la toma y la observa un instante antes de guardarla en su bolso.
Me inclino un poco más, bajando la voz para que solo ella me escuche:
—Ava… no me rindo fácil. Y contigo, no pienso hacerlo.
Sus ojos se clavan en los míos un segundo, antes de volver a mirar el horizonte teñido de rojo por el ocaso. Pero en ese instante sé que mis palabras hicieron mella.
Porque por primera vez… ella no me ve como al playboy de cuarta. Me ve como Massimo. Y eso, maldita sea, me da más poder que cualquier negocio o cualquier arma. Yo también le atraigo, lo noto y voy a usar eso a mi favor.
Gracias 😊 querida escritora Rositha 🌹 por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️❤️
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