La Reencarnada Y Los Pegasos

Las horas pasaban lentamente en el ducado Page. Arya caminaba por los corredores con las manos entrelazadas, incapaz de quedarse quieta. El silencio del castillo era demasiado grande, demasiado desconocido, demasiado inquietante.

Silverwind, desde el patio, miraba hacia la ventana como si vigilara cada uno de sus pasos.

Los demás pegasos descansaban, comían o se acomodaban como si hubieran vivido allí toda la vida.

Pero Arya no encontraba paz.

Hasta que escuchó voces a lo lejos.

Un caballo.

Varios pasos.

Armaduras chocando.

Y una voz conocida..

Lira: ¡¿Dónde esta mi señorita?!

Arya se giró de inmediato.

Sus ojos plateados se llenaron de lágrimas al verla entrar.

Lira venía cubierta de polvo, cansada, con los nervios tensos… pero con la mirada encendida.

En cuanto la vio, se acercó corriendo.

Lira: ¡Arya!

Arya: ¡Lira!

Se abrazaron con una fuerza que hizo que Arya soltara todo el aire contenido desde que llegó al ducado.

Lira la sostuvo como si hubiera pasado años sin verla.

Lira (temblando): Gracias a los cielos… estás bien.

Arya se separó apenas, secándose los ojos.

Arya: Me preocupé tanto… Tenía miedo de que Aldren te detuviera. Tenía miedo de que te lastimaran.

Lira negó con una sonrisa cansada.

Lira: No podría quedarme en ese lugar sabiendo que estabas sola.. Y menos… sabiendo la verdad.

Arya parpadeó.

Lira respiró hondo, como si recordara algo doloroso.

Lira: Los guardias del duque… me contaron todo lo que habían encontrado.

Arya se tensó.

Lira: Los documentos. Las negociaciones secretas. Los contratos sobre los pegasos. Todo lo que Aldren ocultó. Todo lo que te ocultaron desde niña.

Arya sintió una punzada en el pecho.

Recordó las palabras de Kiran.

La evidencia en sus manos.

Lira le tomó ambas manos con fuerza

Lira: Desde hoy… yo te defenderé igual que el duque.

Arya abrió los ojos, sorprendida.

Arya: ¿D-defenderme…?

Lira asintió, con una seriedad que Arya pocas veces había visto en ella.

Lira: No permitiré que vuelvan a encerrarte. No permitiré que te usen más. No permitiré que te vuelvan a llamar “herramienta” o “profecía”.

Sus ojos brillaron con furia.

Lira: Eres Arya Capell. Una persona. Una mujer buena, libre… y con derecho a elegir su camino.

Arya sintió un nudo formarse en su garganta.

Era la primera vez que alguien del templo.. alguien que había sido su familia toda la vida hablaba así.

Arya la abrazó de nuevo, esta vez más fuerte, más emocionada, más agradecida.

Arya (susurrando): Gracias, Lira…

Lira acarició su cabello blanco, con ternura.

Lira: Y el duque también cree en ti.. Más de lo que te imaginas.

El corazón de Arya dio un vuelco.

Arya: ¿Tú… crees que él estará bien?

Lira sonrió, cansada, pero segura.

Lira: Si es Kiran Page… llegará. Siempre llega.

Arya apretó la manta que llevaba en sus manos, nerviosa, esperanzada.. Y en ese preciso instante…

Silverwind levantó la cabeza en el patio, agitó las alas y relinchó suavemente.

Como si hubiera sentido algo a la distancia.. Como si supiera que alguien muy importante estaba ya en camino. La tarde estaba cayendo cuando un guardia en la torre norte gritó con fuerza..

Guardia: ¡UN JINETE EN EL HORIZONTE! ¡VIENE DESDE EL SUR!

Arya, que estaba junto a Lira revisando la evidencia del templo, sintió cómo el corazón se le detuvo.

Lira la miró inmediatamente.

Lira: Arya… ese debe ser él.

Pero Arya no esperó confirmación.

Soltó los papeles, levantó la falda para no tropezar y corrió.

Corrió por los pasillos del ducado, bajó escaleras demasiado rápido, casi resbaló en las piedras pulidas.

Silverwind relinchó en el patio, emocionado, agitándose como si reconociera la esencia del hombre que se acercaba.

Arya llegó jadeando al patio justo cuando la puerta principal se abrió.. Y allí estaba él.

Kiran Page.

Cubierto de ceniza.

La capa desgarrada.

Los cabellos despeinados por el viento.

El rostro marcado por el cansancio.

Pero vivo.

Y buscándola a ella con la mirada.

Cuando sus ojos se encontraron, Arya olvidó respirar.

Kiran se detuvo en seco, congelado ante la visión de ella..

– Sus cabellos blancos iluminados por el amanecer..

– Sus ojos plateados anegados en lágrimas..

– Sus manos temblorosas sobre el pecho..

Kiran (susurrando, con la voz rota): …Arya.

Ella no pudo contenerse.

Corrió hacia él.

Corrió con todo su corazón.

Kiran dejó caer las riendas del caballo y abrió los brazos justo a tiempo.

Arya chocó contra su pecho con tanta fuerza que él retrocedió un paso.. pero la sostuvo.

La rodeó con ambos brazos, apretándola contra sí, como si temiera que se desvaneciera.

Como si hubiera soñado con ese abrazo toda la noche.

Como si el mundo entero se hubiera reducido a ese instante.

Arya lloró, escondiendo el rostro en su pecho.

Arya (sollozando): Pensé… pensé que no volverías…

Kiran apretó aún más su abrazo, bajando una mano a su espalda, la otra a su cabello.

Duque Kiran Page (voz profunda, temblorosa): Nunca te dejaría sola. Jamás. Ni aunque el mundo ardiera.

Ella levantó el rostro, llorosa, temblorosa… y él la miró como si fuera todo lo bueno del universo.

La tomó del rostro con ambas manos.

Secó sus lágrimas con los pulgares.

Acercó su frente a la de ella.

Kiran (susurro): Te lo dije… volvería por ti.

Arya dejó escapar un sollozo que se convirtió en una risa ahogada.. Y antes de que pudiera hablar…

Kiran la besó.

No como el beso apresurado del templo.

No como el beso desesperado de la huida.

Este fue un beso suave al inicio, cálido, lento…

pero que se volvió profundo cuando Arya llevó las manos a su cuello y respondió con la misma pasión.

Kiran la atrajo más, inclinando el rostro, acariciando su mejilla con la intensidad de un hombre que casi muere sin sentirla una última vez.

Arya se aferró a él, sintiendo la seguridad, el hogar, el amor desbordársele por el pecho.

Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento.

Kiran apoyó su frente en la de ella, riendo suavemente, con los ojos llenos de emoción.

Duque Kiran Page: Mi duquesa…

Arya abrió la boca, ruborizada.

Arya: ¡No me llames así…!

Kiran sonrió, rozando su nariz con la de ella.

Duque Kiran Page (en susurro bajo, íntimo): Entonces ven aquí y besa a tu duque otra vez…

para que me acostumbre al título correcto.

Arya no respondió.

Lo besó de nuevo.

Largo.

Dulce.

Profundo.

Perfecto.

Y en ese instante, con Silverwind relinchando de alegría, Lira sonriendo con alivio desde la puerta,

y el ducado entero en silencio respetuoso…

Arya supo que había llegado a su hogar.